Saberes de organización y participación política

Migraciones bolivianas y horticultura en La Plata (Argentina)

 

Organization and participation knowledge

Migrations and horticulture in Argentina

 

Darío Gabriel Martínez | ORCID: orcid.org/0000-0003-2415-8761

dariogmartinez@gmail.com

CONICET

 

Argentina

 

Recibido: 19/9/2023

Aprobado: 21/3/2024

 

Resumen

El cinturón hortícola de La Plata es uno de los más importantes de la Argentina por su volumen de producción. La mayoría de los productores son migrantes bolivianos que atraviesan dificultades para acceder a la propiedad de la tierra, fenómenos climáticos adversos y el aumento del costo de los insumos para su trabajo. El objetivo del artículo consiste en indagar en la participación política y en los saberes que surgen del involucramiento de estos productores en las organizaciones que los nuclean. Se establecen diálogos con los aportes de la sociología y la ciencia política para problematizar las acciones de protesta y la participación en los movimientos sociales. Para ello se realizaron entrevistas etnográficas a 20 productores de la zona, que tienen inserción en estas organizaciones. Se describen la caracterización de demandas, las instancias de reclutamientos y los conflictos intrafamiliares de los productores. Finalmente, se presenta a los saberes de organización como una posible explicación de estos procesos de involucramiento y participación política.

 

 

Palabras clave: Productores hortícolas; Saberes de organización; Participación política; Argentina; Bolivia.

 

Abstract

La Plata horticultural area is one of the most important in Argentina due to its production volume. Most of the producers are Bolivian migrants, who experience difficulties in land ownership accessing, weather events adverse, and the increased cost of work inputs. The objective of the article is to investigate political participation and in the knowledge that arises from the producer’s involvement in the organizations that unite them. Dialogues are established with the contributions of sociology and political science when they problematize protest actions and the participation in social movements. For this, ethnographic interviews were carried out with 20 area producers, who are inserted in these organizations. The demands characterization, the recruitment instances and the intra-family conflicts of the producers are described. Finally, organizational knowledge is presented as a possible explanation of these processes of political involvement and participation.

 

 

 

 

Key words: Horticultural producers; Organizational knowledge; Political participation; Argentina; Bolivia.

 

 

 

 

Introducción

 

 

 

El cinturón hortícola de la ciudad de La Plata (CHLP) es uno de los más importantes de la Argentina. Tiene una superficie cultivada de proporciones considerables, además de ser ampliamente reconocido por sus desarrollos tecnológicos de la producción bajo cubierta, que intensificaron la producción y la obtención de varias cosechas durante un año (García, 2011). Estas innovaciones (Goulet, Aulagnier y Hubert, 2020) plantearon un carácter dinámico, con límites difusos y fluctuantes del territorio del CHLP (Baldini, 2020). Una marca de su relevancia es que abastece a 14 millones de personas del conurbano bonaerense y el resto del país (Merchan, 2016).

El Censo Nacional Agropecuario de 2018 (Indec, 2021) informa que el CHLP tiene una superficie de 2.085 hectáreas, sin discriminar cultivos ni cuántas de ellas son a campo o bajo cubierta (en invernáculos). Agrega que sólo 1.346 establecimientos cultivaron hortalizas en La Plata. García y Quaranta (2022) cuestionan la veracidad de estos datos porque resultan considerablemente bajos cuando se los compara con las imágenes satelitales de las superficies bajo cubierta y cultivos a campo. Estos investigadores, además, señalan la deficiente producción de información confiable para la toma de decisiones por parte de los diferentes actores.

Las quintas son las unidades productivas, que tienen una superficie mínima de una hectárea. Allí conviven los cultivos a cielo abierto y bajo cubierta. Desde la década de 1980, los migrantes bolivianos son la principal fuerza de trabajo en este territorio (Benencia 1997, 2007; Benencia y Quaranta, 2007; Ringuelet 1991; García y Lemmi, 2011; Lemmi y Waisman, 2021). Este proceso fue creciendo considerablemente y en la actualidad esta comunidad tiene una incidencia insoslayable en toda la cadena productiva. Son actores preponderantes en el cultivo, la cosecha, la distribución y la comercialización de hortalizas (Barsky, 2015; Fernández, 2022). El entramado de organizaciones que los nucleaba tuvo un crecimiento relevante a partir del 2010 (Ferraris y Seibane, 2017). Sumado a esto, se complejizaron las denuncias de problemáticas que atravesaban a los/as productores/as y un incremento de las demandas que le hacían al Estado.

El objetivo del artículo consiste en indagar en la participación política y en los saberes que surgen del involucramiento en las organizaciones que nuclean a los/as productores/as hortícolas migrantes bolivianos en la ciudad de La Plata. Se propone abordar las experiencias que acontecen en las asociaciones y cooperativas de productores de la región. Por otra parte, también buscamos describir las instancias de reclutamiento que despliegan los/as productores/as para atender los conflictos que ocurren con las múltiples dinámicas de participación. Algunas de las preguntas que lo orientan son: ¿qué saberes se forman a partir de integrar estas organizaciones? ¿qué grado de politicidad tienen estos saberes, en tanto y en cuanto marcan niveles de complejización de las estrategias para demandar al Estado mejores condiciones para producir y para vivir? ¿cuáles dimensiones de análisis incorporaron que les hiciera revisar su práctica productiva y así proyectar acciones?

Partimos de la hipótesis de que los procesos de participación política en organizaciones requieren de saberes que los productores internalizan, ponen en acto y son validados por su comunidad. En este sentido, proponemos a los saberes de organización como un concepto que explica la puesta en acto de las dinámicas de participación y la comprensión de las tensiones que emergen de las prácticas de agrupamiento político que atraviesan productores y productoras cuando forman parte de una organización que nuclea sus intereses y canaliza sus demandas. Estos saberes permiten comprender los contextos, diseñar propuestas de intervención, además de programar acciones futuras.

