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Agüero Molina
TRAMAS SOCIALES | Nº 01 | Año 01 | ISSN 2683-8095
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EL ANÁLISIS GENÉTICO DE IDEOLOGÍAS
COMO ABORDAJE METODOLÓGICO DEL DISCURSO.
Agüero Molina, Myriam Gabriela
1
.
1.IISE-FACSO-UNSJ. Es Licenciada y Profesora en Sociología
(2017-UNSJ). Investigadora en proyecto interno “Las
prácticas represivas en la etapa 1974-1978 en San Juan
(IISE-FACSO). Profesora Adjunta en la cátedra Sociología
de las carreras Licenciatura en Ciencias Políticas (FACSO-
UNSJ) y Tecnicatura en Administración Pública (FACSO-
UNSJ). Profesora titular en el nivel medio de las materias
Problemáticas Sociológicas Contemporáneas y Educación
en Diversos Contextos Sociales. Correo electrónico de
contacto: gabiagueromolina@hotmail.com
Resumen
El objetivo de este artículo es caracterizar una
metodología de análisis de discurso (AD) el análisis
genético de ideologías (AGI), para su aplicación en
el tratamiento de datos cualitativos en las Ciencias
Sociales y especícamente, en la Sociología.
El discurso remite a un trabajo social de producción
inter-discursivo del sentido, a través del cual los seres
humanos construyen redes simbólicas en cuanto
matrices de percepción y acción. Como tal, se produce
y reproduce en determinadas condiciones sociales,
generando signicados que pueden contradecir e
incluso esconder otros signicados.
Recepción: 27/07/2018 | Aceptación: 16/09/2018
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Superando los análisis lingüísticos y gramaticales del
discurso, que lo reducen a sus estructuras textuales,
esta metodología pone en relación los dos niveles de
exterioridad del mismo: un nivel supercial, donde
los productores utilizan operaciones ideológicas para
construir signicaciones y, otro profundo, que remite la
comprensión del discurso a las circunstancias sociales
en las que emerge. Aplicando técnicas como el análisis
de contenido, se construye un sistema de categorías
que, posteriormente, será esquematizado en cuadros
semióticos y esquemas actanciales.
Lo anterior, ejemplicando la utilización de esta
metodología en un caso de análisis de noticias
periodísticas referidas al discurso de la subversión en la
provincia de San Juan a mediados de los años setenta.
Palabras claves
Metodología cualitativa // Discurso // Proceso ideológico.
The genetic analysis of ideologies as
a methodological approach to discour-
se.
Summary. The objective of this article is to characterize
a methodology of discourse analysis (AD) the genetic
analysis of ideologies (AGI), for its application in the
qualitative data treatment in Social Sciences and
specically, in Sociology.
The discourse refers to a social work of interdiscursive
production of meaning, through chicha human beings
construct symbolic networks as matrices of perception
and action. As such, it is produced and reproduced in
certain social conditions, generating meanings that can
contradict and even hide other meanings.
Overcoming the linguistic and grammatical analyzes of
discourse, which reduce it to its textual structures, this
methodology relates the two levels of exteriority of the
same: a supercial level, where producers use ideological
operations to construct meanings and another deep one
that refers the understanding of discourse to the social
circumstances in which it emerges. Applying techniques
such as content analysis, a system of categories is
constructed that, later, will be schematized in semiotic
pictures and actantial schemas.
The foregoing, exemplifying the use of this methodology
in a case of analysis of news stories referring to the
discourse of subversion in the province of San Juan in
the mid-seventies.
Keywords.
Qualitative methodology // Discourse // Ideological process.
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1. Introducción.
Los estudios sobre el lenguaje fueron inaugurados por la
perspectiva lingüística a principios del siglo XIX. Haciendo
abstracción –en lo posible– de variables y circunstancias
externas a la propia lengua, esta perspectiva estudia el
lenguaje en sí mismo, sus estructuras fundamentales
como su origen y evolución.
La lingüística estructural iniciada por Ferdinand de
Saussure, introduce la distinción fundamental entre
“lengua” y “habla”, concibiendo a la primera como
el sistema de signos disponible en una comunidad
lingüística, reduciendo el habla a un acto individual en el
que el sujeto hace un uso selectivo y diferencial de aquel
sistema. De esta manera, “todo sentido o contenido
de un elemento de lenguaje que no sea reductible al
sistema, está excluido de él y asignado a la libertad
combinatoria del sujeto en el acto de hablar” (Pizarro,
1979, p. 46).
La interrogación sobre las relaciones entre el discurso
y las condiciones de producción son irrelevantes,
porque el análisis del habla se reduce a la identicación
de un encadenamiento sintáctico de las frases que la
componen. La lingüística, que se limita al estudio de
la frase, excluye toda posibilidad de tener en cuenta la
situación social en que ésta emerge.
En el terreno de las Ciencias Sociales, aparecen métodos
de inspiración lingüística a mediados de la década del
cincuenta, siendo el principal antecedente el artículo
del lingüista estadounidense Zellig Harris, publicado
en 1952 bajo el título “Análisis del Discurso”. Desde
una perspectiva novedosa, el análisis de Harris plantea
la identicación de equivalencias entre segmentos
discursivos enmarcados en un mismo contexto, para
lo cual era necesario tener en cuenta el “sentido” de
las frases que iban a ser reducidas. Lo anterior trajo a
discusión la noción de “sentido” del discurso en relación
a determinados contextos de habla.
Esta perspectiva que relacionaba texto y contexto, se
tradujo en el análisis sociológico, en dos concepciones de
discurso como de su eventual tratamiento metodológico
(Pizarro, 1979): la primera –en consonancia con el
postulado lingüístico– concibió al discurso como un acto
en el que el sujeto expresa libremente orientaciones
normativas que le conguran, reduciendo su tratamiento
al análisis de contenido textual; en tanto que la segunda
concepción, denió al discurso en cuanto un producto
social –y no como acto individual– resultante de un
proceso de producción socialmente determinado. Dado
que el discurso sólo podía denirse en la estructura
social, emergía condicionado por ella. Así, “el individuo
ve sus actos determinados por la especíca posición que
ocupa en las redes de relaciones sociales, su discurso
aparece como determinado también por esta posición
social” (Pizarro, 1979, p. 54).
Desde sus correspondientes paradigmas, la primera
concepción corresponde a la sociología estructural-
funcionalista de Talcott Parsons, en tanto que la
segunda, a la sociología marxista y a sociologías
denominadas “críticas” (Valles, 1999).
A nes de los años sesenta y a comienzos de los
setenta, debido al creciente aumento de las inuencias
recíprocas y la integración de diferentes disciplinas,
emerge de forma más o menos independiente, una
nueva disciplina del texto o de los estudios del discurso.
