Los cuadrilleros en las pequeñas y medianas

explotaciones vitícolas de San Juan

The cuadrilleros in the small and medium vineyards of San Juan

Juan Jesús Hernández | ORCID: orcid.org/0000-0002-5777-0175

juan.j.hernandez@inta.gob.ar

Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)

Argentina

 

Juan Pablo Fili | ORCID: orcid.org/0000-0001-7672-3772

juanpablo_fili@yahoo.com

CONICET

Argentina

 

Sergio Luis Vega Mayor | ORCID: orcid.org/0000-0003-3628-7552

vegamayor.sergio@inta.gob.ar

Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)

Argentina

 

Recibido: 25/07/2019

Aceptado: 12/09/2019

Resumen

El presente artículo tiene como objetivo carac­terizar a los cuadrilleros de las pequeñas y medianas explotaciones vitícolas de San Juan me­diante la comprensión de su rol en el proceso productivo. Aunque existen una gran cantidad de estudios sobre intermediación laboral y es consi­derado un actor clave en los momentos de co­secha existe un vacío respecto a su figura. Además, en momentos de grandes cambios tecnológicos en la actividad nos preguntamos sobre su futuro.

La metodología utilizada en este trabajo se basa en entrevistas estructuradas a 36 cuadrilleros de San Juan y una extensa revisión bibliográfica sobre su figura.

El cuadrillero es un intermediario entre el obrero rural y el propietario de la finca. Es un tra­bajador que a la vez recluta, organiza, supervisa y controla a otros trabajadores especialmente en la vendimia, además de asumir la tarea de traslado de la uva a la bodega. Generalmente, es parte de relaciones laborales informales (como empleado y como empleador) en tareas que demandan gran esfuerzo físico por la escasa incorporación de tecnologías y la legislación laboral no los incluye como un sujeto específico. Esta caracterización pretende contribuir a la comprensión del cuadri­llero dentro del sector agroindustrial y a la iden­tificación de sus problemáticas, para luego ser abordadas desde diferentes políticas públicas.

 

Palabras clave: Cuadrilleros, Vitivinicultura, Intermediación, Trabajo.

Abstract

This article aims to characterize the cuadrilleros of the small and medium vineyards of San Juan by understanding their role in the production process. Although there are many studies on labor intermediation and it is considered a key actor at harvest time, there is a gap with respect to its figure. In addition, in moments of great technological changes in the activity we wonder about his future.

The methodology used in this work is based on structured interviews with 36 cuadrilleros of San Juan and an extensive bibliographical review of his figure.

The cuadrillero is an intermediary between the rural worker and the owner of the farm. He is a worker who at the same time recruits, organises, supervises and controls other workers, especially during the harvest, as well as taking on the task of transferring the grapes to the winery. Generally, it is part of informal labour relations (as an employee and as an employer) in tasks that demand great physical effort due to the scarce incorporation of technologies and labour legislation does not include them as a specific subject. This characterization aims to contribute to the understanding of the cuadrillero within the agro-industrial sector and to the identification of its problems, to be approached later from different public policies.

 

Key words: Cuadrilleros,Vitiviniculture; Intermediation; Work.

 

Introducción

El presente artículo tiene como objetivo carac­terizar a los cuadrilleros de las pequeñas y medianas explotaciones vitícolas de San Juan, Argentina1.

En el apartado 2, se mencionan los cambios re­gistrados en la vitivinicultura en las últimas décadas, destacándose la supervivencia del mo­delo tradicional mano de obra intensivo en las pequeñas y medianas fincas sanjuaninas.

En el apartado 3, se revisa la bibliografía exis­tente sobre los cuadrilleros en la vitivinicultura cuyana para describir las tareas que asumen, su importancia en el proceso productivo y su defi­ciente encuadre legal.

En el apartado 4 se realiza una aproximación a la caracterización de los cuadrilleros de las pequeñas y medianas explotaciones vitícolas en aspectos sociales, productivos y organizaciona­les. Para ello se ha recurrido a la bibliografía es­pecializada y se han realizado para esta investi­gación entrevistas a 36 cuadrilleros vitícolas de la provincia de San Juan.

En el apartado 5 se analiza la bibliografía exis­tente sobre los prestadores de servicios en el agro pampeano y sobre los antiguos contratistas de viñas y plantaciones en Cuyo, para diferenciarlos de los cuadrilleros de las pequeñas y medianas explotaciones vitícolas actuales en función de los resultados obtenidos en esta investigación.

En las conclusiones, se menciona el aporte de este trabajo a los estudios sobre los procesos de intermediación en el agro, se resumen las carac­terísticas de los cuadrilleros que pueden ser teni­das en cuenta en otras investigaciones y en el di­seño de políticas públicas, se resaltan sus dife­ren­cias con los contratistas de maquinarias de la Pampa Húmeda y de viñas en Cuyo.

Además, se concluye que la falta de registro formal de los cuadrilleros como prestadores de servicios y empleadores y su escaso acceso a las tecnologías, se vinculan entre sí y son posibles en el marco de un modelo tradicional de produc­ción primaria en el que la rentabilidad de los pro­ductores es muy baja y los trabajadores soportan condiciones laborales muy duras.

El trabajo pretende contribuir a los estudios sobre la intermediación laboral en el agro, brin­dando un aporte para comprender la especifi­cidad de la vitivinicultura cuyana y contrastar, complementar y actualizar los estudios cuyanos sobre la cuestión. Además, la caracterización de los cuadrilleros puede contribuir a la cons­trucción de políticas públicas que beneficien a los diferentes actores del sector.

La coexistencia de dos modelos en la vitivinicultura

La vid se cultiva en varias provincias de la Ar­gentina, sin embargo, por las características del clima y de los suelos, las zonas más apta para su desarrollo han sido los oasis del área andina. Las provincias de mayor producción son Mendoza y San Juan que forman parte de la re­gión de Cuyo2.

En Argentina, el destino mayoritario de la uva es la vinificación (elaboración de vinos y fabrica­ción de mostos). Se registran volúmenes muy inferiores en la producción de pasas y el destino a consumo en fresco.