 

 

 

Movimientos sociales y protesta social

 

 

 

La sociología y la ciencia política cuentan con numerosas investigaciones relacionadas con la protesta y la participación de movimientos sociales en acciones de denuncias de inequidades, de petición de derechos, demandas al poder estatal, entre otras (McAdam, McCarthy y Zald, 1999; Melucci, 1994; Tilly, 1990; Touraine, 1999). Aquí se dialoga con los trabajos reconocidos de la protesta social en la Argentina (Schuster y Pereyra, 2001; Scribano y Schuster, 2001; Shuster et al., 2006), la ciudadanía y la movilización (Collado, Bonifacio, y Vommaro, 2017). También se complementa con los debates que se presentan en las críticas que movimientos sociales hacen en torno de las luchas territoriales contra el agronegocio, la megaminería y la ofensiva contra formas de vida de algunas comunidades (Bonifacio, Wahren, y Villagrán, 2017).

La acción colectiva de protesta se define como la producción y la emergencia en el espacio público de subjetividades sociales con impacto político (Shuster et al., 2006). Aquí la acción tiene un carácter intencional y busca la visibilidad pública. La coyuntura de la reforma neoliberal del Estado y la crisis social de 2001 en la Argentina favorecieron un cúmulo de trabajos que interrogaban por las protestas sociales en todo el territorio nacional y los saberes para la lucha de los movimientos piqueteros (Cancini y Wanschelbaum, 2009). La desafiliación del mundo del trabajo era la constante que suscitaba múltiples acciones de protesta social (Merklen, 2005) en ese contexto.

En ese sentido, Pereyra sostiene que las principales demandas de aquel entonces se pueden tipificar así: 1) los conflictos que se vinculan con el mundo del trabajo en sus diversos aspectos; 2) aquellos ligados a reclamos ambientales y ecologistas, y 3) conflictos que se centran en cuestiones de representación política (Pereyra, 2016: 235). Según este autor, el escenario convulsionado de 2001 quedó atrás porque se modificaron las condiciones con la recuperación económica, la normalización política y la mutación de los conflictos. Además, afirma que existen dimensiones organizativas fundamentales para el pasaje a la acción y que una misma posición social no implica necesariamente reclamos similares; la posición en la estructura social ofrece recursos desiguales para la organización y pasaje a la acción (Pereyra, 2016). En el CHLP, estudios comparativos indican que hubo una leve retracción de las demandas al Estado en ese periodo, aunque jamás lo hicieron totalmente. De allí que es posible afirmar que los reclamos posteriores al 2001 persisten (acceso a la tierra, créditos blandos, entre otros) pero lo llevan a cabo otros nuevos actores. En este caso, los productores migrantes bolivianos son quienes están al frente de estos reclamos (Fernández y Lemmi, 2018).

También, a principios del siglo XXI, diversos aportes de la sociología rural atendieron las estrategias de organización y acción colectiva de productores agrícolas (Giarraca, 2017b). La creación de cooperativas fue la solución que los agricultores encontraron para superar el problema de la escasez y el aislamiento cuando se enfrentaron a cambios en la producción (Giarraca, 2017a). Giarraca agrega que los propios actores cooperativos generan sus procesos de aprendizaje y que las cooperativas son escuelas para la democracia donde se juegan los principios de igualdad y control democrático (Giarraca, 2017c: 230). Los trabajos que abordan las acciones de protesta y la organización colectiva con centralidad en la crisis del 2001 no abundan en descripciones de los procesos de formación que llevaron a los actores a participar. Es decir, cómo se disponen subjetivamente a realizar acciones de visibilidad pública, a demandar al Estado, reclamar derechos o nombrar injusticias vividas. Se presentan cuáles son los repertorios de acciones de movimientos sociales (Collado et al., 2017; Giarraca, 2017b) pero sin detenerse en la genealogía de esas acumulaciones prácticas. Sin embargo, con posterioridad al año 2010, se vienen consolidando perspectivas relacionadas a la educación popular que analizan la dimensión pedagógica de movimientos sociales y particularmente de aquellos que tienen su impronta en la economía popular (Palumbo, 2022, 2023).

 

 

 

Procesos de organización

 

 

 

Las primeras organizaciones de productores hortícolas tuvieron su emergencia en la década de 1980: Asociación de Productores Hortícolas de La Plata (1984) y Asociación de Medieros y Afines (1987), más conocida por la sigla ASOMA (Seibane y Ferraris, 2017). Si bien estas modalidades de asociaciones persistieron en el tiempo, a partir del 2010 se originó un incremento considerable de las diferentes organizaciones que nucleaban a productores (Lemmi, 2015; Ferraris y Ferrero, 2018; Ferraris y Seibane, 2017). Las políticas de Estado promovieron estas dinámicas de asociación para desarrollar sus acciones territoriales. Así se describe un proceso que pasó de la organización defensiva a la organización ofensiva (García, 2011).

Algunos trabajos mencionan que para 2018 ya existían una cantidad de 40 organizaciones de productores para la zona de La Plata (Ferraris y Ferrero, 2018). De esa forma se establecieron demandas hacia las distintas dependencias estatales para buscar respuestas ante la complejidad que se suscitaba en el plano económico y político del país. Gran parte estas asociaciones civiles o cooperativas de productores promueven la visibilización y funciones gremiales. Ferraris y Ferrero (2018) afirmaron que se podían dividir en agrupaciones que cumplían una función gremial -por ejemplo, la Asociación de Medieros y Afines (ASOMA), Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), Movimiento de Productores y Productoras (MPP)1- y, por otro lado, organizaciones que reúnen a grupos de entre 30 y 150 productores, formalmente asociaciones civiles o cooperativas que llevan adelante diferentes proyectos comunitarios.