El lingüista Teun van Dijk dene el AD como “un campo
de estudio nuevo, interdisciplinario, que ha surgido a
partir de algunas disciplinas de las humanidades y de
las ciencias sociales, como la lingüística, los estudios
literarios, la antropología, la semiótica, la sociología
y la comunicación oral” (van Dijk citado en Valles,
1999, p. 371). Este análisis transdisciplinario conjuga
la descripción textual y contextual del discurso,
complementando el análisis estructural de textos,
especialmente narrativos, con la descripción de las
dimensiones sociales y culturales del uso del lenguaje.
El interés de este análisis incluye desde los textos jos y
escritos hasta los discursos orales y dialógicos del habla,
en una variedad de situaciones sociales, principalmente
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informales, como las leyes, el discurso ocial, los libros
de texto, las entrevistas, la publicidad y el discurso
periodístico.
Integrando la pluralidad de desarrollos teóricos y
metodológicos, existentes dentro y fuera de las Ciencias
Sociales, las metodologías semiótico-estructurales y del
AD, pueden clasicarse en: la arqueología epistémica de
Foucault, el AD anglosajón, la lingüística del discurso de
Roland Barthes y la semiótica narrativo-discursiva de
Algirdas Greimas (Valles, 1999). En el mismo sentido,
Ramírez Peña (2007) explica que la aplicación de los
métodos del AD, se ha constituido en un campo con
importantes académicos, quienes lo han denominado
como “análisis crítico del discurso”, con la presencia
de Teun van Dijk, Norman Fairclough, Ruth Wodak,
Siegfried Jäger, Ron Scollon y Michel Meyer, entre otros.
Los métodos utilizados por AD son generalmente
cualitativos e implican variadas actividades, entre las
que pueden resaltarse: la descripción detallada de las
estructuras y estrategias de los discursos escritos o
hablados, en niveles como sonidos y estructuras visuales
y multimedia; la sintaxis (estructuras formales de las
oraciones); la semántica (las estructuras del sentido
y de la referencia); la pragmática (los actos de habla);
la interacción y la conversación como las relaciones
de todas esas estructuras con los contextos sociales,
políticos, históricos y culturales.
El siguiente artículo caracteriza el AGI en cuanto
una metodología de AD, que combina el análisis de
contenido clásico y la teorización marxista sobre las
ideologías. Para hacer operativa esta concepción de lo
social y lo discursivo, se utiliza “como mediación entre
la estructura social y la estructura discursiva, la noción
de ideología, asociada a la de clase social” (Pizarro,
1979, p. 114). La ideología se dene como la estructura
generadora de prácticas signicantes (Fernández,
1986), por medio de operaciones simbólicas metafóricas
y metonímicas. Éstas pueden esquematizarse en
diferentes cuadros semióticos y esquemas actanciales
propuestos por Greimas (Valles, 1999).
2. La construcción discursiva de la realidad.
En su libro titulado “Teoría del símbolo: un ensayo de
antropología cultural”, Nobert Elias argumenta que
la estructura de las diversas lenguas existentes está
determinada por su función social como medio de
comunicación (Elias, 1994). En este sentido, explica
que en todas las sociedades existe un fondo común de
experiencias y de conocimiento, pero que cada una de
ellas discrepan en cuanto al contenido y alcance de su
conocimiento. Esta discrepancia deja al descubierto que
algunas sociedades poseen representaciones simbólicas
de objetos de conocimiento que pueden llegar a carecer
otras. Del mismo modo, las sociedades desconocen lo
que no tiene representación simbólica en su idioma.
Elias (1994) señala la existencia de una red de
representaciones simbólicas construidas por el hombre
que hace de intermediaria para el entendimiento y que
sólo se materializa con ayuda de procesos de aprendizaje
social. De esta manera, el signo –apartado de su vida
social y recluido al ámbito del sistema de la lengua–
carece de “sentido”, ya que la dimensión signicativa
del signo se resuelve sólo instalado en la vida social.
En el núcleo de esta praxis social, el lenguaje adquiere
su doble potencialidad de signicación fundamental:
por un lado, es capaz de nombrar al mundo, y por otro,
es capaz de instaurar realidades en ese mismo mundo
que nombra.
El hombre ha diseñado una red de estructuras simbólicas
que le han permitido sobrevivir en el mundo: el arte, el
mito, la religión, la ley, no son otra cosa que intentos de
supervivencia. Es en este intercambio discursivo, donde
los seres humanos se conguran recíprocamente,
construyen identidades personales y comunitarias
atravesadas por el lenguaje, con el que aprenden a
actuar, a valorar y a pensar.
En esta línea, el sociólogo y semiólogo argentino
Eliseo Verón –autor de obras pioneras en el campo de
la semiótica y el análisis del discurso– utiliza el término
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de “semiosis social” para designar el espacio donde
los seres humanos construyen la realidad de lo social
ya que, el mínimo acto en sociedad de un individuo
supone la puesta en práctica de un encuadre cognitivo
socializado (Verón, 1980).
Dene el discurso no sólo como la materia lingüística y
textual sino, como “todo fenómeno de manifestación
espacio-temporal del sentido, cualquiera sea el soporte
signicante” (Verón, 1980, p. 1). Por lo que el ser humano
forma parte de un trabajo social de producción del
sentido, el cual se maniesta nalmente como investido
en una materia, bajo la forma de un “producto”.
La realidad se construye socialmente, no está dada
por fuera de la circulación del sentido. Un fenómeno
de sentido, una signicación, no tiene un origen en la
persona, en el sujeto. El origen del sentido se da en la
sociedad y circula por ella, adoptando distintas formas a
medida que se va transmitiendo. Entonces, esta red de
signicaciones se va complejizando al pasar el tiempo
y en distintos espacios, volviendo indeterminada la
posibilidad de prever la circulación de los discursos en la
sociedad (Verón, 1980).
Teun van Dijk entiende el discurso en cuanto producción
simbólica, que tiene un orden y una coherencia y que
es producido, en el marco de una interacción en el que
el emisor legitima “su” mundo (Van Dijk y Mendizábal,
1999). Constituye de este modo, una producción social
a través de la cual los grupos sociales intercambian y/o
confrontan sus realidades y consolidan sus concepciones
en la vida diaria.
El discurso es nalmente, “toda expresión del lenguaje,
relativamente autónoma en su signicante, reconocida
como parte de un proceso de construcción de sentido por
su relación con alguien productor, con un destinatario
preestablecido y con un saber referido” (Ramírez Peña,
2007, p. 65).
El discurso es una práctica que involucra saberes de
diversa naturaleza: conceptuales y proposicionales, de
imágenes, y de combinación de imágenes y conceptos.
Esta diversidad de constitución de saberes en el
discurso ha generado una especie de “clasicación” de
los mismos. El discurso moderno aparece como aquel
técnico-cientíco que se caracteriza por las relaciones
entre proposiciones y conceptos; el discurso práctico-
cotidiano utilizado en la vida diaria y cuyos contenidos
son de permanencia transitoria; el discurso literario
que incluye contenidos con características de imágenes
poéticas, etc. Lo anterior constituye una forma de
esquematizar grandes grupos de producciones,
pero en la práctica se presenta una gran variedad de
construcciones discursivas mixtas o con características
muy especícas, cuyo proceso de clasicación puede
resultar complejo.