A partir de la década de 1980 tras la reducción en la demanda interna de vinos entra en crisis el sector vitícola y se comienzan a ensayar una serie de medidas tendientes a su reconversión.

Desde la década de 1990, la economía argenti­na profundizó un modelo de apertura al comer­cio exterior, desregulación de mercados y priva­tización de empresas estatales. En ese contexto la agricultura tendió hacia la producción primaria exportable.

En la vitivinicultura argentina, la globalización y la apertura de los mercados favorecieron espe­cialmente a aquellos actores que lograron la in­tegración en la cadena, mejoraron sus procesos de producción y se especializaron en la elabo­ra­ción de vinos finos de alta calidad. Estas fir­mas fueron los agentes más dinámicos y sus in­ver­siones agrícolas se concentraron en las mejores tierras (Ferreyra y Jofré, 2011). También diversi­fi­caron su cartera de inversiones hacia otros ru­bros y lideraron la implementación de un “mo­delo exportador” con nuevas tecnologías.

Sin embargo, todavía en la actualidad, más del 70% del volúmen de la producción vinícola ar­gen­tina se destina al mercado interno. Este factor, aleja a la vitivinicultura del modelo de cre­cimiento mediante comodities exportables, como es el caso de la soja.

El modelo exportador de la agroindustria viti­vinícola convive con el modelo tradicional que persiste sostenido en la demanda para el mer­cado interno.

 

…la reestructuración y globalización no fue de ningún modo homogénea entre actores y territorios ni benefició a todos por igual. Tampoco se trató de dos modelos (con eje en la “calidad” o en la “cantidad”) que se su­cedían en el tiempo, sino que coexistían en tensión e interrelación, en el marco de un nuevo balance de poder entre grupos so­cia­les y regiones. (Altschuler y Collado, 2013:80)

 

Las grandes fincas avanzaron en la mecani­zación de las labores, sin embargo, todavía la vitivinicultura argentina se caracteriza por la existencia de un gran número de pequeñas y medianas explotaciones que aplican un modelo de producción mano de obra intensivo.

A pesar del proceso de concentración de la propiedad de las tierras, operado en las últimas décadas. Los productores de menos de 15 hectá­reas representaban en 2016, el 85,3% del total. Ellos tienen serios problemas para mantenerse en la actividad ya que se calcula que la superficie mínima de una explotación vitícola para ser rentable es próxima a las 20 hectáreas (Asociación de Cooperativas Vitivinícolas, 2014).

En este sector vitícola, el trabajo es un factor clave que registra baja productividad en los mo­delos tecnológicos tradicionales empleados. Se calcula que en una explotación de 50 hectáreas de vid se emplean 35 personas en distintos mo­mentos del año, mientras que en soja para la mis­ma extensión solo se genera un puesto de trabajo debido a la gran mecanización (Gordillo, 2015).

El proceso de trabajo en el sector vitivinícola tiene una marcada estacionalidad. La mayor de­manda se encuentra en los momentos de poda y cosecha, siendo esta última la más crítica debido al tiempo acotado para su ejecución.

El trabajo de cosecha se realiza en condicio­nes muy duras: adversidades climáticas, tempe­raturas promedio mayores a 30ºC y parrales bajos con suelos irregulares, a veces húmedos y enma­lezados. Si la cosecha es manual las personas levantan al hombro las gamelas con 18 a 20 kilo­gramos de uva y suben con ella una escalera de 8 a 10 escalones, denominada localmente banco de cosecha que les permite cargar los camiones. El esfuerzo físico requerido es tan elevado que sólo califican los más fuertes, por lo general, hombres entre 18 a 35 años, los cuales además son demandados por otros sectores (Battistella y Novello, 2013; Battistella et al., 2013).

En la vendimia es muy frecuente la contratación informal y temporal que carece de los beneficios de la seguridad social. Los programas sociales o el empleo en la construcción, la minería u otros rubros ofrecen ingresos mayores o más estables. La estabilidad laboral es sólo posible para los pocos trabajadores permanentes de las fincas. El resto intenta establecer cierta continuidad em­pleándose en la poda y en otras actividades agrí­colas locales durante el resto del año.

 

Las grandes explotaciones vitícolas han opta­do por métodos de cosecha completamente me­ca­nizados que reducen drásticamente el núme­ro de jornales indispensables. Pero esas máquinas no son adecuadas en parrales3, sistema de conducción predominante en las pequeñas y medianas fincas. Además, los productores mini­fundistas carecen de la rentabilidad y de la escala suficiente para amor­tizar las inversiones en ma­quinarias o cam­bios en los sistemas de conducción.

Una alternativa que se adapta a los parrales es la cosecha asistida. Se trata de una forma de organización del trabajo e incorporación de ma­quinarias adecuadas al parral, que mejora la pro­ductividad de la mano de obra, disminuye los riesgos de accidentes, el esfuerzo del trabajador y los costos de producción. A la vez, reduce el número de personas necesarias, permite eliminar el banco de cosecha y acortar las distancias a recorrer por los trabajadores ya que por medios mecánicos se descarga la uva, lo que amplía el perfil de las personas que pueden desempeñar las tareas. Al aumentar su productividad, en un esquema de remuneración a destajo, el trabaja­dor puede cobrar más. Los dos métodos de cose­cha asistida principales son con bins y con carros (Battistella y Novello, 2013).

El paradigma tecnológico de la actividad pri­ma­ria vitícola, si bien ha demostrado su transfor­mación en las grandes explotaciones, todavía conserva, en la mayoría de las fincas, su carácter intensivo en mano de obra.

Los datos más recientes indican que todavía se cosecha manualmente y con gamela el 77% de las uvas, proveniente fundamentalmente de las pequeñas y medianas explotaciones, el 20% se hace mediante cosecha asistida y tan sólo 3% por medios totalmente mecanizados (Diario de Cuyo, 20/03/2019).

