DOSSIER
Representaciones
Ficcionales: Una
Reexión Sobre El
Modo De Relatar De Los
Medios Audiovisuales
Fictional Representations: A
Reection On The Audiovisual
Media's Mode Of Storytelling
Pilar Gómez Diz
Universidad de Buenos Aires. Cdad. Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
pilargomezdiz@gmail.com
Recibido: 20 de Mayo de 2024
Aceptado:25 de junio de 2024
TRAZOS - REVISTA DE ESTUDIANTES DE FILOSOFÍA - AÑO VIII - VOL. I. - JUNIO 2024
páginas 13-25 - E-ISSN 2591-3050
http://www.ojs.unsj.edu.ar/index.php/trazos/
INSTITUTO DE FILOSOFÍA - FACULTAD DE FILOSOFÍA, HUMANIDADES Y ARTES - UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN
TRAZOS - AÑO VIII – VOL.I – JUNIO 2024 - e-ISSN 2591-3050
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Resumen: En el presente escrito se pretende reexionar en torno a los modos
en que se pueden vincular las narrativas históricas y la experiencia que estas in-
tentan representar. Para ello, se parte de la premisa de que existe una tensión
intrínseca entre la experiencia vivida y su representación narrativa, lo cual plan-
tea interrogantes sobre la delidad y la ecacia de dichas narrativas. Para abor-
dar esta problemática, se explorarán diversas propuestas teóricas que permitan
aproximarse a la representación ccional. En primer lugar, se presentarán las re-
exiones de Louis Mink, quien considera la forma narrativa como un instrumento
cognitivo esencial. En segundo lugar, se analizará la propuesta de Hayden White,
enfocada en el valor metodológico de la narrativa para la representación histórica.
En tercer lugar, se retomará la tesis de David Carr, que establece una continuidad
entre la narrativa y lo acontecido. Finalmente, se discutirá cómo la relación entre
experiencia y narrativa puede ser abordada desde los lenguajes audiovisuales,
con un énfasis particular en la distinción entre cine documental y cine de cción.
Palabras Clave: FICCIÓN - NARRATIVA HISTÓRICA - LENGUAJES AUDIOVI-
SUALES
Abstract: This paper aims to reect on how historical narratives and the expe-
riences they try to represent can be linked. It starts from the idea that there is an
intrinsic tension between lived experience and its narrative representation, which
raises questions about the accuracy and eectiveness of these narratives. To ad-
dress this issue, various theoretical approaches to ctional representation will be
explored. First, the reections of Louis Mink, who sees narrative form as an es-
sential cognitive tool, will be presented. Second, Hayden White’s proposal, which
focuses on the methodological value of narrative for historical representation, will
be analyzed. Third, David Carr's thesis, which establishes a continuity between
narrative and what actually happened, will be reconsidered. Finally, the relations-
hip between experience and narrative will be discussed, with a special focus on
the dierence between documentary and ction lms.
Keywords: FICTION - HISTORICAL NARRATIVE - AUDIOVISUAL LANGUAGES
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El estudio de la representación histórica ha sido un tema central en las dis-
ciplinas dedicadas a comprender el pasado. En este contexto, la relación entre
narrativas históricas y la experiencia histórica ha sido objeto de estudio ineludible,
particularmente en lo que respecta a las tensiones inherentes entre representa-
ción y realidad. Esta relación tensional ha planteado un debate losóco sobre
la naturaleza del discurso histórico, sobre los modos en los cuales se conguran
narrativamente las experiencias del pasado.
En el marco de esta disputa algunas corrientes narrativistas como la de Hay-
den White sostienen que el discurso histórico posee un carácter inherentemente
ccional, que cualquier conguración narrativa de la experiencia debe ser con-
siderada una representación ccional. Por otro lado, las teorías reicadoras de-
enden la capacidad del discurso histórico para reejar de manera el la realidad
acontecida, a pesar de las inevitables construcciones narrativas.
En este sentido, el discurso audiovisual, con especial énfasis en el cinemato-
gráco, entendido como narrativo, emerge como un terreno fértil para explorar es-
tas cuestiones, ofreciendo nuevas perspectivas sobre la representación histórica.