Ahora bien, discurso y texto no son idénticos: éste último
constituye la reducción del discurso a su contenido o
signicado. “Es una abstracción o separación de todas
las indicaciones de contenidos sobre los productores o
presupuestos asumidos en la relación con el interlocutor”
(Ramírez Peña, 2007, p. 67). En efecto, todo texto está
incluido y se maniesta a través de un discurso.
En este sentido, es preciso concentrarse en los
fenómenos detrás del texto, haciendo hincapié en las
relaciones entre el discurso y la sociedad, examinarlo
en las condiciones auténticas de su producción y
reproducción, ya que ese signicado puede esconder
o incluso contradecir otros signicados, propios
de su situación de comunicación y de la acción
pretendida. Optar por el discurso como alternativa
de interés teórico es reconocer y hacer explícitas las
contradicciones entre las voces propias de la acción o
la práctica social concreta. El consecuente énfasis debe
basarse en las contradicciones subjetivas y culturales
unicadas en la apariencia (Ramírez Peña, 2007). Así,
las investigaciones sobre el mismo versan sobre la
búsqueda de las contradicciones entre los discursos
implícitos y explícitos, descifrando los “ocultos” con
funciones estratégicas.
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3. Las condiciones de producción y reproducción
del discurso.
Las experiencias diarias están mediadas por las redes
simbólicas construidas por el hombre para sobrevivir,
en cuanto matrices para la percepción y la acción. En
esta compleja red “se disputa, se debate y se delimita la
posibilidad del sentido como así también el resultado de
operaciones, juegos y rituales que caracterizan a cada
ámbito del quehacer humano” (Elías, 1994, p. 37).
La profusión de estas redes ha producido un hecho
crucial para la experiencia en el mundo: el ser humano
carece de la experiencia directa con el mismo. De este
modo, todo discurso –en cuanto producción social del
sentido– forma parte de una red inter-discursiva, siendo
el punto de pasaje de un doble sistema de relaciones:
las que hacen a la producción, y las que hacen al
reconocimiento del discurso (Verón, 1980).
El sistema de relaciones de un discurso con sus
condiciones de producción lo constituye la “ideología”.
Las mismas reeren a las condiciones económicas,
políticas y sociales en las cuales se producen y
reproducen los discursos. Por lo que lo ideológico no
designa un tipo de discurso, sino una dimensión de
todo discurso: “aquella determinada por la relación
entre las propiedades discursivas y sus condiciones de
producción” (Verón, 1980, p. 2).
El sistema de relaciones de un discurso con sus
efectos se denomina poder. Éste último constituye
un concepto relacional: “el poder de un discurso sólo
puede manifestarse bajo la forma de un efecto, es decir,
bajo la forma de otra producción de sentido, de otro
discurso” (Verón, 1980, p. 2). La consecuencia de este
efecto se fundamenta en la descripción de la realidad
como la única posible, presentándose como un discurso
“absoluto”.
El discurso religioso como el político constituyen
discursos absolutos, pero, éste último, a diferencia
del religioso, contiene el reconocimiento explícito de
la existencia de otros discursos del mismo tipo. Por lo
que la tarea esencial del discurso político consiste en
la aniquilación de esos discursos “otros” que deben ser
exhibidos, en cierto modo, como radicalmente falsos
(Verón, 1980).
Colocando en el centro del análisis la dimensión
ideológica de todo discurso, es preciso preguntarse
sobre las formas que adquiere este proceso, sobre la
manera en que el discurso emerge como producto con
un sentido social, en estrecha relación con el contexto
estructural y de coyuntura de una sociedad.
Los aportes del marxismo clásico constituyen un punto
de partida irrenunciable para pensar las prácticas
ideológicas. En la obra “La Ideología Alemana”
(1845) Marx y Engels sentaron las bases para una
concepción materialista de las ideas, rompiendo con las
interpretaciones idealistas de la historia desconectada
de los procesos sociales.
En esta línea desarrollan su tesis principal: “no es la
conciencia la que determina la vida, sino la vida la
que determina la conciencia” (Marx y Engels, 1985,
p. 26), por lo que los hombres son productores de
sus representaciones, de sus ideas, pero se hallan
condicionados por un determinado modo de producción,
por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas en
ese momento alcanzado. En este sentido, la ideología
es “conciencia falsa” surgida de manera espontánea,
inconsciente y determinante de las condiciones
materiales de vida.
Posteriormente, colocando el problema de la
dominación y de la lucha de clases en el centro de una
discusión sobre las ideologías, Marx en el Tomo I de “El
Capital” (1971), a través del concepto de “fetichismo de
la mercancía” pone en evidencia uno de los momentos
fundamentales de este proceso ideológico, la atribución
por parte del hombre de facultades extraordinarias a las
cosas, desconociendo por lo mismo, el ser producto del
propio trabajo humano.
Cada modo de producción tiene su propio modo
de aparecer, de presentarse como resultado de la
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misma organización social de la producción. En
las sociedades capitalistas se produce una ruptura
interna entre las relaciones sociales y el modo en que
son experimentadas. Mientras en el feudalismo, la
dependencia personal del siervo respecto del señor
feudal era la característica básica de las relaciones de
producción y no había necesidad que el trabajo y sus
productos asumieran una forma “fantástica”, “el paso
al modo de producción capitalista constituye el paso
de la transparencia al fetichismo y la misticación,
ocultando lo que realmente son relaciones materiales
entre personas en relaciones sociales entre cosas” (De
Espinoza et alter, 1994, p. 78).
El fetichismo, en cuanto forma de cosicación, constituye
un proceso por el cual los hombres conciben las relaciones
sociales como “cosas naturales” dotándolas de voluntad
independiente de la actividad humana (Casas, 2008). En
palabras de Taussig este proceso “denota la atribución
de vida, autonomía, poder y dominación a objetos de
otra forma inanimados” (Taussig, 1993, p. 46). Como
consecuencia, los hombres se subordinan a las mismas
cosas que ellos han producido.
Desde esta concepción teórica marxista, los actos del
individuo se ven condicionados por la posición que ocupa
en la estructura clasista y, por lo tanto, su producción
discursiva se encuentra condicionada por la misma. En
un mutuo condicionamiento entre estructuras sociales
y estructuras mentales se “dene la percepción del
mundo social a través de sistemas simbólicos” (Casas,
2008, p. 56). Estos sistemas simbólicos constituyen las
ideologías.
El condicionamiento que se produce entre las
estructuras sociales y las estructuras mentales no es
un condicionamiento unidireccional si no que, “existe
un constante proceso de condicionamiento-reacción
activa entre ambas estructuras” (Casas, 2008, p. 57).
De este modo, las estructuras mentales derivan de las
estructuras sociales, pero aquellas a su vez, conforman
espacios propios en cuanto sistemas simbólicos que
actúan sobre el mundo social.