El rol de los cuadrilleros en la vitivinicultura cuyana

La intermediación laboral en el agro es un fenó­meno muy frecuente en las agroindustrias latinoamericanas. En la gran mayoría de los ca­sos está asociada a la necesidad de un gran nú­me­ro de trabajadores para tareas manuales es­pe­cíficas, a los mecanismos de acumulación del capital que permiten la adquisición de tecnolo­gías que aumentan la productividad, a formas de especialización y profesionalización de las tareas, etc. Neiman y Blanco (2003) señalan que:

 

La estacionalidad propia de los ciclos agro­pecuarios de producción lleva a que en de­ter­minados períodos que pueden tener una variada prolongación a lo largo del año se demanden cantidades extraordinarias de trabajo para atender tareas específicas. Estas necesidades son cubiertas por traba­jadores estacionales. (p. 2)

 

La intermediación laboral constituye una mo­dalidad de contratación de trabajadores agríco­las que les garantiza a las empresas el acceso a grandes volúmenes de mano de obra durante períodos acotados de tiempo. Tiene la función de articulación, o tercerización, entre la deman­da y la oferta de mano de obra y así facilitan el desplazamiento temporario y cíclico de trabaja­dores migrantes (Neiman y Quaranta, 2016).

El trabajo de Benencia y Aparicio (2014) es una recopilación interesante de distintos casos a lo largo del país. Algunos estudios sobre la interme­diación laboral en la vitivinicultura cuyana son: el de Neiman y Blanco (2003) que investiga el caso de la contratación de trabajadores para la vendimia en el departamento Sarmiento, en San Juan; el de Neiman y Quaranta (2016) que pone su atención en las condiciones que asume la inter­mediación en las producciones vitícolas de mayor calidad en la región de Cuyo, destina­das principalmente a los mercados externos; el de Poblete (2013) que explica el proceso de trans­formación de la vitivinicultura mendocina, ini­cia­do a principios de los años 90, a través del modo en el que se reestructura el territorio, en especial las relaciones laborales en la zona de Barracas, departamento de Maipú; el de Fabio (2010), que observa como se conforma el merca­do de trabajo transitorio; el de Blanco y Jiménez (2001) que prueba la existencia de redes de ayuda, solidaridad, información y trabajo constituidas por los obreros temporarios, sus familias y sus empleadores, los de Perelli y Salatino (2015; 2016) que presentan un estudio exploratorio de las funciones y las características que asumen los cuadrilleros; y el reciente estudio de Moreno (2018) sobre los cuadrilleros en las zonas agrícolas de Mendoza.

Las producciones que se cosechan manual­mente y cuya demanda de mano de obra es alta­mente temporaria y ocasional se constituyen en un terreno privilegiado para la intermediación. Estas producciones insertas en contextos de rees­tructuración agraria flexibilizan tanto la organi­zación como la contratación del trabajo. Se trata de producciones que suelen reducir costos a tra­vés del incremento de la pro­ductividad y de la precarización del empleo (Neiman y Quaranta, 2016).

La escasa difusión de tecnologías modernas de cosecha y la presencia de minifundios con baja rentabilidad caracterizan a la vitivinicultura cu­ya­na y la diferencian del agro pampeano.

El personal permanente de las fincas (familiar o asalariado) en muy pocos casos se encarga por sí sólo de la cosecha, dada su magnitud y el poco tiempo para llevarla a cabo. En este contexto la contratación de trabajo se vuelve principalmente estacional.

La contratación de trabajadores para la cose­cha u otras tareas vitícolas la pueden realizar los productores directamente o indirectamente a tra­vés de prestadores de servicios de cosecha, cuya forma principal en Cuyo son los comúnmente lla­mados cuadrilleros, que subcontratan la mano de obra y trasladan la materia prima para su pro­cesamiento a bodega (para vinificación), frigorí­fico (para uva de mesa de exportación) o secadero (elaboración de pasas).

Un estudio de Neiman y Blanco (2003), para el departamento Sarmiento en San Juan, sostuvo que en un 67,9% de las fincas se contratan cua­drilleros. Estos últimos seleccionan a los traba­jadores, los organizan y supervisan en las tareas, de manera que el productor no tiene un vínculo directo con el cosechador.

 

La figura de cuadrilleros constituye una forma arraigada de intermediación laboral, que no ha desaparecido con la “moderniza­ción” del sector vitivinícola, sino que ha sufrido transformaciones y ha sido absor­bida por las nuevas lógicas del capital (Perelli y Salatino, 2016:8).

 

Los cuadrilleros son contactados por los pro­ductores con los que suelen establecer vínculos de muchos años que se renuevan de una cose­cha a otra. La confianza en la experiencia del cuadrillero y las relaciones personales o fami­liares fidelizan el vínculo. Como destacan Dibella y Silva Furlani (2016), es común la existencia de circuitos estables de cosecha donde un mismo cuadrillero (que en ocasiones es también produc­tor) y su cuadrilla realizan tareas en las fincas cercanas año tras año.

Esa permanencia al parecer disminuye en pe­riodos largos de tiempo. Neiman y Blanco (2003) en su estudio en el departamento Sarmiento, afirman que sólo un tercio de los productores mantuvo en los últimos 10 años consecutivos el mismo cuadrillero.

Estos prestadores de servicios vitícolas son un caso de intermediación laboral en el agro que permite resolver de manera flexible la demanda de trabajo temporal. Tienen la función de ser los encargados de las cuadrillas, es decir, el interme­diario entre el capital y los trabajadores (Perelli y Salatino, 2015), adquiriendo un rol híbrido o intermedio. Por un lado, son trabajadores, tanto porque emplean su propia fuerza de trabajo en el proceso, como por su origen social (generalmente han sido antes cosechadores). Pero, a la vez son organizadores del proceso de vendimia, poseen algún capital en forma de implementos para la cosecha, aunque sea de tecnología rudimentaria y contratan a otros trabajadores.

Neiman y Quaranta (2016), destacan que en el valle de Uco, Mendoza, hay mayor presencia de empresas de contratación eventual de mano de obra que tienen como una de sus funciones prin­cipales registrar a los trabajadores. En cambio, en la provincia de San Juan, la capacidad del Estado provincial para hacer cumplir la legislación laboral, es más limitada, lo que desincentiva a los productores a buscar medios para la formalización.

