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TRAMAS SOCIALES | Nº 02 | Año 02 | ISSN 2683-8095
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Entrevista
Entrevista a:
LIC. SANdRA LAMbIASE
En el marco del connamiento social que lleva adelante
Argentina, como el resto de países del mundo, por la
epidemia sanitaria causada por el Coronavirus -COVID
19- en 2020, dialogamos con la Socióloga, Docente de
la Universidad Nacional de San Juan y especialista en
temáticas de salud, sobre los amplios efectos sociales
que la emergencia sanitaria acarrea en las prácticas
cotidianas y en las relaciones sociales de nuestro
contexto.
La incidencia del Coronavirus en la salud y en la vida
cotidiana de nuestros pueblos, se congura como un
hecho histórico-social que marca a fuego, posibilita
o restringe nuevos escenarios, así como evidencia o
profundiza antiguas desigualdades e inequidades.
1. Sandra, desde su expertise como socióloga y su
conocimiento especializado sobre los procesos
de salud/enfermedad/atención de la población,
¿Podría introducirnos a comprender el fenómeno
del Coronavirus en su doble faz: como problema de
salud y desigualdad social/global, agravados en un
corto plazo?
Es posible que la primera respuesta a este intento de
comprensión nos la dé la posibilidad de pensar desde
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la complejidad en términos de Morin. Desde esa
mirada, nos “paramos” al estudiar este proceso desde la
sociología de la salud: estamos ante un fenómeno en el
que la interacción, retroalimentación, azar, las acciones
que se tejen, se entrelazan con una multiplicidad de
resultados.
Por otro lado, otra posición que desarma el pensarlo
en dos fases, es suscribir la perspectiva de la
medicina colectiva latinoamericana, en la corriente
del materialismo histórico, cuando postula, con
fuerte alcance epistemológico, que el proceso salud-
enfermedad es intrínsecamente social. Es decir, no
alcanza con que pensemos en determinantes sociales,
ambientales, biológicos y conductuales que inuyen
en la salud y la enfermedad, sino que debemos darle
carácter sociohistórico al proceso en sí mismo. En
este sentido, ya no hablaríamos del contexto social
como un factor de riesgo más, que es la explicación
más frecuente, sino que la desigualdad o, con más
precisión, la inequidad, pasa a ser una característica,
posiblemente la más lamentable, de ese hecho social.
Digo “inequidad” en relación a la denición de la OMS
como presencia de diferencias evitables e injustas en el
estado de la salud y esas diferencias son básicamente
sociales. Ramón Carrillo, sanitarista argentino del siglo
pasado que hace poco fue muy discutido en las redes,
dijo que, al compararlo con la miseria y la angustia
social, los microbios, como causa de enfermedad, son
causas muy pobres. Ésa es una buena síntesis. Con el
tiempo, este virus también dará clara evidencia del
carácter social de la enfermedad, con índices superiores
de letalidad en los grupos más vulnerables. Y en todo
caso, esos valores no serán tan maniestos porque en
las poblaciones más pobres, el número de personas que
llegan a viejos y viejas es menor y ya está demostrado
que este grupo etario es el más afectado mortalmente
por la CoViD19.
Una de las principales políticas públicas de salud,
instrumentadas en varios estados nacionales
y también en Argentina, fue el aislamiento/
distanciamiento social obligatorio, ¿Qué efectos ha
generado en los estados de salud de las personas?
¿Crees que esto está potenciado por los efectos socio-
económicos del distanciamiento social obligatorio?
Los efectos que ha generado y el impacto de estas
decisiones en políticas de salud, difícilmente sean
posibles de evaluar a corto plazo. Creo que, en esta
situación, como nunca antes, somos parte de una
especie de experimento mundial que no escapa a la
lógica cientíca del “ensayo-error”. Y eso es así, porque
se desconoce la enfermedad y se está investigando al
mismo tiempo que se intenta accionar. En la historia de
la medicina son numerosos los ejemplos de la necesidad
del paso de años, a veces décadas, para que se valore
y conrme un nuevo conocimiento. En estos días
pensaba en el caso Semmelweis que trabajamos en la
carrera, un médico húngaro del siglo XIX, que descubrió
la necesidad de una higiene profunda en las manos para
evitar contagios generados por los propios médicos.
