ESPACIO EDITORIAL
TRAMAS SOCIALES • N° 06 | ISSN: 2683-8095
Posiblemente sea momento de desnaturalizar este
acompañamiento permanente, de nosotros depende
hacerles saber a cada uno de nuestros representantes
sobre el valor de la educación en nuestro proceso civi-
lizatorio. A la etapa relatada anteriormente le sucede
el surgimiento del Estado, figura que emerge como
garante de una sociedad que demandaba condiciones
semejantes para todos los actores que la conforma-
ban.
contando la historia de nuestro país o, mejor dicho, de
nuestra provincia, más cercano aún de nuestra Facul-
tad de Ciencias Sociales.
Nuestra universidad pública, laica y gratuita, como
parte de un sistema que se extiende en toda la geogra-
fía nacional, nos da un mensaje imposible de desoír.
Como la mayoría sabe me formé en esta Facultad y es-
pecíficamente en la Carrera de Sociología, es de suyo
que puedo apelar a las estadísticas para argumentar
una posición. Éstas exponen que en el año 2020 la Ar-
gentina ocupaba el segundo lugar de toda América en
estudiantes que recibían el primer título universitario
en su historia familiar. Es decir, entre los 35 países que
conforman las tres Américas, nuestro injustamente
maltratado sistema universitario, responde con un
escenario de ensueño hace pocas décadas atrás, y aún
en contextos de crisis económicas. Por cada 10.000
habitantes, 701 recibirán la certificación que garanti-
za el acceso a las herramientas legítimas y potenciales
transformadoras de realidades sociales. Todavía nos
queda un viaje extenso, pero estamos en ello y no cabe
dudas que lo estamos haciendo bien.
Y entre algunos tropiezos e incontables luchas venci-
das, ese Estado, con interrupciones, desafíos y muchas
vidas que solo vieron pasar la modernidad arriba de
una carreta tirada por un enflaquecido alazán, fue
conformándose la educación como el principal cimien-
to de una organización social que tenía muy poco por
perder, o mejor, que tenía casi nada, solo esperanzas
para sus hijos, nietos o bisnietos.
Nuestra Argentina se inscribió en este proceso. Distin-
tos gobiernos con diferentes signos políticos desarro-
llaron tanto organizaciones sociales como las ilusiones
y esquemas personales de importantes grupos de acto-
res, las últimas mucho más generalizadas y, por lo mis-
mo, demandantes de un tiempo futuro que justificara
el duro tránsito de aquel presente.
La universidad, nuestra universidad, se tornó en las
últimas décadas, posiblemente, en el único escenario
que realmente permite escapar de los márgenes, del
olvido, del hambre, garantizando el camino a un espa-
cio social diferente, a ser parte de un grupo, por suerte
cada vez menos selecto, como ciudadanos con reales
derechos y posibilidades.
La demanda tenía forma, márgenes, colores y estruc-
tura, solo faltaba nombrarla y, por supuesto, concretar-
la. Primero fue la escuela, ese simple lugar que abría
una puerta a otra dimensión, dimensión que era rela-
tada, paradójicamente, de hijos a padres, de nietos a
abuelos, y que lamentablemente muchos de aquellos
actores ni siquiera podían imaginárselo.
Y, paradójicamente, la universidad se conforma de es-
casas dimensiones o factores que intervienen para se-
mejante transformación; el nuevo agente debe incor-
porar: conocimiento, compromiso social y humanismo
para transformar el escenario social y convertirse en
agente activo.
Pero justamente fueron esos actores, esos padres anal-
fabetos de manos llenas de tierra, con los ojos rojos de
viento zonda, con arrugas de un sol seco que desafiaba
el sendero de las gamelas, quienes primero entendie-
ron que el camino era tan largo y espinoso que segura-
mente ellos no lo experimentarían, quizás ni siquiera
serían testigos.
Nuestros seis departamentos, dos institutos, gabine-
tes, una planta docente de excelencia académica, una
comunidad de personal administrativo y apoyo a la
docencia y servicios generales enfocados en el mismo
proyecto, nos permite construir una organización ad-
ministrativa y de gestión que diariamente garantiza
que la Facultad con más estudiantes de nuestra queri-
da UNSJ, accedan a la magia, al encanto desafiante de
la transformación.
Pobres de objetos y posesiones, pero ricos en proyeccio-
nes y sueños, con un desapego incomprensible para la
lógica que pretenden imponer los medios hegemónicos
en la actualidad; esos analfabetos, o permítanme nom-
brarlos con el respeto que merecen, creadores de pro-
yectos, habitantes desconocidos e invisibilizados pero
generadores de futuro, comenzaron a profesar que
solo existía un lugar posible para la transformación de
sus descendientes: la educación. Y no estoy más que
Y es que, como institución transformadora, no se per-
cibe en una foto esta potencialidad, deberíamos ver
la película, los diferentes fotogramas dirían nuestros
Carelli
La promesa del conocimiento: Reflexiones sobre la transformación social... | 8 - 10
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