La internalización de las estructuras sociales en las
estructuras mentales se produce a través del reejo
del mundo y de las mediaciones. Mientras el reejo
constituye la aprehensión inmediata del mundo concreto,
inmediato; la mediación implica la aprehensión de ese
mundo “tal como nos lo representamos” (Casas, 2008,
p. 58), de manera simbólica, mediata, transformada,
socializada. De manera que el producto es diferente al
objeto en sí mismo; es un objeto “mediado”.
En esta mediación la atribución de signicados a la
realidad se produce de manera deformada, produciendo
como consecuencia una conciencia enajenada, que no
es capaz de comprender la esencia de las cosas y sus
relaciones. De este modo, las conguraciones simbólico-
ideológicas sobre el mundo están adheridas a los
objetos y a las representaciones de la realidad, llenando
de signicados a la realidad y, por ello, produciendo la
misma realidad.
Este proceso ideológico se entiende entonces
como “el trasvasamiento y la estructuración de las
estructuras materiales-sociales en estructuras ideales-
ideologizadas y como resultado, el mundo concreto es
concebido como pseudo-concreto” (Casas, 2008, p. 72).
La ideología constituye así, una estructura generadora
de prácticas signicantes, un “proceso productivo de
signicaciones” (Fernández, 1986, p. 19), cuya función
principal es estabilizar y justicar las estructuras
políticas y económicas.
Posterior a la concepción de ideología en Marx y Engels,
los fenómenos ideológico-culturales son abordados en
profundidad por el teórico marxista Antonio Gramsci,
para mostrar cómo en la superestructura ideológica de
las sociedades capitalistas, la clase hegemónica funge
su dirección ideológico-política a través de organismos
privados (escuelas, sindicatos e iglesias, entre otros)
creando así, una determinada conciencia social, que
garantiza y legitima la dominación sobre la clase
subordinada.
En este sentido, el autor señala que “la supremacía de un
grupo social se maniesta de dos modos, como dominio
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y como dirección intelectual y moral” (Thwaites, 1994,
p. 11) y, por lo tanto, la supremacía de la burguesía no
se debe únicamente a la existencia de un aparato de
coerción sino a una compleja red de instituciones y
organismos que expresan su unidad como clase en el
seno de la sociedad civil.
En complemento a lo anterior, los aportes del lósofo
Louis Althusser son fundamentales para dar cuenta de la
reproducción ideológica en estos organismos privados,
mostrando la existencia material de la ideología en
los denominados aparatos ideológicos de Estado
(AIE). En este sentido, las ideologías no sólo son ideas,
representaciones de la realidad, sino que constituyen
prácticas signicantes que interpelan a los individuos en
cuanto “sujetos”.
La función de estos aparatos debe pensarse en relación
al rol del Aparato Represivo de Estado (ARE). Es aquí
donde interviene masivamente el rol de la ideología
dominante, la de la clase dominante, que tiene el
poder del Estado. A través de la ideología dominante se
asegura la “armonía” entre el ARE y los AIE y entre los
diferentes AIE.
Por lo tanto, los AIE reproducen las relaciones de
producción y estructura social dominantes. Esta
reproducción se maniesta en los sujetos por medio de
prácticas que se encuentran reguladas por rituales, los
cuales se inscriben en el seno de la existencia material
de un aparato ideológico. Entonces, el sujeto actúa en la
medida en que es actuado por la ideología existente en
un aparato ideológico material que prescribe prácticas
materiales reguladas. En este sentido la función de la
ideología estriba en “interpelar”, en “cualicara los
individuos en tanto “sujetos” (Althusser, 1993).
En cuanto a los procedimientos de reproducción de la
ideología dominante en los AIE, Van Dijk (2009) dene
el poder del discurso reproducido en términos de
“control”. Es decir, que aquellos grupos que controlan
los discursos más inuyentes tienen también más
posibilidades de controlar las mentes y las acciones de
los otros. La explotación de este poder constituye el
“dominio”, los modos en que se abusa del control sobre
el discurso, para controlar las creencias y acciones de la
gente en interés de los grupos dominantes.
Al tener un acceso especial y el control de un instrumento
como el discurso, los grupos dominantes pueden inuir
en las estructuras del texto y la conversación de tal modo
que terminan por afectar en su propio interés, más o
menos indirectamente, al conocimiento, las actitudes,
las normas, los valores y las ideologías de los receptores.
“Lo que está en juego es la manipulación de los modelos
mentales de los acontecimientos sociales mediante el
empleo de estructuras especícas del discurso, tales
como las estructuras temáticas, los títulos, el estilo, las
guras retóricas y las estrategias semánticas” (Van Dijk,
2009, p. 123).
El control del contexto, del texto y de la mente son los
tres tipos de poder asentados en el discurso, que se
apoya en una estrategia global de auto-presentación
positiva por parte del grupo dominante y de hetero-
presentación negativa de los grupos dominados
(Van Dijk, 2009). La polarización del “nosotros” y del
“ellos” que caracteriza las representaciones sociales
compartidas y sus ideologías subyacentes, se expresa y
se reproduce entonces en todos los planos del texto y
del habla.
El contexto se entiende como la estructura (mentalmente
representada) de aquellas propiedades de la situación
social que son relevantes para la producción y la
comprensión del discurso (Van Dijk, 2009). Consiste
en categorías como la denición global de la situación,
su espacio y tiempo, las acciones en curso, los
participantes en roles variados, comunicativos, sociales
o institucionales, al igual que sus representaciones
mentales: objetivos, conocimientos, opiniones,
actitudes e ideologías.
El control del texto, el autor lo entiende en términos de
acceso a las estructuras del texto y del habla, de este
modo, los grupos dominantes pueden decidir sobre los
posibles géneros del discurso, los temas (las macro-
estructuras semánticas) y los cambios de tema.
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El control discursivo de la mente supone inuenciar
las creencias socialmente compartidas (conocimiento,
actitudes) de un grupo, es decir, supone la
“manipulación”.
Entre las propiedades típicas del discurso que se usan
al manipular las mentes de los receptores, Van Dijk
(2006), menciona la presentación positiva de uno
mismo y negativa de los otros: hablantes poderosos y
receptores que carecen de recursos especícos, es decir,
conocimiento para resistir la manipulación.
Estas estrategias implementan el cuadrado ideológico
usual de la polarización de grupos discursivos des/
enfatizar buenas/malas cosas nuestras/de ellos y, por lo
tanto, se encuentran en todos los discursos ideológicos
(Van Dijk, 2006).
4. El análisis genético de ideologías.
El AGI constituye un método de análisis de datos
cualitativos que se asienta en las producciones del
autor argentino Arturo Fernández. Basándose en los
estudios de Thomas Herbert
1
, este autor aplica en su
libro “Ideologías de los grupos dirigentes sindicales”
(1986), los lineamientos para operacionalizar el proceso
ideológico; identicando en la realidad los diferentes
momentos del mismo: productores ideológicos,
operaciones simbólicas, relaciones sociales, prácticas
sociales y productos ideológicos en cuanto resultados
de la transformación de signicaciones.