 

Bajo las figuras de “no permanentes”, de “temporada”, “eventuales” o “permanentes dis­continuos” las empresas de la región, según corresponda al Convenio Colectivo de Trabajo específico de la vitivinicultura (Nº 154/91), la Ley de Contrato de Trabajo (N° 20.744), o la Ley de Trabajo Agrario (N° 22.248), disponen de una variada gama de op­ciones muchas veces superpuestas o com­plementarias en una misma explotación. (Fabio, 2010:43)

 

El cuadrillero como categoría laboral es inexis­tente en la legislación y en los convenios colec­tivos de trabajo, a pesar de que es un agente pre­sente en el territorio, lo que entraña una dis­tancia entre la ley y la realidad. El nuevo esta­tuto del peón rural omitió esta categoría con la intención de impedir las formas de fraude laboral, cooperativas falsas y otras formas de explotación que evaden el cumplimiento de dere­chos laborales. La experiencia en la déca­da de 1990 de incremento de cooperativas de trabajo que asociaban trabajadores como monotributis­tas, sin participación efectiva en la asamblea ni acceso a los derechos laborales, motivó que la ley 26.727/2011, prohibiera la constitución de nuevas empresas que presten servicios de interme­diación laboral para la realización de tareas agrícolas (Perelli y Salatino, 2016; EEA San Juan INTA, 2017).

Debido a que el cuadrillero no se encuentra registrado como empleador ni su figura existe en el convenio colectivo del sector, si el productor quiere formalizar los vínculos laborales, enton­ces la alternativa es que registre como empleados a todos los cosechadores, incluso al cuadrillero, más allá de cuál sea su tarea real (Perelli y Salatino, 2015).

La “invisibilización” de los cuadrilleros en las leyes potencia el empleo en “negro” e impide re­gular de mejor manera las múltiples funciones que éste agente desempeña.

Realizando un recuento de lo visto hasta aquí el cuadrillero se encarga de:

 

 

Blanco y Jiménez (2001) sostienen que la esta­cionalidad de las actividades potencia la existen­cia de redes de ayuda mutua, información y con­tactos laborales, familiares y sociales. La figura del cuadrillero contribuye a garantizar el empleo para los trabajadores durante periodos más largos de tiempo que el que les puede ofrecer un productor particular y también crea redes específicas donde se ponen en juego diferentes prácticas de confianza y ayuda.

Los cosechadores a veces son familiares del cua­drillero o viven en el mismo barrio o zona y se acercan a pedirle trabajo (Perelli y Salatino, 2015). En otros casos son migrantes provenientes generalmente del norte del país (Fabio, 2010) que se trasladan en busca de lograr continuidad de empleo al pasar de una provincia a otra.

Aunque la finalidad de las entrevistas practi­cadas era realizar una caracterización del sector cuadrillero, al poco analizar la muestra pudimos encontrar diversidad de situaciones. Evidente­men­te, los requerimientos a que se ven sujetos los cuadrilleros depende del tipo de explotación a la que se presta el servicio. Por lo cual, debemos insis­tir en que los datos con los que contamos es­tuvieron orientados sobre todo a relevar la situación de los cuadrilleros en las explotaciones medianas y pequeñas. Queda pendiente para futuras investigaciones rastrear e indagar con mayor profundidad en esa diversidad de situacio­nes. Las cuales hacen que el cuadrillero posea diferentes trayectorias según el tipo de produc­ción a que se oriente.

Pero además de la situación y de las funciones del cuadrillero, el trabajador también se ve some­tido a cierta trayectoria laboral que lo hace emplea­ble por los cuadrilleros. Perelli y Salatino (2016) señalan:

 

La falta de trabajos estables, y de posibilida­des de ser contratados directamente por las fincas, hace que los obreros no encuentren otra salida que trabajar bajo las órdenes del cuadrillero. La precariedad laboral a la cual son sometidos los obreros rurales genera una fuerte inestabilidad que está estrechamente vinculada a la temporalidad de la actividad agrícola. En este contexto la terce­rización laboral surge como la forma pre­do­minante de contratación laboral. (p. 157)

 

Las formas de pago a los obreros vitícolas pueden ser:

 

 

El cuadrillero suele cobrar por kilogramo de uva cosechada, lo que constituye una modalidad a destajo (como los casos a, b y c, además de un pago adicional por el servicio de transporte (Perelli y Salatino, 2016).

Neiman y Blanco (2003) para el departamento Sarmiento, en San Juan, indican que la modalidad más frecuente de remuneración a los cosechadores es el pago semanal (en casi el 60% de las cuadrillas) seguido por el realizado a la finalización de la cosecha (30%).

El pago a destajo en la poda y la cosecha es una estrategia para incentivar el incremento de la productividad de la mano de obra (Fabio, 2010).

Aportes para una caracterización de los cuadrilleros sanjuaninos

Para la presente investigación entre fines de febrero y principios de abril de 2017 se realizaron entrevistas estructuradas a 36 presta­dores de servicio de cosecha de uva de la provincia de San Juan. Fueron identificados mediante con­tactos que permitieron acceder a ellos. Sus de­par­tamentos de residencia son San Martín (11), Angaco (7), Caucete (6), Albardón (5), Chimbas (3), Capital (2), 25 de Mayo (1) y Santa Lucía (1).

Se carece de un registro formal del universo de cuadrilleros, por ello fue imposible realizar un muestreo probabilístico que permitiera obtener resultados representativos de todo el universo. Por lo cual se procedió a una técnica de bola de nieve para poder rastrear a los cuadrilleros. La muestra se realizó en su totalidad en el llamado valle del Tulum y es donde se ubican la mayor cantidad de explotaciones vitivinícolas.

Los datos y análisis que se presentan a conti­nuación pertenecen a la temporada de vendimia 2015-2016 y corresponden exclusivamente a los 36 casos relevados que cosecharon alrededor de 44.472.000 kg. entre todos, según sus declara­ciones, lo que equivale al 7,56% del total provincial5.

Algunos datos son procesados en forma cuan­titativa mediante métodos estadísticos básicos, otros son interpretados mediante una metodolo­gía cualitativa. Las preguntas abiertas luego se categorizaron para facilitar su análisis.

El objetivo del relevamiento fue caracterizar a los cuadrilleros de cosecha locales en aspectos sociales, organizativos, tecnológicos y productivos.