Un rasgo común que tienen varias de estas organizaciones radica en su perspectiva orientada a la agricultura familiar (López Castro y Prividera, 2011). Durante el periodo 2015-2019 se percibió un crecimiento de las organizaciones de agricultura familiar que proponían una forma de producción que construye un modo específico de intervención territorial (Acero Lagomarsino y Mosca, 2023). Estas organizaciones trazaban modalidades de intervención que apuntaran a la agroecología como un modelo alternativo (Marasas, 2012; Sarandon y Flores 2014) a la producción a gran escala y con equilibrios en la comercialización. Ese proceso se releva en un incremento en el CHLP de la producción agroecológica que en 2016 era de sólo 2 hectáreas, mientras que en 2019 alcanzó las 120 hectáreas (Lusnich, 2019).

En lo que se refiere a cuestiones de la migración boliviana, hay investigaciones que describen las especificidades de estas migraciones y sus condiciones de vida en La Plata (Archenti, 2008; Caggiano, 2005, 2006). Los trabajos coinciden en señalar la primacía de las familias migrantes bolivianas (Benencia, 2012; Feito, 2013; García, 2014; Lemmi y Waisman, 2021; Attademo, Fernández y Lemmi, 2023) en esta actividad, desde la producción, la distribución y la comercialización, aunque es un número ínfimo quienes pudieron acceder a la tierra (Merchan, 2014).

 

 

 

 

Metodología

 

 

 

La estrategia principal para la recolección de información y la producción de datos fue de corte etnográfico y apuntó a un trabajo de campo con las familias de productores hortícolas migrantes. Estos procedimientos se orientaron a relevar y comprender las significaciones dadas por los actores (Geertz, 2003). Se combinaron elementos de la descripción densa y la teoría fundada (grounded theory) que se basa en las informaciones del campo material (Marradi, Archenti, y Piovani, 2007). Se buscó captar el punto de vista de los actores, recuperando las significaciones que construyen en sus redes de interacción (Guber, 2001). Por lo tanto, se releva lo que los actores comunican en sus diferentes discursos y prácticas. La comparación de incidentes entre las estructuras de significación permitió construir teoría que provea un cuadro de referencia para la acción (Strauss y Corbin, 2002).

El trabajo de campo involucró dos momentos de inmersión. El primero estuvo relacionado con reponer su experiencia como quinteros en el CHLP. De esa manera se obtuvo información acerca de cómo se insertaron en la producción de hortalizas, qué debieron aprender para desarrollar esta tarea y con qué ayuda contaron para asentarse en La Plata. El segundo, y complementario del anterior, consistió en relevar las problemáticas que enfrentan actualmente y las acciones que implementaron para sobrellevar estas dificultades.

Para ello se entrevistó, en 2019, a 20 productores y productoras que realizan sus tareas en el CHLP y forman parte de diversas organizaciones con asiento en este territorio2. Nos referimos, sobre todo, a las zonas de Abasto, Etcheverry, El Peligro, Colonia Urquiza, El Pato, Parque Pereyra y Estancia Chica, donde se encuentra el grueso de las unidades productivas hortícolas de la ciudad. La mayoría de las personas entrevistadas alquila la propiedad en la que produce (ya sea en forma individual o en asociación con otros familiares) y en la actualidad continúan con estas prácticas pero se sumaron a participar en organizaciones de productores. A partir del efecto “bola de nieve” se pudo llegar a referentes de organizaciones con alcance local (Cooperativa Moto Méndez, Nueva Esperanza) y nacional (Unión de Trabajadores de la Tierra [UTT], Movimiento de Trabajadores Excluidos Rural [MTE Rural]). Con esto se pudo obtener una aproximación a las diferentes escalas que manejan las organizaciones en cuanto a los volúmenes de integrantes y la especificidad de los diagnósticos que hacen de los problemas que enfrentan en la actualidad.

 

 

 

Agrupamiento y organizaciones de productores

 

 

 

Los testimonios recabados revelan una multiplicidad de posiciones respecto de los momentos en los cuales los productores y las productoras decidieron participar en una organización pero señalan a los años 2015-2016 como fundamentales. Así fue cómo comenzaron con su participación cuando los temporales de vientos y lluvias destruyeron los invernaderos donde tenían su producción. El panorama desolador de la rotura del paquete tecnológico y la posterior reconstrucción de las quintas los llevó a pensar en otras alternativas para actuar. Si bien la presencia del Estado estaba garantizada mediante la implementación de algunas de sus políticas territoriales, no todos tenían una participación activa en colectivos que los nucleara, o bien tenían un involucramiento intermitente y la situación límite del temporal climático los forzó a integrarse en una organización.

Dentro de estas organizaciones hay escalas diferenciadas. La participación puede ser en una pequeña cooperativa de unas decenas de productores (Moto Méndez, Nueva Esperanza) o en una organización de carácter nacional que engloba a productores que llevan adelante tareas en todo el país (UTT, MTE Rural). Estas últimas macroorganizaciones en ciertas ocasiones engloban a aquellas cooperativas pequeñas y les ofrecen su tejido de relaciones políticas con los estados (nacional, provincial y municipal) y accionar para la satisfacción de demandas. Las relaciones intersubjetivas de proximidad son determinantes para adherir a una organización y sumarse a participar. Así lo relata una productora:

 

La mujer de Carlos vino como cinco veces a decirme si quería entrar a organización, que había ayuda en materiales, en semillas, si podíamos asistir a alguna marcha, y casi como no me llamaba la atención. […] No, eso no me acuerdo, fue como a tres años, más o menos, tres o cuatro años ya va a ser. Vino ella, parece que pasaba a dejar a la nena a la escuela o no sé, pero pasaba por acá y siempre que me veía entraba a saludarme y me insistía: “Entrá en la organización que es bueno, hacemos la reunión en casa”. Yo la conocí a esa señora en la escuela de mis hijos y le dije: “No, voy a ver, lo voy a pensar”. Y después cuando un día vino mi comadre a visitar al ahijado y me dice que ella había entrado en la organización, que estaba comprando un galpón de acopio, será dos mil pesos que ellos iban a devolver en insumos más del doble como una inversión y no lo pensé, lo di, porque ella entonces estaba de delegada. Lo di y a la semana creo que fui a la reunión. (María, productora, Cooperativa Moto Méndez)3