Cada uno de estos momentos forma parte de dos
niveles del AGI: uno supercial, donde se identica
a los productores de ideología y a los mecanismos
de transformación que los mismos utilizan,
1.Es el seudónimo utilizado por el filósofo marxista francés
y discípulo de Louis Althusser, Michel Pêcheux (1938-1983).
Autor de obras como “Análisis automático del discurso
(1969) y “Las verdades evidentes” (1975), analiza el
lenguaje desde una perspectiva materialista.
particularmente los metafóricos y metonímicos; y uno
profundo y sociológico, en el que se explicitan las causas
y consecuencias de esas operaciones.
4.1 El nivel superficial del análisis.
Este nivel implica, en un primer momento, la
identicación de los denominados “productores
ideológicos”, es decir, de aquellos sujetos que,
apropiándose de los mecanismos de transformación
simbólica, producen las signicaciones. Éstos, tienen
el control efectivo de las operaciones simbólicas de
transformación de signicaciones. En palabras de
Fernández:
Los ideólogos políticos son los individuos (pensadores
u hombres de acción) que modican los objetos
sociales elaborando signicaciones ideológico-
políticas. (…) son ideólogos pertenecientes a un
grupo político y, por lo tanto, están igualmente
condicionados, tal como su grupo de pertenencia, por
la clase social a la cual expresan con su producción
ideológica (Fernández, 1986, p. 20).
Lo anterior, se conjuga con un segundo momento de
identicación de las “operaciones simbólicas”, de las que
efectivamente los productores hacen uso para realizar la
transformación. La metáfora y la metonimia constituyen
estos dos mecanismos. La detección de los mismos
supone una serie de actividades metodológicas que
conducen a la elaboración de categorías fundamentales
que denen los desplazamientos del sentido.
Pérez y Rueda (2012) señalan que “las metáforas
pueden ser leídas no sólo como manifestaciones
retóricas de los lenguajes de una cultura sino como
emergentes lingüísticos del orden social” (p. 83). Por
su parte, Cuenca y Hilferty (1999) denen la metáfora
como “la proyección de unos conceptos desde un
dominio conceptual (el dominio origen) hacia otro
dominio conceptual (el dominio destino)” (p. 101). En
esta línea, Fernández (1986) explica que la metáfora
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hace referencia a un desplazamiento vertical de sentido,
donde los productores trasladan signicaciones de una
realidad socio-estructural a otra estructura. En la Tabla
1 se resaltan las principales metáforas que pueden
encontrarse con sus respectivos ejemplos de aplicación
en la realidad.
Tabla 1. Principales metáforas.
Metáforas Ejemplos
Morir es partir. Nuestro amigo nos ha dejado.
Las tareas difíciles son cargas. Quiero quitarme este peso de encima.
Las personas son animales. El muy burro me dijo que no sabía resolver el problema.
La vida es un viaje. Va por la vida sin la más mínima preocupación.
Las teorías son edicios. Esta teoría carece de fundamentos empíricos.
El tiempo es un objeto de valor. El tiempo es oro.
Las ideas son alimentos. No pienso tragarme ni una mentira más.
El amor es una guerra. Ello lo conquistó con su sonrisa.
Fuente: Cuenca y Hilferty (1999).
El proceso cognitivo que subyace a toda operación
metafórica es complejo: la proyección metafórica se
produce entre entidades pertenecientes a dominios
diferentes. Para comprender la misma se torna relevante
introducir, en el cálculo inferencial que ésta supone, la
información contextual. El contexto adquiere así mayor
relevancia cuanto mayor sea la distancia existente entre
los dominios involucrados (Amadeo, 2008).
La estructura interna de las metáforas se analiza de la
siguiente manera: el “dominio origen” es el que presta
sus conceptos y “dominio destino” sobre el que se
superponen dichos conceptos. A modo de ejemplo, en
la siguiente expresión “no me trago lo que me estás
diciendo”, el dominio origen constituyen los alimentos,
en tanto que, el dominio destino son las ideas. La
expresión responde a una metáfora conceptual “las
ideas son alimentos” en la que se proyectan facetas del
dominio origen de los alimentos al dominio destino de
las ideas.
En cuanto a las operaciones metonímicas, Fernández
(1986) destaca que, a diferencia de las metáforas,
implican un desplazamiento horizontal de sentido
donde los productores ideológicos designan elementos
de una misma realidad socio-estructural. Cuenca y
Hilferty (1999) explican que “la metonimia asocia
entidades conceptualmente contiguas pertenecientes
al mismo dominio, el punto de referencia (PR) y la zona
activa (ZA)” (p.111). Mientras la función primordial de la
metáfora es permitir la comprensión de un dominio en
términos de otro dominio, ésta “referencia una entidad
de un esquema, por medio de la referencia a otra entidad
del mismo esquema” (Amadeo, 2008, p.63).
Cognitivamente la metonimia constituye un tipo de
referencia indirecta, por la que se alude a una entidad
implícita a través de otra explícita. Al examinar la
expresión “suena el teléfono”, el teléfono es el punto de
referencia que activa la sub-parte relevante (el timbre)
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y, como tal, sirve para vincular el teléfono
que suena. En este enunciado, se emplea la
metonimia “el todo por la parte”.
Entre las metonimias más utilizadas, podemos
destacar las que aparecen en la Tabla 2.
Tabla 2. Principales metonimias.
Metonimias Puntos de referencias Zonas activas
La parte por el todo.
Es un turbo diésel precioso.
Turbo diésel. Coche con motor turbo diésel.
El todo por la parte.
En verano lavaba el coche una vez por semana.
El coche. El exterior del coche.
El contenido por el continente.
Se bebió tres copas de vino.
La copa. El contenido de la copa.
La persona por su nombre.
No estás en las listas.
. Tu nombre.
El lugar físico por la institución situada en ese lugar.
París aún no se ha pronunciado al respecto.
París. El gobierno francés.
El lugar por el acontecimiento.
Bosnia está a punto de ser otro Vietnam.
Vietnam. La guerra de Vietnam.
La institución por las personas responsables.
La universidad ha aprobado los planes de estudio.
La universidad. Los responsables de la universidad.
El productor por el producto.
¿Puedes pasarme un kleenex?
Marca Kleenex. Pañuelo de papel.
El controlador por los subordinados.
Solana podría bombardear a los serbios.
Solana. Los soldados bajo el
control de Solana.
Fuente: Cuenca y Hilferty (1999).
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4.1.1 El tratamiento textual del nivel superficial.
Dar cuenta de las operaciones simbólicas metafóricas y
metonímicas, implica el análisis textual del discurso de
los productores, en tres pasos:
1. Reducción de los contenidos heterogéneos del
corpus ideológico a un conjunto de categorías.
2. Organización del conjunto de categorías en
un conjunto de actantes, con sus respectivos
productores ideológicos y operaciones simbólicas
utilizadas.