Los lenguajes audiovisuales pueden ser entendidos como un modo de darse del
discurso histórico capaz de transmitir experiencias del pasado, abriendo posibili-
dades en la manera de comprensión y representación de la historia. En este punto
resulta enriquecedor profundizar en el carácter ccional inherente al documental,
para indagar en la problemática de la veracidad y la representación del cine como
herramienta historiográca.
El pasado como relato no contado
A lo largo de las últimas décadas han surgido múltiples líneas de investiga-
ción en torno a los vínculos existentes entre la narrativa y las representaciones
históricas del pasado. Estas indagaciones, que giran en torno al modo en el que
las narrativas históricas conguran las experiencias, han evidenciado la impor-
tancia de atender al rol que cumplen la imaginación y la guración en la organi-
zación de los relatos históricos. Para abordar la pregunta acerca de la capacidad
que poseen los relatos históricos, en tanto narrativos, para reejar las experien-
cias acontecidas resulta sumamente enriquecedor introducir las reexiones de
Louis Mink en torno a la forma narrativa como un instrumento cognitivo. En La
comprensión histórica, Mink propone una indagación sobre el modo en que aún
continúa vigente el presupuesto de que el pasado es un relato contado que el his-
toriador debe descubrir. Si bien en la actualidad parecería que las tesis acerca de
una historia universal han caducado, su análisis pone de relieve el modo en el
que estas continúan vigentes en el sentido común. La presuposición de que es
posible dividir de forma tajante la narrativa histórica de la ccional es una forma de
seguir defendiendo la historia universal; de seguir considerando que hay un modo
en que el pasado es un relato no contado, que está esperando a que el historiador
lo cuente tal cual fue. El análisis de los rasgos distintivos de la comprensión histó-
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rica pone en evidencia que existen fuertes similitudes entre la historia disciplinar
y otras formas de representación, tales como la literatura. En este sentido, Mink
arma que “La historia y la cción son por igual relatos o narrativas de aconteci-
mientos y acciones; pero para la historia, tanto la estructura de la narrativa como
sus detalles son representaciones de la realidad pasada” (2015, p.188).
En esta línea, sus trabajos permitieron poner en duda la posibilidad de demar-
car un límite preciso entre las narraciones históricas y las ccionales. Sus argu-
mentaciones tuvieron como objetivo mostrar que las narraciones históricas impli-
can un ejercicio de comprensión conguracional que no puede ser diferenciado
del ejercicio que llevan a cabo las narrativas de cción. Si se pretende abandonar
la idea de que el pasado es un relato no contado, pretensión reconocida por gran
parte de los historiadores en la actualidad, debe abandonarse también la preten-
sión de una distinción clara entre la representación histórica y la ccional. El re-
conocimiento del carácter conguracional de los relatos construidos en el ámbito
de la historia disciplinar evidencia la importancia que tienen la imaginación y la
creatividad del historiador a la hora de construir relatos sobre lo acontecido. El
conocimiento que pueden brindar las narrativas históricas se encuentra fuerte-
mente condicionado por la imaginación de quien construye la narrativa y no es
posible desvincularlo de esta. Por este motivo, se vuelve posible reconocer que
el concepto de narrativa histórica presenta un dilema ya que “en tanto histórica,
arma representar, a través de su forma, parte de la real complejidad del pasado;
pero en tanto narrativa, es un producto de la construcción imaginativa, que no
puede defender su armación de verdad mediante ningún procedimiento acepta-
do de argumento o autenticación” (Mink, 2015, p.205).
Asimismo, las reexiones llevadas a cabo por Mink, dentro de lo que se de-
nomina “giro narrativista”, contribuyeron a mostrar que el carácter narrativo de los
relatos históricos trae aparejada una comprensión del pasado que no puede des-
ligarse de la conguración que da cuenta de él. Sin abandonar la posibilidad de
hablar de conocimiento histórico Mink muestra que dicho conocimiento no está
vinculado a la capacidad representativa de la experiencia pasada sino con la ca-
pacidad de congurar un relato que se considere adecuado. El vínculo que hay
entre las narrativas históricas y la experiencia no adquiere la forma de la repre-
sentación verdadera, sino que el valor de la narrativa como instrumento cognitivo
reside justamente en su capacidad de proporcionar un relato coherente.