 

De manera progresiva, la política pública nacional contribuyó al proceso de organización. En 2010 se sanciona el Monotributo Social para la agricultura familiar, en una coordinación que involucraba a la Administración Federal de Ingresos Públicos y a la Secretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. Con la previa inscripción en el Registro Nacional de Agricultura Familiar (ReNAF), las productoras y los productores acceden al monotributo social para los siguientes beneficios:

 

Este trámite es de carácter gratuito y muchos productores y productoras se inscribieron para obtener acceder a estas políticas públicas. Algunos se inscribieron individualmente en el ReNAF y en el monotributo, otros se acercaron a organizaciones que tenían aceitada la dinámica de inscripción, la solicitud de requisitos o contaban con los recursos técnicos para agilizar dichos trámites. Inclusive había productores inscriptos en el monotributo regular que pagaban todos los meses el monto mínimo y conocieron la posibilidad de tener el gratuito cuando accedieron a una organización. Ambos mecanismos de inscripción en el monotributo social fueron complementarios, solo que en ciertos casos funcionaron como un acercamiento hacia las cooperativas u organizaciones.

 

Claro, cuando estábamos en la Colonia [Urquiza], ahí conocí a la UTT. Convocaban a los productores para decirte que por ahí te pueden mejorar por las condiciones de vida o luchar entre varios se puede conseguir que estén un poco mejor los productores. La mayoría estamos en negro. Bueno, ahora ya no, pero antes sí y hoy en día, no sé, de diez productores, ocho siguen en negro. No tienen un monotributo, una obra social, no tienen nada. Y con la organización nos habían como dicho que nos iban a ayudar cómo a hacer los trámites o, en casos de desastres, pedir ayuda. O bueno, un montón de beneficios te daba la organización y entre todos también construyen y se consiguen un montón de cosas. (Daniela, productora, UTT)

 

Se conjugan aquí la presencia de las políticas públicas con el rol intermediario que llevan adelante las organizaciones. Preexiste la necesidad de lograr mejores condiciones de vida para los productores y las productoras, que involucra una relación entre el trabajo registrado (aportes y obra social) y la obtención de subsidios ante desastres climáticos. Hay una suma de vinculaciones entre organismos estatales y las organizaciones de productores, donde estas últimas se constituyen en un espacio articula demandas y administra sus posibles respuestas.

Los incrementos de la participación de otros productores se convierten en un activo que las organizaciones capitalizan en función de sus intereses estratégicos. El registro para una política pública específica o el taller de agroecología son los recursos tácticos más empleados. Estos últimos son una puerta de entrada para invitar otras personas a formar parte de la cooperativa u organización. El matiz diferencial de los talleres de agroecología consiste en que productores o productoras adquieren los contenidos para su dictado, al mismo tiempo que se transforman en referentes que buscan sumar voluntades a la organización.

Aquí se vislumbra una internalización de saberes en una doble dimensión: uno que involucra la producción y otro que tiene visos de interpelación política. Este tipo de saberes es un aporte claro de la participación en organizaciones colectivas que los productores y las productoras adquieren a partir de formar parte. De la misma manera, perciben claramente que las demandas pueden ser satisfechas o ejercer una mayor presión para lograrlas si es considerable el número de personas que peticionan.

 

 

 

Hitos climáticos

 

 

 

Los testimonios relevados indicaron que atravesar un fenómeno climático adverso se volvió un umbral para que se involucren en organizaciones. Los fuertes vientos que tiraron los invernaderos y provocaron caída de postes y rotura de nylons son las causas para comenzar a participar. Durante su historia como productores que alquilan (algunas personas entrevistadas manifestaron que están en la misma quinta desde hace una década) atravesaron diferentes temporales de vientos y lluvias que les ocasionaron importantes pérdidas económicas.

Sufrieron varios temporales durante su trayectoria en la producción hortícola, pero estos contratiempos económicos y productivos los articulan con otras demandas. Los contextos de las experiencias anteriores de las personas entrevistadas fueron diferentes a las actuales, lo que ocasiona una nueva compresión de la vivencia actual, que se incrusta en una modalidad de contextualización (Grossberg, 2012) que ofrece otras significaciones. Anteriormente superaban los eventos climáticos adversos a partir de los esfuerzos laborales propios o de las redes de paisanazgo o parentesco (Albó, 2003; Caggiano, 2012). A partir de los testimonios recolectados, se estableció que en estas ocasiones debieron extender sus redes de ayuda y además peticionar recursos para sortear las pérdidas económicas. En lo inmediato, obtienen respuestas por parte del Estado, municipal y provincial, que les permite reparar parcialmente los invernaderos con los rollos de nylon que les entrega. Aún así, las cadenas de demandas continúan, más allá de estas entregas puntuales de materiales: se anexan varios reclamos históricos latentes (como el acceso a la tierra) que carecen de respuestas estatales y encuentran una plataforma de enunciación que se articuló con otras peticiones.

En otro contexto, el día 16 de octubre de 2019, un nutrido colectivo de organizaciones de productores hortícolas de la zona de La Plata organizó una movilización desde Plaza Italia a la Gobernación (calle 6 y 51), luego se dirigieron hacia la sede del entonces Ministerio de Agroindustria y al Palacio Municipal (calle 12 entre 51 y 53). Las organizaciones que participaron de la movilización fueron las siguientes:

 

 

En este listado se evidencia la proliferación de organizaciones gremiales. Una de las consignas de esa movilización era la siguiente: Barrios con las calles intransitables, viviendas llenas de agua con los techos volados, campos cubiertos de agua, desnudaron las mentiras del gobierno provincial y municipal que anunciaban “grandes obras de infraestructura que terminarían con las inundaciones”4.