Murió sin ser reconocido y es el mismo principio que
usamos ahora como principal elemento preventivo.
Retornando a la pregunta, el aislamiento y el
distanciamiento son las únicas medidas que se conocen
como ecientes para reducir el contagio. Podemos
asegurar que tiene, y tendrá efectos secundarios no
deseados. Una especie de iatrogenia, con secuelas
no sólo en el organismo sino también en lo anímico,
mental, psicológico. El problema es que, por ahora,
no hay posibilidad de “otro remedio” que evite esta
enfermedad, entonces lo esperable es que, desde la
política pública se haga todo lo posible para reducir esos
efectos negativos, entre ellos, y con un protagonismo
central, las dicultades socioeconómicas en los diversos
ámbitos.
Desde el punto de vista sanitario, la pandemia
generada por COVID-19 además de impactar
directamente en los índices de mortalidad y de
morbilidad, ha implicado cambios en las dinámicas
institucionales de hospitales y sanatorios y en las
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rutinas mismas de trabajo, ¿Cuál es su mirada
sobre el rol de los/las trabajadores/as de la salud,
a quienes recientemente han comenzado a llamar
“héroes” pero hace apenas unos meses atrás las
políticas gubernamentales no reconocían su valor?
En principio, pienso que es uno más de los
posicionamientos maniqueístas que nos caracterizan
como sociedad, siempre lo bueno y lo malo como
antípodas... no colabora a pensar seriamente. Si nos
referimos al reconocimiento del ámbito cientíco como
espacio de consulta y de toma de decisiones, me parece
que es un interesante giro en la valoración. También
asumo la mirada crítica de cuestionar que ese espacio
no sea más interdisciplinario, justamente en relación a la
complejidad de la que hablamos al iniciar la entrevista.
Los y las cientistas sociales tienen mucho para aportar en
este contexto, pero pareciera ser que el modelo médico
biologicísta continúa fortaleciendo su hegemonía y, las
ciencias humanas, incluida la economía, son apenas
consultadas en un diálogo desparejo. Por otro lado,
están los trabajadores directamente en contacto con
el proceso salud-enfermedad, en los hospitales, en las
residencias de larga estadía, en las carpas sanitarias, en
los centros de salud, que han enfrentado y enfrentan
un desafío cotidiano para el que, salvo excepciones,
no han sido formados: nuevos procedimientos, toma
de decisiones, etc. Esperemos que después de esta
coyuntura el reconocimiento se sostenga no sólo para
los médicos, sino también para enfermeros, cuidadores,
personal de limpieza, auxiliares.
4) Los gobiernos pusieron en marcha diversas
medidas, no sólo para contener el posible colapso
del sistema sanitario argentino, sino también
para contrarrestar las múltiples derivaciones que
ocasiona la pandemia, ¿Cómo es la articulación
Estado-políticas públicas sanitarías en este
contexto?
Creo que la articulación es... la posible. Las políticas
públicas sanitarias son políticas sociales y, por lo
tanto, son ecientes si tienen un muy buen estudio
de diagnóstico, proyectos pilotos, metas paulatinas,
recursos de todo tipo, etc. De esto, en este contexto,
no se ha podido hacer nada. Por eso digo “lo posible”
y de la misma manera se está trabajando en relación a
paliar situaciones no especícamente sanitarias, pero
indudablemente básicas para el mantenimiento de la
salud, como son la alimentación y la vivienda. Pero no
pudo atender otros ámbitos. La OMS, a pesar de su
enfoque limitado, y condicionado, denió a la salud
a mediados del siglo pasado, como bienestar físico,
psíquico y mental, y éstos dos últimos posiblemente
son los aspectos más discutidos de las políticas
desarrolladas en nuestro país frente a la pandemia.
