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TRAZOS - AÑO VIII – VOL.I – JUNIO 2024 - e-ISSN 2591-3050
de la conguración supone un proceso de manipulación, de montaje. Pese a que
el audiovisual ha sido considerado como un medio capaz de captar la realidad
de forma directa por muchos teóricos, las contribuciones de las últimas décadas
apuntan una concepción de realismo que entiende que toda representación está
condicionada por el modelo de mundo de su cultura. En el ámbito del audiovisual,
al igual que en el de la pintura, la literatura y la historia, la representación de la
realidad no está determinada por la verdad del mundo como referente sino por
recursos estilísticos y tropológicos. Los medios no captan la realidad, sino que
la construyen en la medida en que guran un relato que pueda ser considerado
como realista en función a convenciones mutables.
La disputa como constructora de sentido
A la luz de lo expuesto es posible retomar la cuestión sobre los vínculos entre
la narrativa y las representaciones históricas del pasado, tanto escritas como au-
diovisuales, con énfasis en el discurso cinematográco. Esto permite reconocer
que lo ocurrido se convierte en un depósito de apropiaciones previas, siempre
susceptible de ser reexaminado y disputado. El recorrido por la relación entre ex-
periencia y las narrativas que la representan invita a abandonar la noción de que
los acontecimientos pueden ser presentados de manera neutral para reconocer
que toda representación del pasado es dependiente de la construcción discursiva
que la enmarca. Asimismo, esta noción ha tenido una relativa importancia en el
debate teórico en torno al cine documental y sus pretensiones de verdad. Inde-
pendientemente de la forma especíca que adopte la representación ccional se
advierte que todo intento de signicar la experiencia del pasado da cuenta de una
conguración modelada que inuye en la percepción que de la realidad histórica.
El análisis de las tensiones entre narrativa histórica y experiencia, explorado a
través de las teorías de Mink, White y Carr, revela la forma en que las narrativas
históricas, ya sean escritas o fílmicas, están condicionadas por procesos discur-
sivos que modelan nuestra comprensión del pasado.
En este sentido, el análisis del discurso audiovisual, como forma de narrar la
experiencia introduce nuevas dimensiones en la conguración de la historia. Los
medios audiovisuales, como el cine y la televisión, utilizan convenciones estilís-
ticas y técnicas narrativas que, al igual que las narrativas escriturales, participan
en la construcción de una realidad histórica interpretativa. Así, el discurso audio-
visual amplía la discusión sobre la veracidad y la construcción de sentido, mos-
trando que, aunque presenta el pasado de manera diferente a la cción literaria,
sigue siendo un producto de procesos discursivos y retóricos. Aceptar que tanto
las narrativas históricas escriturales como las audiovisuales están sujetas a una
construcción modelada nos permite reconocer que el pasado no es un relato jo e
inmutable, sino un acervo de interpretaciones disputadas y en constante recon-
guración. El compromiso con la idea de que el sentido del pasado se construye a
través de la disputa retórica implica que tanto las narrativas escriturales como las