3. Esbozo del cuadro semiótico con sus relaciones
fundamentales (Floch citado en Valles, 1999).
A n de determinar la composición y la estructura
del discurso, el AGI se nutre de la técnica del análisis
cualitativo de contenido, que consiste básicamente
en “la descomposición o fragmentación del texto en
unidades constitutivas para su posterior codicación
según un sistema de categorías” (Ruiz Ruiz, 2009, p. 8).
Si bien en sus orígenes, esta técnica tenía un marcado
carácter cuantitativo, fue mermando hacia “un análisis
metodológicamente controlado de textos al interior
de sus contextos de comunicación, siguiendo reglas
analíticas de contenido y modelos paso a paso, sin
cuanticación de por medio” (Mayring citado Cáceres,
2008, p. 4).
En este proceso de elaboración de categorías, el
investigador debe ser capaz de comenzar a identicar
las operaciones simbólicas utilizadas por los productores
ideológicos, a n de esquematizar posteriormente las
mismas en un cuadro semiótico.
La técnica del cuadrado o cuadro semiótico consiste
en encontrar oposiciones básicas de la realidad social.
Imbert –siguiendo a Greimas– dene este cuadro como:
(…) una simple representación visual de la
articulación de una categoría semántica tendiente
a determinar las isotopías (categorías recurrentes);
a través del que se apunta a una descripción del
modelo de organización de la signicación y de
su modo de producción mediante una tipología
de las relaciones elementales (contradicción,
contradicción, complementariedad) (Imbert citado
en Valles, 1999, p. 379).
En la Figura N 1 es posible visualizar los actantes (A y B)
como las relaciones que se establecen entre los mismos.
Figura Nº 1: Cuadro semiótico.
Fuente: Floch en Valles (1998).
Los tipos de relaciones a detectar en el mismo
constituyen:
a) Relaciones de contrariedad (-------): entre los términos
contrarios A y B y entre los términos sub-contrarios A1 y
B1.
b) Relaciones de contradicción (X): entre los términos A
y B1; y entre B y A1, como producto de las operaciones
de negación efectuadas sobre los términos A y B.
c) Relaciones de complementariedad (TT): entre los
términos complementarios A1 y A y entre B1 y B.
La proliferación de distintos cuadros semióticos, se
complementa con la técnica del modelo actancial de
Greimas, a n de construir una estructura analítica que
relacione todas categorías claves para abordar la acción
del discurso (Pacheco, 2013).
Este esquema actancial se compone de los siguientes
elementos (Landó, 2015):
A1
A
B
B1
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c) Objeto, que constituye lo que el sujeto quiere
conseguir, lo que lo mueve a actuar.
d) Ayudantes, los que colaboran con el sujeto a conseguir
el objeto.
e) Oponentes, quienes obstaculizan o se oponen a que el
sujeto consiga el objeto.
En la Figura N 2, cada uno de estos elementos se
visualizan en el esquema actancial de la siguiente
manera:
4.2 El nivel profundo del análisis.
El conjunto esquematizado de categorías resultante
junto a los productores ideológicos detectados,
debe ponerse en relación con las relaciones sociales,
que determinan, en última instancia, la producción
ideológica a través de prácticas sociales concretas.
En este nivel de la creación ideológica, se explica por
qué los productores de ideología han elegido un cierto
mecanismo de transformación de signicados y no otro;
y por qué las operaciones simbólicas de una producción
dada presentan tales caracteres y no otros.
Destinador
D1
Sujeto
S
Destinatario
D2
A
Ayudante
Op
Oponente
O
Objeto
a) Destinador, el motivo o fuerza externa o interna que
mueve al sujeto a querer conseguir el objeto.
b) Destinatario, quien se benecia si el sujeto consigue
el objeto.
c) Sujeto, actante centro del esquema, aquel que realiza
una acción, que busca cumplir con algún objetivo, que
se mueve con algún objeto.
Figura Nº 2: Esquema actancial de Greimas.
En este sentido, establecer las “relaciones sociales”
en que se produce la transformación simbólica
implica, el análisis de las relaciones de clase que
determinan la producción ideológica y se modican
a la vez, por la misma. Lo anterior en profundización
de los condicionamientos estructurales (económicos,
políticos, ideológicos) de la producción ideológica
pre-existente a la puesta en marcha de un proceso de
transformación de signicaciones.
Fuente: Landó (2015).
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Seguidamente en esta operacionalización del proceso
ideológico, es necesario detectar las “prácticas sociales”
que incluyen las condiciones concretas a través de las
cuales se expresa la lucha de clases. Ya que la producción
ideológica es el resultado de la acción económica,
política e ideológica de las clases frente a circunstancias
determinadas. Aquí es preciso distinguir entre la
determinación estructural de las clases (que no existe
sino como luchas de clases) de la posición de clase en la
coyuntura (el lugar donde se encuentra la individualidad
histórica siempre singular de una formación social, es
decir, la situación concreta de la lucha de clases).
Como resultado del encadenamiento de los cuatro
momentos anteriores, en el último paso debe
obtenerse un “producto ideológico”, como resultante
de la transformación de signicaciones. Como señala
Fernández (1986), éste constituye la estructura inicial
transformada y en este sentido, toda la formación social
se ve afectada en alguna medida.
5. Aplicación del análisis genético de ideologías.
Como parte de los resultados de un trabajo de
investigación de grado, se ejemplica a continuación el
análisis del discurso sobre la denominada subversión
2
,
en el cual se aplicó el AGI como método de análisis.
Las unidades de análisis constituyeron los documentos
del único periódico que se publicaba en la provincia
de San Juan en ese momento: Diario de Cuyo. La
recopilación documental se inició en septiembre de
1975, un mes antes de la rma por parte de Ítalo Luder de
los tres decretos de “Aniquilamiento de la subversión”,
y continuó hasta el golpe de Estado, el 24 de marzo de
1976.
Las noticias sobre la subversión se concibieron en cuanto
discursos que produjeron, reprodujeron y consolidaron
2 La ausencia de entrecomillado o cursiva en el término
subversivo es a consideración de fines prácticos de escritura
y lectura. Lo anterior no significa adherir al contenido
ideológico que designa en este contexto
conguraciones ideológicas de la clase dominante. A
continuación, se muestra la descomposición de este
proceso ideológico en sus cinco momentos, haciendo
hincapié en uno de los objetivos que orientó la
investigación: determinar las principales prácticas que
se atribuía al subversivo en el periodo mencionado.
En el nivel supercial del análisis, la denición de las
prácticas que se consideraban subversivas se supeditó
a los múltiples discursos de militares como de políticos
–aunque en menor medida los de estos últimos–
reproducidos en el diario, constituyéndose en los
principales productores ideológicos.
El tratamiento textual de su discurso, con la aplicación de
la técnica del análisis cualitativo de contenido, condujo
a la obtención de múltiples categorías; esquematizadas
en la Figura N 3 sólo a nes ilustrativos, como se muestra
en el siguiente esquema de contenido.