En este aspecto, la cuestión climática aparece como un detonante. La tormenta fue el viernes 11 y la movilización se realizó el miércoles 16 de octubre de ese año. La celeridad de la coordinación de acciones evidencia un acervo de experiencias históricas para la planificación y gestión de recursos y voluntades destinadas a efectivizar el reclamo. Sumado a lo anterior, en el mismo documento de la convocatoria se menciona que los favorecedores de esta coyuntura son los monopolios petroleros, financistas, grandes terratenientes y cerealeras, que expanden y complejizan el evento climático: las grandes tormentas son un desastre climático inevitable, pero las consecuencias sobre la población son consecuencias del abandono de los gobiernos, la falta de políticas de prevención, falta de planificación y asistencia. La condensación de un reclamo estructural toma al acontecimiento climático para visibilizar la situación actual, además de sumar adhesiones, y sobre esa base irradiar hacia demandas insatisfechas. Los vientos fuertes o las inundaciones fungen como catalizadores de antiguas problemáticas (Fernández y Lemmi, 2018).

En las entrevistas nos mencionaron que desde 2015-2016 cada productora y productor entrega voluntariamente dinero a un fondo común para solventar los gastos de logística y movilización de las acciones que llevan adelante. Al mismo tiempo, recurren al nombramiento de delegados para las reuniones de planificación de las actividades.

 

Entonces cada uno ya nombra su delegado, un delegado, delegado... delegado suplente porque cualquiera tenía que ir a la reunión. Después tesorería porque se necesitaban recursos y había que recaudar fondos para… Nosotros tenemos un aporte mensual que hacemos digamos, porque tenemos mucho movimiento. Vamos a las marchas y tiene que haber recursos para pagar los micros, hacer banderas, pancartas. Todo eso es una logística muy grande y ya somos muchos. Cuando salimos a la primera marcha a Capital [Ciudad Autónoma de Buenos Aires] un micro, 60 [personas] salimos y después para la segunda marcha ya salimos cinco micros. Oh… somos muchos… Ahora somos 50 micros. (Johana, productora, MTE Rural)

 

Entre otras, esta modalidad práctica era común en los repertorios de acciones históricas de las organizaciones (Lemmi y Waisman, 2021). Para ilustrar su experiencia de aprendizaje en tareas de coordinación, un productor nos relató lo siguiente:

 

y, la verdad que en Bolivia fue mi iniciación. Mi padre era cacique en mi comunidad, así que yo soy el segundo de la familia. Mi padre empezó a darme algunas responsabilidades. (Esteban, productor, MTE Rural)

 

Esto representó una suerte iniciación en las tareas de actividades de coordinación. Sin embargo, lo anterior resulta una excepción en las entrevistas realizadas. La mayoría de los testimonios carecían de participación política en agrupamientos, es decir, tuvieron que aprender a gestionar las responsabilidades que implica formar parte de la organización. Constituirse como delegado o delegada conlleva también la representación de la demanda de sus pares y no solo la propia. La administración de esas tensiones es parte del aprendizaje que deben realizar.

En las organizaciones analizadas, un aspecto que rubrica la instancia de coordinación sucede con la creación de grupos de Whatsapp para estar en contacto. El encuentro inicial, cara a cara, se realiza en una quinta de algún productor anfitrión para compartir los diagnósticos y las posibles soluciones a sus demandas. A partir de un acuerdo mínimo, luego de la delegación de responsabilidades, se conforma un grupo de Whatsapp para mantenerse informados de las tareas a realizar:

 

Hicimos un grupo de Whatsapp y nos mandaban ahí, tal día la reunión, en tal quinta, qué biopreparados se van a hacer o de qué va a hacer la charla. (Emilia, productora, MTE Rural)

 

Estas grupalidades virtuales, que tuvieron como punto de inicio la gestión de una movilización, trasciende el objetivo fundacional convocante de la reunión y mutan hacia nuevas estrategias colectivas de solidaridad.

Se percibe un reconocimiento de la heterogeneidad de las disposiciones que es necesaria encuadrarla para gestionar los recursos y las demandas al Estado. Como vimos, los productores y las productoras relataron que su participación en organizaciones era nula en los años previos a 2015-2016. Ahora, parafraseando a Fernández y Lemmi (2018) para que nuevos actores hagan viejos reclamos es necesario que estos aprendan a participar. Para ello se requieren momentos de coordinación, construcción de confianza, asumir que los intereses colectivos serán representados, inventario de los recursos disponibles, planificación de escenarios, entre otras cuestiones. Se promueven las adhesiones y las responsabilidades que los productores y las productoras tendrán en su embrionaria participación dentro de una organización. Este proceso educativo, en el sentido amplio del término (Buenfil Burgos, 1992, 2019), implica la distribución de responsabilidades para sincronizar los esfuerzos y la contribución económica para llevar adelante las acciones planificadas.

 

 

 

Afinidades y reclutamiento

 

 

 

La llegada de los productores y las productoras a las organizaciones aconteció paulatinamente. Los eventos climáticos pudieron funcionar como aceleradores de este proceso. Productores que ya formaban parte de una organización salieron a reclutar a otros para que se integren. Se encargaron de interpelarlos, además de asumir un acompañamiento para que los nuevos se sintieran contenidos.