La virtud de la narrativa
En consonancia con los aportes de Mink, Hayden White, tras la publicación
de Metahistoria, llevó a cabo diversas producciones en las que abordó la cuestión
de la importancia de la dimensión gurativa e imaginativa en toda construcción
acerca del pasado. Siguiendo la teoría literaria propuesta por Erich Auerbach en
Mimesis, White asume el compromiso de evidenciar los modos en los cuales el
discurso histórico construye presentaciones de la realidad. Separándose de las
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concepciones que piensan al realismo como un intento de producir una copia el
de lo que se considera real va a introducir la noción de realismo gural como pro-
puesta de una conguración historiográca no representacionalista. La imposibi-
lidad de separar las experiencias del pasado de las narrativas que las traman es
explorada por White en su reconocimiento de que los acontecimientos ocurridos
no poseen un signicado propio, sino que su potencia signicativa aparece en la
medida en que se les impone un determinado relato.
Los aportes de White evidencian que los acontecimientos del pasado no brin-
dan en sí mismos ninguna orientación para la producción de una narrativa que
pueda ser denida como verdadera. Cuando los historiadores relatan un aconte-
cimiento del pasado realizan operaciones historiográcas en las que introducen
un enfoque que no es intrínseco a los acontecimientos como tales. Las congu-
raciones narrativas en el campo de la historia no dan cuenta de un mero registro
de lo acontecido, sino que remiten a una creación artística que posee elementos
poéticos. La escritura histórica está inherentemente implicada por las formas de
la narrativa, los historiadores utilizan técnicas para dar forma y estructura a sus
relatos históricos que convierten a sus conguraciones del pasado en congura-
ciones representacionales.
A su vez, este enfoque que los historiadores le otorgan a sus guraciones trae
aparejada la elección de una perspectiva histórica por sobre otra sin que haya una
base teórica segura para armar legítimamente la preferencia de dicho enfoque.
Los eventos ocurridos no poseen un orden en sí mismos, sino que este les viene
dado por la interpretación que el historiador hace acerca de ellos; el mundo no se
presenta como un relato con un tema central y un ordenamiento según principios
medios y nes, es el historiador quien le impone al mundo dicha estructuración
atendiendo a un enfoque determinado. En última instancia, si es posible advertir
un orden en los acontecimientos del pasado es producto de que el aprendizaje
de los mismos se ha dado por medio de relatos que siguen la fórmula narrativa de
principios, medios y nes.
A diferencia de la narrativización que pretende ocultar las estructuras desde
las cuales se construye un relato experiencia, la narrativa implica “un discurso
que adopta abiertamente una perspectiva que mira al mundo y lo relata” (White,
1992, p.18). Frente a la idea de que es posible dar cuenta de la experiencia del pa-
sado sin contaminarla de la construcción de sentido propuesta por el historiador
que la relata, White sostiene que es necesario utilizar la forma narrativa como un
modo de hacer patente el carácter situado de los relatos. Distanciándose de las
concepciones que atribuyen un ordenamiento signado por la causalidad sucien-
te a los acontecimientos históricos, arma, en su interpretación sobre Auerbach,
que los acontecimientos históricos pueden ser relacionados entre sí de manera
similar a cómo una gura se relaciona con su consumación en una narrativa. En
esta línea, introduce la noción de causalidad gural para dar cuenta de que el vín-
culo entre una experiencia del presente y una del pasado no expresa una relación
genética de lo anterior como actual, sino que es la gura posterior la que consuma
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a la anterior en la medida en que se identica con ella.
Este tipo de ordenamiento de los acontecimientos permite comprender que
el pasado y el presente no constituyen dos entidades diferenciadas donde el pre-
sente es un efecto del pasado, sino que ambas forman parte de un proceso recí-
proco de identicación y comprensión. Desde una perspectiva whiteana “el vín-
culo es establecido desde el punto en el tiempo experimentado como presente
hacia el pasado y no, como en las relaciones genéticas, desde el pasado hacia el
presente” (2010, p.37).
