ESPACIO EDITORIAL  
TRAMAS SOCIALES • N° 06 | ISSN: 2683-8095  
La promesa del conocimiento:  
Reflexiones sobre la  
transformación social desde la  
Universidad Pública1  
Con el comienzo del iluminismo se genera la idea de un mundo mejor, se  
dejaba la oscuridad y comenzaba a situarse el pensamiento, las artes y la  
ciencia como vehículos de la razón, la libertad, la dignidad en el inicio de  
una etapa de una humanidad que parecía perfeccionarse de manera con-  
tinua.  
Desde aquellos tiempos, importantes transformaciones se sucedieron en  
términos sociales, culturales, intelectuales, académicos y un apartado es-  
pecial reservo para el campo político. Y es que lo político se daba como que  
iba de suyo, que acompañaría el progreso indefinido que se vislumbraba.  
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Palabras alusivas expresadas por el Director del Departamento de Sociología en el marco  
del Acto de Apertura del Ciclo Lectivo 2024. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Na-  
cional de San Juan.  
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Posiblemente sea momento de desnaturalizar este  
acompañamiento permanente, de nosotros depende  
hacerles saber a cada uno de nuestros representantes  
sobre el valor de la educación en nuestro proceso civi-  
lizatorio. A la etapa relatada anteriormente le sucede  
el surgimiento del Estado, figura que emerge como  
garante de una sociedad que demandaba condiciones  
semejantes para todos los actores que la conforma-  
ban.  
contando la historia de nuestro país o, mejor dicho, de  
nuestra provincia, más cercano aún de nuestra Facul-  
tad de Ciencias Sociales.  
Nuestra universidad pública, laica y gratuita, como  
parte de un sistema que se extiende en toda la geogra-  
fía nacional, nos da un mensaje imposible de desoír.  
Como la mayoría sabe me formé en esta Facultad y es-  
pecíficamente en la Carrera de Sociología, es de suyo  
que puedo apelar a las estadísticas para argumentar  
una posición. Éstas exponen que en el año 2020 la Ar-  
gentina ocupaba el segundo lugar de toda América en  
estudiantes que recibían el primer título universitario  
en su historia familiar. Es decir, entre los 35 países que  
conforman las tres Américas, nuestro injustamente  
maltratado sistema universitario, responde con un  
escenario de ensueño hace pocas décadas atrás, y aún  
en contextos de crisis económicas. Por cada 10.000  
habitantes, 701 recibirán la certificación que garanti-  
za el acceso a las herramientas legítimas y potenciales  
transformadoras de realidades sociales. Todavía nos  
queda un viaje extenso, pero estamos en ello y no cabe  
dudas que lo estamos haciendo bien.  
Y entre algunos tropiezos e incontables luchas venci-  
das, ese Estado, con interrupciones, desafíos y muchas  
vidas que solo vieron pasar la modernidad arriba de  
una carreta tirada por un enflaquecido alazán, fue  
conformándose la educación como el principal cimien-  
to de una organización social que tenía muy poco por  
perder, o mejor, que tenía casi nada, solo esperanzas  
para sus hijos, nietos o bisnietos.  
Nuestra Argentina se inscribió en este proceso. Distin-  
tos gobiernos con diferentes signos políticos desarro-  
llaron tanto organizaciones sociales como las ilusiones  
y esquemas personales de importantes grupos de acto-  
res, las últimas mucho más generalizadas y, por lo mis-  
mo, demandantes de un tiempo futuro que justificara  
el duro tránsito de aquel presente.  
La universidad, nuestra universidad, se tornó en las  
últimas décadas, posiblemente, en el único escenario  
que realmente permite escapar de los márgenes, del  
olvido, del hambre, garantizando el camino a un espa-  
cio social diferente, a ser parte de un grupo, por suerte  
cada vez menos selecto, como ciudadanos con reales  
derechos y posibilidades.  
La demanda tenía forma, márgenes, colores y estruc-  
tura, solo faltaba nombrarla y, por supuesto, concretar-  
la. Primero fue la escuela, ese simple lugar que abría  
una puerta a otra dimensión, dimensión que era rela-  
tada, paradójicamente, de hijos a padres, de nietos a  
abuelos, y que lamentablemente muchos de aquellos  
actores ni siquiera podían imaginárselo.  