Los vínculos previos de proximidad entre quien ya participaba de la organización y los/as potenciales compañeros/as nuevos/as facilitaron el proceso. Este momento fundacional, para denominarlo de algún modo, echa a rodar el boca en boca para que se sumen personas interesadas. Las redes de parentesco y paisanazgo (Albó, 2003; Caggiano, 2012) son los principales motivos para integrarse a la organización. Es necesaria una confianza que allane el camino para quienes desconocen los mecanismos o recelan de la participación colectiva. Se trata de un pasaje que sólo dan los recién llegados a partir de las estrategias que esgrimen quienes ya tenían un vínculo, más o menos estable, con la organización. El proceso de interpelación se condensa como tal cuando se logra que otras personas adhirieran a la propuesta, se sientan reconocidas y comiencen a integrar algunas de las acciones de la organización de productores. Algunas de esas acciones son las asambleas, las movilizaciones o la elección de delegados con las que empiezan a familiarizarse.

La confianza dista de ser un valor absoluto, neutro, para sumar voluntades a las organizaciones de productores y productoras: tiene que ser puesta en acto, en relación, situarla para que intersubjetivamente se proyecten acciones colectivas. Comienzan por instar a sus familiares para que se sumen y recorren quintas para dialogar con productores acerca de los beneficios de pertenecer a una organización. En los testimonios relevados para este trabajo se observa la recurrencia de que las productoras son quienes más desplegaron estrategias de interpelación entre familiares mujeres. Las escenas que describen para promover la participación en la organización ocurren mientras comparten tareas de cuidado de sus hijas o hijos, como acompañarlos a la escuela. Mientras que los productores combinan salir a otras quintas para conversar con otros posibles compañeros:

 

Fuimos así, después salieron, salió el tema, bueno, ya de más lucha, encarando, se fue pasando de boca en boca, Osvaldo juntaba compañeros de Abasto. Y bueno, ahí nada, los compañeros les dijeron: “che... ¿me puedo sumar a su grupo?” Bienvenido sea. Así se iban sumando a distintas organizaciones. (Luis, productor, Nueva Esperanza)

 

Los/as productores/as comienzan a participar políticamente en este tipo de asociativismo acompañados por un familiar. El primer contacto sucede a partir de un vecino, sin embargo, el ingreso cabal y efectivo a una organización de productores se origina mediante el acompañamiento de un familiar. Una reunión o una asamblea son contextos desconocidos para quien no experimenta esta práctica. A partir del relato presentado de María, encontramos que el acompañamiento debe sostenerse con una trama afectiva que le morigere el impacto del ingreso para afirmarse subjetivamente. Una vecina la invitó (entrá a la organización, que es bueno), pero sólo accedió cuando su comadre ya lo había hecho. Se halla una relación entre la internalización de saberes políticos y los afectos (las relaciones de cordialidad y contención de los pares) que favorecen las disposiciones subjetivas para adherir a la interpelación que las organizaciones de productores están proponiendo a los recién llegados y refuerzan con quienes ya están dentro.

Cuando se profundiza en los testimonios comprobamos que los motivos de los ingresos son múltiples. Inicialmente, lo hicieron para obtener acceso a materiales y a subsidios para reparar los daños de los eventos climáticos. Luego se enteraron de los beneficios de otras políticas públicas que podían gestionar a partir de la organización. Por ejemplo, así lo describieron con el monotributo social:

 

tenías un monotributo que tenías que pagar todos los meses. Después ya en la organización supimos del social, bueno y nos cambiamos ahí. Ahí nos dimos de baja. (Susana, productora, Moto Méndez)

 

Además, las organizaciones relevadas tenían en común a la agricultura familiar y a la agroecología, como modalidades productivas que disputaban a la agricultura convencional. Esto también se presentó en un rasgo inédito y señalan que desconocían el propósito de la agroecología.

 

[Gustavo] Él fue el primero que animó acá a muchos, muchos, muchos grupos, eh. Bueno, y... igual él venía diciendo: “agroecología”, “agroecología”, “agroecología”. Y nosotros íbamos pensando, porque nunca la habíamos escuchado nosotros esa palabra. Entonces, como que, y bueno, agarré y le dije: ¿qué es agroecología? ¿de qué se trata? ¿qué es? ¡Yo tengo curiosidad! Quiero saber qué es lo que es. Porque él decía, bueno, está bueno para ustedes también para que no gasten también en remedios y todo eso. Ya él me tenía ya así, capacitánome para que yo pueda hacer biopreparados. Él venía acá a la quinta, me veía la quinta, y me asesoraba qué puedo hacer. (Susana, productora, Nueva Esperanza)

 

Este desconocimiento de la agroecología motivó que las organizaciones destinaran esfuerzos de capacitación para los productores y las productoras. Profesionales de la agronomía de organismos estatales (INTA, Ministerio de Desarrollo Agrario, Ministerio de Agricultura de la Nación, Universidad Nacional de La Plata) estuvieron al frente de los primeros talleres de agroecología (Díaz y Martínez, 2022; Martínez, 2023). Estos/as profesionales técnicos/as promueven la transición hacia una producción agroecológica y los encuentros de talleres son ocasiones para reunirse. Así es como se combinan instancias de reclutamiento de futuros integrantes para incrementar el caudal de miembros de la organización.

Este trabajo da sus frutos y es motivo de orgullo. Cuando la organización crece en el número de integrantes la satisfacción es evidente. Se enuncia como logro al señalar la cantidad de personas que se movilizan o en el número de micros que son necesarios para marchar hacia CABA cuando se realiza una protesta. La interpelación directa, producto de las visitas a las quintas, se materializa en el crecimiento de la organización y también se da una interpelación indirecta a partir del boca en boca entre productores con los cuales estos referentes no tuvieron un contacto presencial inmediato.