 

 

Edad de los cuadrilleros

 

Los cuadrilleros entrevistados tienen 48 años de edad promedio y varían desde los 27 a los 67 años. La gran mayoría son adultos de edad intermedia que antes han desempeñado otras tareas generalmente vinculadas a la vitivinicul­tura. Su antigüedad promedio en este oficio es de 14 años, pero la amplitud del rango de respuestas fue grande: entre los 2 y los 40 años. Son personas con experiencia en las tareas, que generalmente antes fueron cosechadores, productores o que continuaron el oficio de sus padres, lo que de­muestra la necesidad de conocimientos básicos para la tarea.

Si comparamos estos datos con los que ofrecen Santi y Parera (2017), se puede observar que los cuadrilleros entrevistados aquí son en general más jóvenes que los pequeños y medianos pro­duc­tores que, según aquel estudio, tienen en pro­medio 61 años de edad.

 

 

Lugar de residencia y lugar de trabajo

del cuadrillero y de los cosechadores

 

La distancia promedio que recorren nuestros entrevistados desde su lugar de residencia hasta las fincas donde cosechan es de 21,50 km. El 50% se traslada 15 km o menos y sólo el 25% supe­ra los 30 km. Es decir, generalmente prestan ser­vicios en las zonas aledañas a sus domicilios. Quienes viven en los departamentos con mayor producción vitícola (Caucete y 25 de mayo) son los que se trasladan menos.

Por su parte, los cosechadores que componen las cuadrillas son casi en su totalidad sanjuaninos. El 15% de las cuadrillas, están conformadas por familiares del cuadrillero. De manera que la ma­yor parte de estas relaciones laborales se cons­tituyen en el medio local y no son de carácter familiar.

Neiman y Blanco (2003) llegaron a un dato concordante al demostrar que los cosechadores eran del mismo departamento donde se locali­zaba la finca en un 84,8% de los casos. Al respecto, Neiman y Quaranta (2016) sostienen que en San Juan los trabajadores deben transportarse menos kilómetros que en el Valle de Uco (Mendoza) donde hay mayor residencia urbana o concen­trada de la población.

Para esta investigación no se entrevistaron a cuadrilleros o grupos de trabajadores que pro­vengan de las provincias del norte y se trasladen para la cosecha, lo cuál es un caso particular que complejizaría el análisis y puede ser objeto de otra investigación.

El precio del servicio

 

Los entrevistados mencionan que para fijar el precio del servicio de cosecha tienen en cuenta las referencias que brinda el mercado (precios de sus competidores), además de otros factores que ayudan en la definición precisa, tales como la producción total y la productividad por planta, la variedad implantada y la distancia entre su lugar de residencia y la finca (que influye en costos como el combustible).

El costo del servicio lo paga el productor. El siguiente cuadro muestra el precio promedio que cobraron según sus declaraciones en la cosecha 2016. La desviación típica es baja, lo que indica la existencia de un “valor de mercado” que funciona como referencia.

 

 

Tabla 2: Precio en pesos cobrado por kilogramo de uva cosechado en la temporada 2015-2016, según declaración de los entrevistados

 

 

Promedio en $

Desviación típica

Uva de mesa

1,60

0,12

Pasas

0,51

0,17

Vino

0,70

0,15

Mosto

0,52

0,08

 

Fuente: Elaboración propia

 

 

Las tecnologías de cosecha

 

El camión es un instrumento clave del trabajo de los cuadrilleros. Los consultados, en prome­dio, ocupan 2 por temporada; más del 70% es propieta­rio de estos vehículos y el resto lo al­quila o lo con­sigue prestado. Los camiones que utilizan son muy antiguos: el promedio del mo­delo es 1976, lo que nos lleva a inferir que su estado no es el óptimo.

De los 36 cuadrilleros hay 9 que implementa­ron cosecha asistida con carros en alguna de las últimas vendimias, 11 emplearon bines y 1 com­binó estos dos métodos. No se observa relación entre la utilización de la cosecha asistida y la antigüedad de la persona en el oficio, la edad y la cantidad de kilogramos cosechados.

Las principales desventajas que los cuadrilleros identificaron para los métodos de cosecha asistida son la necesidad de fincas con callejones anchos y de inversiones en las máquinas y otros ele­men­tos necesarios. Las ventajas destacadas por los cuadrilleros fueron que la gente se cansa menos, cosecha más kilogramos y permite que se incor­poren personas de mayor edad y en especial mu­jeres. En efecto, de las entrevistas surgió que las cuadrillas que tienen mayor número de mujeres son las que utilizan métodos de cosecha asistida.

Las experiencias de prestadores de servicios lo­cales que ofrezcan tecnología de cosecha meca­ni­za­da son muy pocas en San Juan, debido espe­cial­mente a que las grandes máquinas cosechado­ras no pueden trabajar en los parrales. La baja rentabilidad es otro factor que impide a los peque­ñas y medianas explotaciones lograr el capital su­ficiente para realizar inversiones de este tipo.

Los elementos para la cosecha asistida en ocasiones han sido adquiridos por municipios de la provincia de San Juan que los prestan a productores, pero no a cuadrilleros.

De los entrevistados sólo uno posee carro para cosecha asistida y otro cuenta con 67 bins. Es decir, la aplicación de la tecnología de cosecha depende más del productor que del cuadrillero en las pequeñas explotaciones vitícolas.

 

 

Las ocupaciones de los cuadrilleros

durante el año

 

Los entrevistados comienzan la cosecha de uva de mesa en la primera quincena de diciembre y la culminan a más tardar en la primera quincena de abril con uva destinada a bodega. La mayor parte de sus actividades se concentra entre la segunda quincena de febrero y la primera de marzo. Se trata de un trabajo estacional, donde dedican 5 quin­cenas en promedio y ninguno más de 10, por lo que deben desempeñar otra/s ocupación/es el resto del año.

El 66,7% de los cuadrilleros entrevistados se encuentran vinculados a actividades agrícolas du­rante todo el año porque son productores (6), prestan servicios tales como armado de cuadrillas para poda (12), realización de parrales (9), cose­cha de otros cultivos (3), etc. En ocasiones apro­ve­chan el camión para ofrecer el servicio de fle­tes en el sector agrícola o en otros. El resto se dedican a otros rubros muy distintos: albañil (3), profesional contador (1) o jubilado (1). Es decir, un tercio obtiene sus ingresos no exclusivamente de actividades rurales.