Más aún si pensamos, con autores más recientes, en la
salud pública como el “bien vivir” de la población en su
conjunto, entonces aparece el trabajo, la educación, la
recreación como elementos constitutivos de nuestro
bienestar integral, y la política sanitaria no ha podido
contemplar esto que indudablemente ha quedado en
manos de estrategias individuales, y en algunos casos,
grupales, para resolverlos. Saúl Franco menciona seis
verbos como elementales en la salud pública: sanear,
controlar, prevenir, promover, educar y organizar. Es
indiscutible que en una emergencia sanitaria no se
pueden cumplir cabalmente, pero se ha logrado en esa
articulación, en este contexto, evitar muertes.
5) Hacia el interior de las familias o lazos cercanos,
¿Pueden identicarse cambios o profundizaciones
en los patrones tradicionales de género? ¿Y si
hablamos de efectos sobre los grupos vulnerables
como mujeres y diversidad sexo-genérica?
Podríamos responder pensando la vida cotidiana en
este contexto, entre otras temáticas de género. Me
parece que en sociología deberíamos ocuparnos más de
este tema... Schutz la dene como la realidad suprema
y yo coincido. Es en ese espacio tan privado donde se
ha impuesto, sin consenso ni posibilidad de negarse,
una convivencia no siempre elegida. Es ahí donde se
maniestan, sin ltro, conictos existentes. Uno de ellos,
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indudablemente, el de los roles tradicionales de género,
y entonces las madres no sólo hacen teletrabajo, sino
que también median entre la escuela y sus hijos e hijas.
Y, desde mi observación, el sistema escolar no pudo, o
no supo, aprovechar esta instancia para desestructurar
ese modelo patriarcal. Con consecuencias aún más
lamentables, la violencia hacia las mujeres y las
diversidades sólo es referida cuando llega a lo físico,
pero suponemos que, en cuarentena, la violencia
simbólica en la comunicación, en los gestos, en la
distribución de las tareas, atraviesa miles de hogares en
los que viven grupos muy vulnerables como las mujeres
víctimas de violencia, las personas mayores y las niñas
y los niños. Podríamos poner otros ejemplos, como el
de la cantidad de hogares con mujeres como jefas: ellas
son las que han tenido que organizar la vida cotidiana
de sus familias (y en muchos casos hacerse cargo de
comedores populares) y si bien el Estado ha ayudado
económicamente, ese aporte probablemente alivia lo
básico de la manutención, pero el hacinamiento, la falta
de intimidad, la relación no deseada, son situaciones
que han empeorado la problemática.
Las mujeres, las “cuidadoras del mundo”, como dice
De Sousa Santos, no pueden defenderse en cuarentena
porque garantizan la cuarentena de los demás.
Pareciera que la situación de pandemia, con cierta
ironía, colabora para visibilizar temáticas, desvelar, diría
Bourdieu, al poner al descubierto sin posibilidad de
ocultamientos, cuestiones sociales sensibles e injustas
siempre postergadas.
6) El Coronavirus ha generado problemáticas
múltiples, en todos los órdenes sociales y todos los
sectores de población. Problemáticas que podrán
verse también en un mediano y largo plazo, ¿Cómo
evidencia Ud las marcas que la pandemia dejará a
nuestra sociedad en el ámbito socio-sanitario? ¿Se
pondrá aún más a prueba la capacidad de resistencia
de los/las profesionales de la salud y de la sociedad
en su conjunto?
En nuestro país, la sucesión de gobiernos no ha podido
resolver temas estructurales del sistema de salud, uno
de los cuales es la Atención Primaria que no funciona
como está denida, y en palabras de estudiosos
del tema, podría constituirse en una herramienta
excelente para alcanzar cierto nivel de equidad en salud
poblacional. Es posible que una de las marcas positivas
que deje la pandemia sea la necesidad de revisión de
todo el aparato de salud, que arrastra el problema
de la fragmentación y de la heterogeneidad, tanto
el público como el privado, y para todas las edades.