 

Luis [integrante de la organización] ya nos contaba cómo había charlas de cómo manipular los productos químicos que comprábamos en la agroquímica, qué daños nos traía...eh... qué nos perjudicaba. Capaz no en el momento, pero con el pasar del tiempo, siempre tenemos vamos a tener algún daño. Y así fuimos tocando temas, temas y... después ya fueron creciendo más. De diez pasamos a ser cincuenta, de cincuenta a cien, ciento cincuenta. Ahí ya era de boca en boca. O sea, aparecían gente y “no, me dijeron...” o se enteraban y venían solos. (Adrián, productor, MTE Rural)

 

Ocurre también que los/as productores/as que asistieron a estas capacitaciones en agroecología se transforman en los talleristas a otros integrantes de la organización. Eso llevó a que tuvieran que formarse para ello:

 

Pero cuando me dijeron entré en pánico. Igual estudiaba, me estudié todo, diversidad y todo eso, qué decir, planear. Lo tenemos que planear y cómo llevarlo a la clase. Es difícil. Encima eran muchos los compañeros que estaban interesados. (Susana, productora UTT)

 

El trabajo político de la organización promueve que sus integrantes se asuman como referentes de la misma y conjuntamente sean capaces de desplegar las referencias de interpelación hacia otros potenciales integrantes. Estas referencias, en este caso, aluden a dimensiones de la producción agroecológica (por ejemplo, las recetas para biopreparados). Para hacerlo ante sus pares debieron estudiar, planificar y ponerlo en acto para una clase. Tuvieron que asumir el rol de convertirse en formadores para otras personas.

La lógica de desarrollo del taller dictado por estos referentes consiste en explicar en diferentes encuentros los alcances de la agroecología. Generalmente, un delegado local oficiaba de presentador y luego los talleristas miembros de la organización empezaban con el desarrollo de la clase.

 

A los que fueron a Orán [Salta] les cambió la economía a una comunidad entera, no a una familia. Cuando se enteran los productores que sale la primer carga, el primer camión de bananas hacia los mercaditos y que se vendió todo y cobrar el precio que pusieron, se volvieron locos. Era como que no lo podían creer. Era un sueño hecho realidad. Y a la semana llamaba y el delegado que es de ahí de Orán gritando, viste, por Whatsapp y decía: “No, acá están todos locos. Tengo 150 familias acá en la puerta de mi casa que quieren ser parte de la UTT porque nos cambiaron la vida. Ves, nos cambiaron todo”. Y cada vez dice que hay más familias ahí y nos están esperando para dar más talleres a los nuevos que se sumaron y de un día para el otro hay 150 familias que les cambia la vida. (Daniela, productora hortícola UTT)

 

En este caso, los procesos de cambio se visualizan a partir de la percepción de una mejora económica, sobre todo cuando presentaron la dimensión de la comercialización que propone la agroecología. Vender la totalidad de su producción y al precio que le ponían ellos mismos era una experiencia inédita: se trataba de un sueño hecho realidad que provocó el deseo de formar parte de la organización de otros productores. La vinculación entre los talleres de agroecología y el reclutamiento de nuevos integrantes forma parte de un proceso de doble escala: la primera consiste en la mejora económica de las familias productoras; la segunda confluye en el crecimiento de la organización, a nivel nacional, que le permite engrosar el número de integrantes y obtener un mayor alcance territorial.

La certeza de una mayor cantidad de productores nucleados en una organización trasunta en ampliar las capacidades de peticionar con fuerza antes las autoridades estatales a las cuales reclamarle soluciones.

 

Así nos dimos cuenta que estando... uno individualmente va a tocar una puerta y ¿quién sos? […] Te miran [y te dicen] “atrás”. Estás solo. “Ah, esperá nomás, seguí”. (Antonio, productor, Nueva Esperanza)

 

El aumento de integrantes se traduce en un sentimiento de seguridad que refuerza la convicción de participar en un espacio colectivo. Se percibe una mística de compañerismo que cohesiona los vínculos ya establecidos, contiene a los que se inician y genera la confianza para construir otras relaciones en el futuro. Cuando los/as productores/as evocan los momentos donde eran sólo unas pocas voluntades, en el presente marcan el contraste con el crecimiento que manifestó la organización y los logros obtenidos. Tienen presente que si fueran un pequeño colectivo de una decena de personas sus peticiones no obtendrían respuestas favorables por parte de las clases dirigentes y las dependencias estatales. Ensanchar las organizaciones deviene en una mayor resonancia política, de amplificación de los reclamos y de la capacidad de presión mediante movilización o acciones de protestas numerosas. Conseguir recursos (un tractor, nylon, etc.) para la producción, como también compromisos por parte de funcionarios de gobierno, visibiliza la relevancia de la organización y los beneficios de formar parte.

 

 

 

Conflictos intrafamiliares

 

 

 

Las responsabilidades domésticas y las tareas de cuidado recaen en las mujeres productoras (Insaurralde y Lemmi, 2020). Los hombres aportan a la familia con su fuerza de trabajo, están eximidos de las tareas de cuidado y además pueden sostener acciones recurrentes en el interior de las organizaciones. Esa articulación entre lo productivo y lo público es un modo de agencia de los productores. El contraste marca la carga ideológica que se le imprime históricamente a la femineidad (Jelin, 2016; 2020), donde se evidencia la sobrexigencia hacia las mujeres y obstaculiza su participación pública.

También emerge la tensión de llevar adelante el ascenso de una organización de productores. Las múltiples tareas, combinadas entre lo productivo y la acción colectiva, marcan la ausencia de tiempo y el ritmo de trabajo al que están sometidos los productores y las productoras.