El trabajo de Dibella y Silva Furlani (2016) pone énfasis en la figura del productor/cuadrillero, que organiza trabajadores para su propia finca y la de otros. En este relevamiento, en cambio, esta catego­ría representa 1 de cada 6 casos, mientras que en el de Neiman y Blanco (2003:19) alcanzaba el 44%, por encima de las demás ocupaciones o categorías.

De manera que se pueden identificar 4 tipos de organizadores del trabajo de cosecha:

 

 

Las cuadrillas

 

Las cuadrillas organizadas por los entrevista­dos estuvieron compuestas por 24 personas en promedio durante la temporada 2015-2016. El mí­nimo fue 8 personas y el máximo 70, aunque lo más frecuente (la moda) fue 20.

Estos datos coinciden prácticamente con los que obtuvieron Neiman y Blanco (2003), para quienes las cuadrillas estaban compuestas por un promedio de 15 personas si las organizaban los productores y de 23 si las formaban cuadrilleros. Lo que permite pensar que éstos últimos tienen una capacidad de reclutamiento mayor, debido a que ofrecen más tiempo de ocupación al trabajar en varias fincas.

Como se dijo anteriormente, la cosecha es una actividad desempeñada mayoritariamente por varones debido a la rudeza del trabajo especial­mente con el método de cosecha manual de uva para vinificar.

La totalidad de cuadrilleros entrevistados son varones y 12 de ellos no emplean ninguna mujer en la vendimia. Dentro del total de miembros de sus cuadrillas, las mujeres fueron poco menos del 20% y estuvieron presentes especialmente en la cosecha de uva para consumo en fresco y pasas cuyas tareas demandan un menor esfuerzo físico.

 

 

El transporte de los trabajadores a la finca

 

El 83% de los entrevistados manifestaron que asumen el transporte de los trabajadores hacia las fincas en camionetas y colectivos principal­mente, pero también hay algunos que lo hicieron en el mismo camión que utilizaron para trasladar la uva, en auto o en combi. Esto es un costo para los cuadrilleros, que en la mitad de los casos al­quilaron el vehículo. No se pudo indagar acerca de la existencia de seguros que cubran riesgo en el traslado ni de las condiciones de los vehículos, que suele ser un problema típico de la actividad.

 

 

La estabilidad del empleo en la cosecha

 

Según los datos proporcionados por los entre­vistados, el porcentaje promedio de repetición o permanencia en los últimos tres años de los mismos cosechadores en las cuadrillas relevadas es del 81,23%. Incluso, 17 de los entrevistados res­pondieron que en las últimas 3 vendimias han trabajado exactamente con las mismas personas.

Al respecto Neiman y Quaranta (2016) sostie­nen que la estabilidad de una cosecha a la otra la logran alrededor del 75% de los trabajadores y que esto disminuye a la mitad si los intermediarios son empresas formalizadas en sociedades de res­ponsabilidad limitada o cooperativas de trabajo. Según los autores:

 

Las empresas buscan lograr cierta continui­dad de estas cuadrillas para garantizarse una mano de obra que conozca las tareas en “verde” y las de cosecha, a la vez de obtener un ma­yor compromiso de los trabajadores con las tareas y el establecimiento. Para esto solicitan… que garanticen la continuidad de los trabajadores de mejor desempeño (Neiman y Quaranta, 2016:93).

 

Sólo el 25% de los cuadrilleros consultados para esta investigación sigue con los mismos empleados en las otras actividades que realizan durante el año y en estos casos todos están vinculados al sector agrícola. Es decir, en 3 de cada 4 casos, hay discontinuidad en otras tareas durante el resto del año, aunque sí hay estabili­dad en el momento de cosecha año tras año y constituyen lo que la legislación argentina llama trabajadores permanentes discontinuos.

En uno de los casos entrevistados, la cuadrilla se forma para el traslado de piedras, pero conti­núa en las tareas vitícola, lo que permite extender el tiempo de trabajo.

 

 

Problemas de los cuadrilleros

para prestar el servicio

 

Los entrevistados manifestaron que el princi­pal problema que tienen para organizar sus tareas es encontrar cosechadores (13 casos). Tam­bién mencionaron otros problemas: falta de tiem­po para visitar las fincas, contar con camión y gamelas en condiciones, determinar el precio del servicio y la frecuente superposición de fechas óptimas de cosecha entre los viñedos.

Se preguntó a los cuadrilleros entonces cuáles creían que eran los motivos que les dificultaban encontrar cosechadores para mantener o expan­dir las cuadrillas. La respuesta más frecuente fue la existencia de planes o políticas sociales de transferencia de ingresos y la falta de cultura del trabajo, seguida de otras: el escaso pago o estabilidad laboral que pueden ofrecerle a los trabajadores en comparación con otros cuadri­lleros u otras actividades, las distancias entre los lugares de residencia y las fincas, etc.

Sobre este punto es necesario tener en cuen­ta que la registración del trabajo rural, impli­ca la suspensión transitoria de programas socia­les como la Asignación Universal por Hijo (AUH), a cambio del cobro del salario familiar correspon­diente al empleo en blanco, de manera que el trabajador no pierde ningún ingreso. Sin embar­go, los problemas burocráticos generan demoras en la rehabilitación de la AUH luego del cese del empleo, lo que motiva una resistencia a la registración.

Se puede detectar una contradicción en las respuestas: a la vez que dicen que su principal problema es encontrar trabajadores para formar la cuadrilla, reconocen que de un año a otro em­plean, en su gran mayoría, a las mismas perso­nas. Del trabajo de campo se desprende que en realidad se les dificulta expandir sus equipos de trabajo y que los sostienen gracias a una fideli­zación de la relación laboral, la cual puede peli­grar por ofrecer ingresos menores o menos continuos que otros colegas, otros rubros o los programas sociales.