Y, paradójicamente, la universidad se conforma de es-  
casas dimensiones o factores que intervienen para se-  
mejante transformación; el nuevo agente debe incor-  
porar: conocimiento, compromiso social y humanismo  
para transformar el escenario social y convertirse en  
agente activo.  
Pero justamente fueron esos actores, esos padres anal-  
fabetos de manos llenas de tierra, con los ojos rojos de  
viento zonda, con arrugas de un sol seco que desafiaba  
el sendero de las gamelas, quienes primero entendie-  
ron que el camino era tan largo y espinoso que segura-  
mente ellos no lo experimentarían, quizás ni siquiera  
serían testigos.  
Nuestros seis departamentos, dos institutos, gabine-  
tes, una planta docente de excelencia académica, una  
comunidad de personal administrativo y apoyo a la  
docencia y servicios generales enfocados en el mismo  
proyecto, nos permite construir una organización ad-  
ministrativa y de gestión que diariamente garantiza  
que la Facultad con más estudiantes de nuestra queri-  
da UNSJ, accedan a la magia, al encanto desafiante de  
la transformación.  
Pobres de objetos y posesiones, pero ricos en proyeccio-  
nes y sueños, con un desapego incomprensible para la  
lógica que pretenden imponer los medios hegemónicos  
en la actualidad; esos analfabetos, o permítanme nom-  
brarlos con el respeto que merecen, creadores de pro-  
yectos, habitantes desconocidos e invisibilizados pero  
generadores de futuro, comenzaron a profesar que  
solo existía un lugar posible para la transformación de  
sus descendientes: la educación. Y no estoy más que  
Y es que, como institución transformadora, no se per-  
cibe en una foto esta potencialidad, deberíamos ver  
la película, los diferentes fotogramas dirían nuestros  
Carelli  
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vecinos comunicadores para apreciar la magnitud del  
cambio estructural.  
tudios, a buscar en la biblioteca un libro, una revista,  
algo que nos arroje una clave. Pero esta clave no es una  
más, es la combinación que abre puertas y que permite  
obtener el pasaje hacía un destino soñado, y a veces ni  
siquiera lo pueden soñar.  
Es imposible pensar San Juan sin la universidad, o me-  
jor hagamos el esfuerzo e imaginemos ese apocalíptico  
escenario. En primer término, la existencia de un es-  
cueto aparato productivo sin valor agregado, segura-  
mente sin industria, sin la posibilidad de espacios cul-  
turales genuinos, sin ciencia, y por esto, sin generación  
de conocimientos, sin reflexión crítica, arrojados a los  
designios de un grupo reducido de gerentes del poder  
que, por su misma ignorancia, desconocerían el valor  
de extender el saber al pueblo.  
Esta clave es el conocimiento que transita y nos palmea  
día a día, en cada clase, cada exposición, curso, mono-  
grafía, práctica, o examen final. El conocimiento como  
actor de nuestros pasillos y aulas; perdón por mi falta  
de respeto, debo rectificarme, es el único dueño de esta  
casa de altos estudios, es quien les da la bienvenida y  
nos insta a adoptarlo por el resto de sus vidas.  
Es la ruptura con la lógica del sentido común lo que nos  
fortalece. La universidad no trasmite un saber más, es  
formadora de saberes complejos pero a la vez necesa-  
rios, de escenarios sociales planificados según esque-  
mas científicos probados y eficientes.  
Para finalizar podemos preguntarnos, ¿para qué nece-  
sitemos de la compañía del conocimiento existiendo  
satisfacciones inmediatas? Solamente para que no sea  
en vano los ojos rojos, las manos curtidas, la piel daña-  
da y los sueños inconclusos de nuestros padres y abue-  
los, aquellos que siendo analfabetos resultaron sabios  
al aferrarse a la promesa de la transformación que les  
brindaba alguien a quien no conocían en persona, pero  
igual confiaron ciegamente, alguien que alguna vez es-  
cucharon que se llamaba conocimiento.  
Creo, mejor digo, estoy seguro, que no debo ahondar  
más en la fundamentación de la necesidad y lugar que  
ocupa esta organización social llamada universidad,  
es momento de dar la bienvenida a las y los ingresan-  
tes, a incentivar a nuestros estudiantes a continuar en  
el camino de la transformación, aún ante contextos  
complejos; a proyectarse, a demandar a cada docente  
una segunda explicación, a transitar pasillos, a vivir  
atardeceres, a madrugar en compañía del grupo de es-  
José Carelli  
Director Editorial  
Carelli  
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