 

Cada 15 días nos juntamos, tenemos reuniones, planeamos cosas. Y mediante la cooperativa conseguimos algunas cosas, tenemos algunos tractores... Y así trabajamos. Y mucho... hay también... está complicado porque mucha gente no está cumpliendo como tiene que ser, viste. Hay que trabajar mucho. Hay que estar... Nosotros no tenemos tiempo. Tenemos que hacer en la quinta, tenemos que darnos tiempo para estar en la cooperativa, ir a un lado, a otro lado. Y se complica, viste. (Esteban, productor, MTE Rural)

 

La planificación de las acciones es sustancial para sostener la dinámica colectiva de la organización. Se obtienen recursos a partir de la coordinación entre los integrantes. Sin embargo, se perciben momentos donde hay incumplimientos por parte de algunos productores y eso resiente la organización. A la cotidianeidad del trabajo de producción en las quintas se le suma la intensidad necesaria para la gestión de la cooperativa, que requiere estar en varios lugares. Que haya mucha gente que no está cumpliendo como tiene que ser resiente la coordinación de tareas de los integrantes. La sobrecarga de tareas atenta contra los esfuerzos que deben asumirse de manera compartida y esto, si no es modificado, puede resentir las tramas solidarias de la organización. En algunas circunstancias, la gente que no cumple con las tareas encomendadas por el colectivo son sus propios familiares.

Por otra parte, el uso del tiempo es una cuestión sustancial. La planificación y la gestión de las organizaciones demanda acciones extras a las cotidianas. Dialogar, acordar, movilizar o reclamar no surgen espontáneamente, a participar se aprende mediante actos concretos. Hay que estar en esos contextos, desplazarse hacia otros para sostener la cohesión de la organización y lo anterior quita tiempo a las acciones a desarrollar en las unidades productivas.

En el caso de las mujeres se evidencia una clara tensión con el trabajo de la reproducción de la vida cotidiana. Las tareas de cuidado de sus hijas, hijos o familiares a cargo se suman a las del trabajo productivo y las del trabajo político en la organización. Por supuesto que existen mecanismos de colaboración intrafamiliar, solo que esas tareas se agregan unas a otras y desgastan a las mujeres que están al frente de las quintas.

 

Me hablaron de cómo era la organización y a mí me gustó participar, después entré de delegada, igual hicimos reuniones, para el 8 de marzo, de la mujer, y sí, me gustaba participar pero a la vez los dejaba muy abandonados a mis hijos. Porque tenía que ir y después del temporal se notaban más los gastos porque me iba en remis [vehículo de alquiler] o en micro y tardás más en el micro, no es lo mismo si te vas en remis y llegás de una y al irme en micro [colectivo] me perdía todo el día. Prácticamente todo el día porque las reuniones se hacían entre las 10 o 1 de la tarde, entonces en lo que me iba en el transcurso del micro, todo el día y al final notaba esa diferencia de dejar más abandonados a mis hijos. (Celia, productora, UTT)

 

En esa conjunción, entre tareas de cuidado y el trabajo político, los recursos económicos son centrales para tener continuidad. Por ejemplo, una mujer debe contar con dinero para tomar un remis que la traslada a la quinta donde se acordó una reunión, llevar con ella a sus hijos pequeños y regresar a su casa para que asistan a la escuela. Independientemente de la virtualidad para reforzar los acuerdos y las estrategias que ofrecen los grupos de Whatsapp, se requiere una presencialidad asamblearia para terminar de acordar acciones. Aquí se presenta un nuevo aprendizaje que consiste en la administración de los tiempos y los recursos destinados a las tareas intrafamiliares y aquellas que competen a la organización.

 

 

 

Conclusiones

 

 

 

En este artículo se describieron los motivos por los cuales algunos productores y productoras deciden agruparse y participar en una organización que los nucleara. Los motivos para hacerlo fueron heterogéneos, tales como la pérdida de materiales luego de temporales climáticos, el reclamo de canales de distribución, la discusión por la propiedad de las tierras, entre otros. Estos ingresos se produjeron a partir de la invitación que les hacen vecinos y familiares para que se animen a formar parte. Una vez que sortearon las incertidumbres comenzaron a asistir periódicamente a reuniones para coordinar acciones entre productores.

La participación política requiere que los/as productores/as atraviesen momentos de aprendizaje, sobre todo en aquellas cuestiones ocasionadas por las prácticas de agrupamiento y las tensiones que devienen de la coordinación de gestiones para responder a múltiples demandas. Así se familiarizan con saberes que tienen a las organizaciones como contextos de emergencia y deben ponerlos en relación a partir de la convivencia con otros pares. En este sentido, hasta 2015-2016, los testimonios relevados para este trabajo indicaron que no tenían una práctica de vinculación con organizaciones. Esto redundó en un posicionamiento ante situaciones inéditas, tales como aportar su mirada en reuniones o coordinar talleres de agroecología para otros productores. También comprendieron las dinámicas que implica el trabajo conjunto, su necesaria interrelación con los objetivos de la organización y, al mismo tiempo, a tramitar diferencias cuando esto no es compartido por otros integrantes.

 

 

 

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1 El MPP ya no existe como tal en el CHLP. Cambió su denominación al Movimiento de Trabajadores Excluidos Rural. En el 2023, sufrió un proceso de fragmentación que devino en dos organizaciones: MTE Rural y la Federación para la Producción y el Arraigo. Si bien los propósitos de este artículo son otros, resulta pertinente hacer esta aclaración para marcar el dinamismo de las organizaciones y las tensiones políticas que las atraviesan.

2 Este artículo se realizó en el marco de los siguientes proyectos de investigación: Habitar el periurbano. Experiencias, movilidades y circuitos en un espacio heterogéneo (PICT 2864) dirigido por Sergio Caggiano, y Articulaciones estratégicas entre comunicación/ educación: producción de saberes, innovaciones tecnológicas y políticas públicas en ámbitos educativos (10003178-11/P355) dirigido por Paula Morabes.

3 Los nombres de las personas entrevistadas fueron reemplazados por otros ficticios. Sin embargo, se mantiene la afiliación real a la organización a la que pertenecen.

4 Estas afirmaciones forman parte del documento de las organizaciones para la convocatoria a dicha movilización (fuente: https://ctabuenosaires.org.ar/2019/10/16/la-cta-a-la-plata-ensenada-movilizo-exigiendo-soluciones-ante-el-desastre-climatico/).