Otro problema que mencionaron es la demora para el ingreso del camión a la bodega, que puede variar desde 1 hasta 30 horas según la fecha del año y las condiciones de organización y tecnología de las empresas. En promedio demoran poco más de 9 horas lo que retrasa la continuidad de la vendimia y genera pérdidas de calidad de la uva, perjudicando tanto al cuadrillero como al viñatero.

 

 

La posibilidad de conformar empresas

de servicios formales

 

Como se adelantó, una de las inquietudes de esta investigación era el futuro de los cuadrilleros. Proponiendo un panorama de formalización de la mano de obra y de mecanización que haga viable la subsistencia de pequeños y medianas explotaciones se indagó sobre la posibilidad de convertirse en empresas de servicios. El 75% de los entrevistados dijo que estaban dispuestos a conformar una empresa de servicios agrícolas que registre formalmente a sus trabajadores. Entonces se les preguntó por qué no lo habían hecho antes y los principales argumentos fue­ron: la falta de dedicación total a la actividad (el resto del año tienen otras ocupaciones), los costos elevados que implica tener empleados en blanco, la dificultad de encontrar trabajadores con el perfil adecuado, trabas burocráticas, falta de asesoramiento, escasa demanda de estos ser­vi­cios por parte de los productores, el miedo a la formalización y a la utilización de la cosecha asistida dado que su implementación es muy reciente.

También se indagó acerca de las motivaciones para constituir ahora una empresa prestadora de servicios formal. La respuesta más repetida fue que lo harían para ampliar ingresos, pero también se expresaron otros motivos: darle tra­bajo a la gente, aprovechar sus conocimientos de las tareas agrícolas, insertarse en la cosecha de olivo, trabajar más tranquilos, etc.

 

 

Las necesidades de los cuadrilleros

 

Por último, se preguntó qué apoyo necesitan de las instituciones del Estado.

Los equipos de cosecha asistida y medios de transporte para los miembros de las cuadrillas fueron las respuestas más frecuentes. También mencionaron que necesitan que se faciliten los procesos para la contratación formal de traba­jadores y que no se interrumpan los programas sociales en los empleos temporarios.

Los cuadrilleros reconocen que la formaliza­ción es una ventaja y lograrlo les permitiría acceder a créditos bancarios y a políticas públicas.

El modelo de los prestadores de servicios en el agro pampeano

Luego de analizar las tareas que realizan, el origen social y las formas de producción, de incorporación de tecnologías y de organización de los cuadrilleros, se puede diferenciarlos de dos actores: el contratista de maquinarias del agro pampeano y el tradicional contratista de viñas o plantaciones de Cuyo.

En el agro pampeano, en las últimas décadas, predominó la tercerización de las relaciones labo­rales, especialmente a través de los prestadores de servicios o contratistas de labores y maquinarias.

Hacia 2008, alrededor del 80% de las cosechas de granos ya era organizada por contratistas, del mismo modo que el 65% de las tareas de siembra y aplicación de agroquímicos (Villulla, 2016). En este esquema participan tres actores básicos:

 

 

Los primeros se desli­gan de la adquisición de bienes de capital y del empleo directo de fuerza de trabajo, mediante el pago de una tarifa a un pro­pietario de maquinarias para que realice todas o algunas de las tareas requeridas por la produc­ción. El dueño de las máquinas consigue los traba­jadores, los organiza y se encarga de su retribu­ción económica.

Este sistema ofrece una mayor flexibilidad a la organización del negocio agrícola sobre todo para grandes empresas, quienes se desligan de vínculos estables con los trabajadores y de la inmovilización de capital que implican las ma­qui­narias propias. Pero, a la vez, amortigua la concentración del capital y la propiedad de la tierra porque permite el acceso a las tecnologías a explotaciones que no podrían amortizar las in­versiones por sí solas (Villulla, 2016).

El contratismo en el agro pampeano es una modalidad de intermediación laboral en una producción altamente capitalizada. El contratis­ta suele ser un actual o antiguo chacarero que ha encontrado un nuevo negocio y que suele trabajar junto a sus empleados que pueden ser familiares. La “cercanía” permite a los emplea­dores controlar más a sus asalariados y exigir mejores rendimientos. Según Villulla (2016):

 

Los contratistas absorben la totalidad de las nego­ciaciones y conflictos propios de los vínculos laborales… Descentralizan al máximo las contradicciones capital-trabajo y le quitan densidad a la iniciativa obrera. A la inversa, los grandes capitales del sector externalizan el problema político del trabajo asalariado, y lo procesan solo indirectamente a través de su trato con los propietarios de máquinas. De modo que, si bien los operarios acceden fácilmente a los contratistas, nunca traban relación frontal con los capitales para los que trabajan indi­rectamente, aunque estos constituyan los principales beneficiarios económicos de su explotación, y condicionen el marco funda­mental de sus condiciones laborales. (p. 76)

 

La existencia de empresas prestadoras de ser­vicios registradas formalmente y la presencia de las maquinarias juegan un rol fundamental en el esquema pampeano y lo diferencian del caso de los cuadrilleros en las pequeñas y medianas fincas cuyanas.

En el agro pampeano, las tecnologías fueron las que impulsaron el surgimiento de los prestadores de servicios; debido a que eran inaccesibles en las escalas propias de los productores individuales, hicieron surgir un nuevo negocio y requirieron de la especialización del trabajo.

Por otra parte, el cuadrillero vitivinícola cuya­no en la actualidad difiere sustancialmente del contratista de viñas tradicional.

Esta última figura ha sido descripta desde su origen en el siglo XIX por Richard- Jorba (2003 y 2009), quien distingue cuatro tipos de contratistas:

 

 

De estos cuatro tipos, el último es el que más se corresponde con los actuales cuadrilleros (con la salvedad de que carecen de un contrato formal); pero el autor centra su análisis en los otros 3.

Poblete (2012) analiza la trayectoria en el siglo XX y la actualidad de los contratistas de viñas. Los define como un trabajador subordinado atípico, porque tienen una relación de dependencia, no son propietarios del capital, media un contrato regulado por la legislación; pero a la vez tienen un alto grado de autonomía en la gestión de su trabajo (más allá que el empleador los provea o no de insumos y herramientas para las tareas agrícolas) ya que tienen personal a su cargo y asumen los riesgos empresariales de pérdidas en el volumen de cosecha que disminuyen tanto sus ingresos como los del propietario de la finca, y hasta pueden “heredar” su trabajo a sus hijos.