Figura N 3: Caracterización del subversivo en
Diario de Cuyo entre 1975 y 1976.
1. Caracterización de la subversión.
1.1 Fundamentación doctrinaria.
1.1.1 Izquierda.
1.1.2 Antinacional.
1.2 Prácticas.
1.2.1 Lugares.
1.2.2 Operatoria.
1.2.3 Elementos.
1.3 Lucha contra la subversión.
1.3.1 Lucha militar.
1.3.2 Lucha doctrinaria.
1.3.3 Lucha de todos.
Fuente: Elaboración propia (2018).
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Sujeto
militar
Sujeto
subersivo
A
Cuida a
la vida
A1
No atenta
a la vida
B
Atenta a
la vida
B 1
No cuida
a la vida
Fuente: Elaboración propia (2018).
Haciendo eje sólo en las prácticas atribuidas al sujeto
subversivo, los productores ideológicos hicieron
uso de dos operaciones simbólicas fundamentales:
la concepción de vida como una verdadera guerra
(operación metafórica) y la consideración de las Fuerzas
Armadas como voceras y protectoras de la nación
argentina (operación metonímica).
En el análisis de la operación metafórica, las prácticas
se denían en términos bélicos entre militares y
“guerrilleros”. A modo de ejemplo se traducen algunos
fragmentos recopilados del diario:
a) “El enfrentamiento tuvo lugar en una zona de tupida
vegetación, que los guerrilleros utilizan como ámbito
para sus desplazamientos” (Diario de Cuyo, 2/09/75).
b) “Atentado contra la Escuela Normal Sarmiento”
(Diario de Cuyo, 3/01/76).
c) “Emboscada de guerrilleros: un subteniente y un
soldado fueron muertos en Tucumán” (Diario de Cuyo,
6/09/75).
d) “En Tucumán murieron un policía y cuatro guerrilleros
en un tiroteo” (Diario de Cuyo, 13/9/75).
La acción subversiva se caracterizaba por su impronta
“terrorista” y, por lo tanto, se hablaba de “atentados”
resaltando la cruda violencia de su accionar y el hecho
de producirse “a traición”.
En la Figura N 4, el cuadro semiótico resultante resume
esta práctica metafórica.
Figura Nº 4: Práctica metafórica la vida es una
guerra.
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Las relaciones de contrariedad (A-B y A1-B1) entre
el sujeto militar y el sujeto subversivo implican que,
el primero, cuida y deende la vida, en tanto que, el
segundo, atenta contra la misma. Las relaciones de
complementariedad (A-A1 y B-B1) que se establecen en
el sujeto militar, a saber: cuida la vida-no atenta la vida,
deende la vida-no atenta la vida; se oponen a las del
sujeto subversivo: atenta la vida-no cuida la vida, atenta
la vida-no deende la vida.
En respuesta a esta práctica subversiva que atenta
la vida de cualquier ser humano, la lucha contra la
subversión también es denida en términos bélicos
por parte de los militares, con el uso de términos como
“reprimir”, “morir”, “aniquilar”, “destruir” precisando la
participación de cada habitante del país en la misma,
para lograr la destrucción total del subversivo. En este
Fuente: Elaboración propia (2017).
Argentino
Extranjero
A
Participa en
la guerra
A1
No se
abstiene
B
Se abstiene
B 1
No participa
en la guerra
llamado a la población a participar, los productores
ideológicos utilizan la operación metonímica, la
parte por el todo, es decir, las Fuerzas Armadas por la
sociedad Argentina, en cuanto portavoces y defensores
de la nación Argentina que necesitan de la colaboración
de cada argentino para ganar la “guerra”. Algunos
ejemplos que complementan la lectura son:
a) “(…) nadie puede considerarse marginado de esa
obligación” (Ítalo Lúder, Presidente provisional del país,
Diario de Cuyo, 27/09/75).
b) “(…) esta lucha no es sólo de las Fuerzas Armadas, de
seguridad y policiales, sino de todos los habitantes de la
Argentina (…)” (Coronel Ruiz, Diario de Cuyo, 13/02/76).
A continuación, en la Figura N5 se resume la operación
metonímica utilizada por los militares.
Figura Nº 5: Práctica metonímica la parte por el todo.
Las relaciones de complementariedad (A-A1 y B-B1)
participa en la guerra-no se abstiene y se abstiene-
no participa en la guerra, denen la oposición entre
argentino y extranjero. De este modo, la principal
relación de contrariedad (A-B y A1-B1) se establece
entre el que participa en la guerra contra la subversión
y, por lo tanto, es argentino, frente al que se abstiene de
participar siendo considerado un extranjero.
Finalmente, en la Figura N 6, los anteriores cuadros
semióticos se resumen en el esquema actancial de
categorías.
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La estructura analítica se lee de la siguiente manera:
a) El sujeto actante (S), centro del esquema, es el sujeto
militar.
b) El objeto (O) que persigue el militar constituye el
aniquilamiento “físico” del subversivo.
c) Los destinadores (D1) es decir, los motivos que mueven
al sujeto militar a lograr su objeto de aniquilamiento:
son evitar la inltración de ideas extranjeras (marxistas)
en el país y defender la vida de los ciudadanos de la
nación argentina.
d) El destinatario (D2) que se benecia si el militar
aniquila la subversión, es la sociedad en su conjunto.
e) El principal ayudante (A) lo constituye el periódico
Diario de Cuyo que refuerza y legitima la metáfora de la
vida en cuanto una “guerra”.
f) El principal oponente (Op) es el subversivo terrorista,
cuyas acciones son crímenes y atentados, operando
de manera violenta y a traición contra los militares y la
sociedad en su conjunto.
Figura Nº 6: Definición de la subversión entre
1975-1976.
Evitar la infiltración de
ideas extranjeras
Cuidar la vida del otro
ciudadano
D1
A
Medios de Comunicación
(Diario de Cuyo)
Sujeto militar
S
O
Aniquilar físicamente
al subversivo
Op
Subversivo
Terrorista
Sociedad toda
D2
Fuente: Elaboración propia (2017).
Para adentrarse en el nivel profundo de análisis, fue
preciso trasladar estas operaciones simbólicas, hacia el
contexto social a mediados de la década del setenta –en
cuanto relaciones sociales de clase– en que el discurso
sobre la subversión emerge y cualica a determinados
sujetos como subversivos.
De este modo, entre junio y julio de 1975, se produce
una acentuación –aceleración- de la conictividad
político-social (Izaguirre,1994) expresada sobre todo en
el auge de las luchas obreras, como contraparte y como
expresión de una “crisis orgánica”. Algañaraz y Casas
(2011) explican que el ujo de las luchas obreras no
signicó una ruptura con el peronismo ni con el gobierno,
ya que el poder real lo seguía teniendo la burocracia
sindical, por lo que se realizó sin superar las direcciones
gremiales peronistas. Por su parte, la actuación de
los grupos armados vinculados con el movimiento
peronista les permitió salir del aislamiento “foquista”,
entrar al juego propiamente político y experimentar
una expansión y un arraigo poco frecuentes en los
grupos armados. En este sentido, las fuerzas populares
no llegaron a constituirse de forma orgánica colectiva,
sino que más bien constituyeron movimientos diversos
y reaccionarios.