Nos enorgullecemos de la cobertura para todos los
habitantes ante la enfermedad, y en esta pandemia
esto se revalorizó dando tratamiento a cada paciente,
pero es imprescindible que reveamos cuestiones
básicas como el registro estadístico en salud que es
pésimo –o directamente inexistente- en la mayoría
de las jurisdicciones, cómo se distribuyen los recursos,
en qué paradigma médico nos posicionamos, qué
peso tiene la farmacologización y la medicalización en
nuestro sistema sanitario. Es un fenómeno complejo y
es mejor enfrentar esa característica que simplicarlo...
Esperemos que se dé esa discusión que nos hace tanta
falta y que se recupere la lógica del campo de la salud
que está tan atrapada en la del mercado.
En relación a la capacidad de resistencia, no podría
adelantar si se modicará porque tendríamos que
analizar rigurosamente ese supuesto. Sí, considero
que el acatar las medidas implementadas ha requerido
una paradójica “movilización pasiva” de la sociedad y
en este aspecto, la sociedad argentina ha participado
voluntariamente, en un alto porcentaje, de un hecho
colectivo que pasará a la historia.
7) ¿Qué reexiones en torno a sus preocupaciones
sociológicas le deja este contexto sanitario y social
actual?
Esto que comentaba antes, la transparencia de este
contexto en algunos temas. La etimología de la palabra
pandemia no es negativa, en su origen signica reunión
de todo el pueblo. ¡Qué interesante sería si la reexión
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se diera en esos términos! Porque entonces podríamos
pensar nuevas realidades en las que el tratamiento del
proceso salud-enfermedad y su atención y cuidado,
incluya equitativamente a toda la población. Si
concordamos en el carácter social de este proceso,
la primera preocupación es justamente resolver las
carencias, las desigualdades de la situación social
estructural, que son previas y se han agravado en este
contexto.
Por mi formación en gerontología social, he estado muy
pendiente de las situaciones de las personas mayores, y
una cuestión por la que se viene militando hace tiempo
es el de la persona mayor como sujeto de derecho... La
pandemia puso el tema del envejecimiento poblacional
en la mesa y también el de las instituciones en la que
residen los mayores que están pensadas en reemplazo
de sus hogares, pero no son espacios de curación,
son de cuidado. Y en esto, como en otros temas, la
importancia de la reexión bioética ¿qué sentido tiene
la prolongación de la vida si se carece de igualdad en la
vejez? Esto fue muy discutido en Europa, donde ante
la opción de dar respiradores, la edad fue la primera
variable a considerar.
Se expone también, y ¡cómo! la fragilidad humana, que
queda tan exteriorizada ante un brote viral y entonces,
el sostenimiento de lo previsible y seguro, se derrumba
en instantes. Y la respuesta social que, y en este sentido
disiento con quienes piensan en profundos cambios post
pandemia, busca regresar a las certezas lo antes posible.
Y no está mal, por algo las buenas rutinas son saludables
en mismas, como las orillas del río encauzan y a su
vez, permiten que el agua uya.
Aparecen tantos temas que ameritan reexión:
la socialización primaria y las otras también,
instrumentada por las redes. No tenemos registro en
generaciones anteriores de las consecuencias de este
fenómeno, pero es posible hipotetizar en problemas de
motricidad, movilidad, atención, relaciones afectivas y
otros que forman parte de la salud integral.
La sociología, las ciencias sociales, tienen mucho para
decir en este contexto y sería interesante que lo hiciese
recuperando la salud, más que la enfermedad, como
objeto de estudio. Les agrego, para terminar, algo que
me inquieta: la necesidad de una reexión profunda
acerca de la “normalidad” y en esto recomiendo la lectura
de Canguilhem. Este concepto ha sido usado tantísimas
veces en estos días sin ponerse en duda su denición...
No es así. La normalidad es una construcción social
muy relacionada con el comportamiento medio, con el
cuerpo promedio, con lo que se da como característica
de la mayoría, y esto lo digo no sólo para el proceso
salud-enfermedad sino también para otras cuestiones
sociales. Sería muy interesante que ante la posibilidad
de una “nueva normalidad”, nos cuestionemos cuánto
de la normatividad, por ejemplo médica, pero en
denitiva social, subyace en esta construcción.
¡Gracias!