La autora analiza como la modernización tecno­lógica y los cambios recientes en la gestión de las fincas han disminuido su presencia y han que­brado el vínculo casa/trabajo, de manera que quedan pocos y no necesariamente viven en las fincas.

Con lo dicho, también se abre un amplio campo para discutir sobre la figura del cuadrillero a lo largo de la historia de la provincia y la región. Para ello es necesario profundizar en las fun­cio­nes que fue adquiriendo en los distintos mo­mentos histórico.

En definitiva, en este apartado hemos querido contrastar los casos de la región de Cuyo con lo que ocurre en la Pampa Húmeda. Como principal dato encontramos una diferencia en la utilización de maquinarias y tecnología que repercute rela­tivamente en la formalización de la mano de obra.

Conclusiones

Este trabajo ha pretendido contribuir a la biblio­grafía sobre los procesos de intermediación en el agro, en especial en la vitivinicultura cu­yana, con un estudio exploratorio sobre las carac­terísticas de los cuadrilleros sanjuaninos que puede servir de base para otras investigaciones o para el diseño de políticas públicas.

Si se quieren pensar políticas para mejorar las condiciones laborales en la cosecha de vid se debe tener en cuenta algunos datos aportados por esta investigación que podrían sintetizarse en: que los cuadrilleros suelen ocupar a las mis­mas personas de una vendimia a otra, que el resto del año realizan otras actividades quizá agrícolas pero con distintos trabajadores, que generalmente emplean pocas mujeres debido al modelo de cosecha tradicional, que están dis­puestos a incorporar máquinas, que estarían dis­puestos a formalizarse y que uno de sus proble­mas es la demora en la descarga en bodega lo que demuestra la necesidad de organizar mejor la logística de vendimia.

En cuanto a su caracterización, pudimos ver que la posesión de algún capital es clave para ser cuadrillero. Se trata de tener o alquilar un vehí­culo para el traslado de personal, de poseer uno o varios camiones, además de gamelas, tijeras, bins u otras herramientas.

Si por un lado el cuadrillero puede ser conside­rado un trabajador rural ya que no tiene el control sobre la propiedad de la tierra ni de los medios de producción principales. Por otro lado, tiene en su poder la organización y el reclutamiento sobre la mayor cantidad de fuerza de trabajo empleada en las fincas. Con respecto a los propietarios de las explotaciones funcionan como empleados temporarios, aunque generalmente sin ser regis­trados como tales. Mientras que frente a los obreros es su reclutador, organizador, supervisor y agente de pago, por lo tanto, funciona como un capataz de tareas específicas o como un inter­mediario en la relación capital-trabajo, amorti­guando los conflictos de clase, del mismo modo que se explicó en el caso pampeano. Con los datos obtenidos pudimos señalar que existe diversidad de situaciones y matices dentro de la categoría cuadrilleros, pero no pudimos avanzar en una definición más certera de su figura. Es debido a esto que creemos que es fructífero para sucesivos trabajos historizar y distinguir con mayor pre­cisión las diferencias en su interior.

El cuadrillero es un partícipe secundario en la cadena productiva, pero durante la cosecha su rol pasa a ser primordial. Sin embargo, su figura está “invisibilizada”, en las políticas públicas, lo que impide el trabajo de los organismos estatales en la mejora de sus condiciones.

La relación entre las tecnologías y los trabajado­res es compleja y merece tener un mayor análisis acerca de cuál es el punto de equilibrio entre la modernización y las prácticas más tradi­cionales. Ello permitiría pensar estrategias que apunten a la persistencia de pequeñas unidades productivas y la calidad de vida del trabajador rural.

La falta de registro formal de los cuadrilleros como prestadores de servicios y empleadores y su escaso acceso a las tecnologías, se vinculan en­tre sí y son posibles en el marco de un modelo tra­dicional de producción primaria en el que la ren­tabilidad de los productores es muy baja y los trabajadores soportan condiciones laborales muy duras.

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1 Este trabajo/artículo fue realizado en el marco de los siguientes Proyectos:

  • Convenio INTA - Ministerio de la Producción y Desarrollo Económico de San Juan.
  • Centro de Desarrollo Vitícola de Caucete. Convenio INTA - Coviar.
  • CRN3056 del Instituto Interamericano para la Investigación en Cambio Global (IAI) financiado por la US National Science Foundation (Grant GEO-1128040). This work was carried out with the aid of a grant from the Inter-American Institute for Global Change Research (IAI) CRN3056 which is supported by the US National Foundation (Grant GEO-1128040).
  • Plataforma de Innovación Territorial Gestión de la innovación en los oasis irrigados de la cuenca del Río San Juan EEA San Juan INTA.

2 Las provincias argentinas con mayor superficie vitícola implantada son: Mendoza con 158.585 ha (70,81%), San Juan con 47.533 ha (21,23%), La Rioja con 7.428 ha (3,32%), Salta con 3.245 ha (1,45%) y Catamarca con 2.697 ha (1,20%) (Instituto Nacional de Vitivinicultura, 2017).

3 El parral cuyano está presente en el 54,1% de la superficie total implantada con vid de Argentina y en el 87,09% de San Juan (INTA, 2017:9). Este sistema posee una alta produc­tividad por hectárea, pero no permite mecanizar en forma integral las tareas de poda y cosecha, lo que conlleva ausen­cia de rendimientos a escala (Battistella y Novello, 2013).

4 Los cuadrilleros reciben indicaciones del dueño, encarga­do o ingeniero de la finca acerca de detalles técnicos o requerimientos específicos de la tarea y luego les trasmi­ten ese conocimiento a los cosechadores. Ese rol de inter­mediario y “formador” es una función típica del cuadrillero (Perelli y Salatino, 2016).

5 Este cálculo surge de los datos del sitio web del Observatorio Vitivinícola Argentino (2017), según el cual en San Juan en la temporada 2015-2016 se cosecharon 588.017.900 kg. y se registraron 5.121 viñedos.