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Lo anterior, teniendo en cuenta que hacia nes de
la década del ’75 se consolida una nueva alianza de
clases, la “aristocracia nanciera”, como expresión
del segmento más concentrado del capital nanciero
asociada a la pequeña burguesía y las Fuerzas Armadas
(Asborno,1993).
En este contexto de crisis orgánica, y previo al golpe de
marzo de 1976, es posible dos prácticas especícas que
contribuyen a la cualicación ideológico-discursiva de
diferentes grupos sociales que asumen características
contrarias a las del grupo dominante aristocrático-
nanciero. La primera reere a la implementación
sistemática de una política represiva a partir del
derrocamiento de Perón en 1955 hacia grupos de
izquierda, dentro y fuera del propio movimiento
peronista. En esta línea, Izaguirre (2009) denomina al
periodo que transcurrió desde la Masacre de Trelew, en
agosto de 1972, al golpe de Estado del 24 de marzo de
1976 como una “guerra civil abierta”, expresando con
esta categoría el enfrentamiento abierto que se produjo
en esos años entre la fuerza social revolucionaria y la
fuerza social del régimen. En este periodo de guerra, la
autora destaca dos hechos que constituyen la antesala
de las prácticas genocidas llevadas a cabo en la última
dictadura: la implementación sistemática de la política
represiva con anterioridad al golpe de 1976, cuyo
ejemplo más elocuente lo constituyó la Masacre de
Trelew como el combate de Ezeiza y, la participación
de Juan Domingo Perón en el desarrollo de la Triple A
(Alianza Anticomunista Argentina).
Lo crucial es que para Izaguirre (2009), el golpe del 24 de
marzo es el indicador de que la fuerza social revolucionaria
había sido derrotada militar y políticamente (aunque
sus integrantes no tenían conciencia de ello) y en este
sentido, se produce un cambio de estrategia armada
del régimen, de “aniquilamiento” a “exterminio” o
“genocidio”.
La segunda práctica remite a creación de los
instrumentos legales para legitimar el futuro accionar
represivo de las Fuerzas Armadas y la intervención en la
política de las mismas, con la rma en octubre de 1975
por parte de Ítalo Luder de los tres restantes Decretos
de Aniquilamiento de la Subversión (2770/75, 2771/75 y
2772/75). Por medio de los cuales se extiende a todo el
país y bajo el mando directo de las Fuerzas Armadas, la
política represiva de “neutralizar y/o aniquilar el accionar
de los elementos subversivos” como complemento del
primer decreto rmado por la presidenta María Estela
Martínez de Perón el 5 de Febrero, que daba inicio al
denominado “Operativo Independencia” en la provincia
de Tucumán para combatir el foco subversivo. Además,
se destaca el proyecto de Ley de Defensa Nacional,
en la cual se prevé que dependan del presidente de la
Nación, el Consejo de Seguridad Nacional, el Consejo
de Seguridad Interna, el Comité Militar y la Central
Nacional de Inteligencia. Hacia marzo de 1976, el
anterior proyecto de ley se modica y se incorpora la
posibilidad de que la pena de muerte pueda aplicarse sin
previa autorización del Poder Ejecutivo. Estos decretos
y proyectos de Ley se complementan con la proscripción
e ilegalidad de las organizaciones políticas consideradas
subversivas.
Al relacionar los productores ideológicos (militares)
con sus operaciones simbólicas y el anterior contexto
detallado, el producto ideológico resultante es que el
sujeto subversivo es denido fundamentalmente por
sus operatorias, las cuales se entienden en términos
bélicos y constituyen asesinatos, acribillamientos,
secuestros, emboscadas y tiroteos. De este modo, los
motes de “extremistas”, “guerrilleros” y terroristas”.
El surgimiento y desarrollo de estas caracterizaciones se
vinculan al contexto de “guerra civil abierta” desatada
en nuestro país entre 1972-1975 como antesala al golpe
militar, donde el objetivo represivo de las Fuerzas
Armadas, aniquilar al subversivo en términos numéricos,
se complementó con la sanción de instrumentos legales
otorgándole una especie de “legalidad” a las mismas.
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6. Conclusiones.
El objetivo de este artículo ha sido exponer el AGI
en cuanto una opción metodológica de naturaleza
cualitativa posible de ser utilizado para el abordaje
discursivo, entendiendo a éste en cuanto una práctica
social condicionada por las estructuras sociales en que
emerge y se reproduce.
El vínculo entre ideología y discurso –aún con las
acepciones diversas que se le conere a este último
término– tiene un lugar prevalente: el discurso es
el ámbito en donde se maniesta la ideología, el
instrumento que la estructura, la hace circular y la
reproduce. Por su parte, la ideología mistica y disfraza
las relaciones de clase que están a la base de la génesis
o creación de las mismas ideologías. Por tal motivo,
esta metodología otorga elementos al investigador, a
n de poder develar las signicaciones de la producción
ideológica, en cuanto operaciones metafóricas y
metonímicas utilizadas por productores ideológicos
como expresión de determinadas condiciones de
producción.
En este sentido, se ha explicitado un posible modelo
de análisis de datos cualitativos, que requiere ser
complementado con propuestas de la lingüística y de
la semiótica, para así interpretar y explicar la semiosis
social. Su singularidad reside en su visión del lenguaje,
ya que lo asume como una forma de crear la realidad
social. El AGI reconoce el mundo en el cual los hablantes
generan efectos: donde no es indiferente referirse a
alguien como “soldado”, “guerrillero” o “terrorista”.
El análisis de datos cumple un papel importante,
pero complementario: la comprensión de la dinámica
texto-contexto, la relación dialéctica entre los eventos
comunicativos y las estructuras sociales es el eje en que
se asienta esta propuesta. El investigador se enfrenta
al desafío de nutrirse conceptualmente de acuerdo al
objeto de investigación que aborda cada vez.
Finalmente, se ha puesto en consideración la viabilidad
del análisis del discurso como una perspectiva nueva y
fructífera en ciencias sociales, mostrando, como lo que
comenzó siendo, una aplicación de los conocimientos
del lenguaje a la investigación de procesos sociales. Se
ha ido transformando en un conjunto de perspectivas
que han supuesto una nueva forma de abordar y
comprender los procesos discursivos. De manera que es
relevante ofrecer una reexión sobre las implicaciones
de la práctica analítica discursiva como sobre el mismo
papel del discurso en la construcción y legitimación de
la estructura social en un momento determinado. Lo
anterior sin dejar de lado que el conocimiento obtenido
constituye una forma de práctica social que no surge
en el vacío y que debe ser analizado en un contexto en
que adquiere sentido, en cuanto cúmulo de relaciones
sedimentadas en un trasfondo de naturaleza semiótico-
material.
Referencias bibliográficas.
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