Ahora bien, tal como la concibe White, la causalidad gural no sólo determina
el modo en el que se relacionan los acontecimientos históricos entre sí, sino tam-
bién el modo en el cual se vincula el relato con su contexto. La lectura whiteana
del análisis de Auerbach señala que los relatos no son una representación de su
entorno político, social y económico sino una presentación de la consumación de
la gura de éste. El contexto como experiencia ya es en mismo una gura que
incide como preguración a la consumación que es el relato. Por este motivo, “el
acontecimiento histórico permanece abierto a apropiaciones retrospectivas por
parte de cualquier grupo que en adelante opte por el mismo como prototipo legi-
timador de su propio proyecto de auto-creación y, por lo tanto, como elemento de
su genealogía” (2010, p.46).
Asimismo, respecto del hecho de que el ordenamiento del relato supone una
imposición por parte del sujeto que lo congura White se ocupa de remarcar que
la imposición de una trama supone un posicionamiento ético y político. No es po-
sible armar que una presentación sobre lo acontecido pueda ser considerada
como neutral, es decir, desvinculada de dicho posicionamiento. La perspectiva
tropológica de la que se sirve White para analizar la conguración de los discur-
sos historiográcos maniesta la contingencia de las preferencias ideológicas a
la hora de efectuar una preguración. El análisis de los discursos historiográ-
cos focalizado en el estudio de las guras tropológicas habilita el reconocimiento
del posicionamiento ético y político que asume el historiador en su conguración.
Atender a los topos del discurso histórico, es decir, a las metáforas, metonimias,
ironías, etc. permite reconocer las creencias que inuyen en el historiador que
congura el relato. A su vez, este análisis de los tropos del discurso le permite a
White reexionar acerca de aquello que se considera una conguración realista.
No es posible identicar a un relato como indisputadamente realista, en el sentido
de su carga de objetividad, puesto que ello implicaría no reconocer que la elec-
ción de los acontecimientos que se incluyen en el discurso y el modo en el que se
los presenta está fuertemente condicionado por el posicionamiento que asume el
historiador. La propuesta whiteana reconoce que no es posible identicar un or-
denamiento narrativo como más realista que otro debido a que el carácter situado
del discurso se modica en función de las convenciones culturales disponibles.
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La comunidad de formas como vínculo causal
Ahora bien, recuperando la pregunta en torno al modo en el que la narrativa
se vincula con representaciones históricas del pasado resulta pertinente recupe-
rar la propuesta de David Carr como un intento de marcar un contrapunto con
las dos aproximaciones antes reconstruidas. En su aporte, Carr arma que no es
posible concebir a la narrativa como un modo de dar cuenta de eventos, sino que
es la estructura misma de los acontecimientos la que posee una morfología narra-
tiva. “La narrativa no es simplemente una forma posiblemente exitosa de describir
eventos, su estructura inere a los eventos mismos. Lejos de ser una distorsión
formal de los eventos que relata, una consideración narrativa es una extensión de
uno de sus rasgos primarios” (Carr, 1998, p.117). Su tesis de la continuidad busca
evidenciar que aquello acerca de lo cual trata el relato posee en sí una estructura
narrativa y no que esta es algo que se le impone.
En oposición a la propuesta whiteana acerca de que la experiencia no posee
una forma narrativa en sí misma Carr va a postular la tesis de que es posible esta-
blecer una continuidad entre la realidad y la narrativa. Del mismo modo, es su in-
tento de evidenciar la comunidad de forma que advierte entre la narrativa y la rea-
lidad, va a llevar a cabo una argumentación en contra de la tensión que advierte
Mink entre el concepto de historia y el concepto de narrativa. Para Carr, el motivo
por el cual ninguno de los dos puede advertir la comunidad de formas que hay en-
tre la narrativa y la experiencia es producto del carácter ccional que le atribuyen
a los relatos históricos. En este sentido, arma que “Mink y White son guiados en
esta dirección escéptica en parte por su creencia compartida en la cercana rela-
ción entre las narrativas históricas y las ccionales” (Carr, 1998, p. 118).
Así, plantea que brindar un relato sobre el pasado no implica necesariamente
una imposición interpretativa por parte del historiador, sino que su labor consiste
en el reconocimiento de una estructuración preexistente. Es la experiencia mis-
ma la que posee un orden singando por la estructura de principios medios y nes
propia de la narrativa, “la estructura medio-n de la acción despliega algunos de
los rasgos de la estructura comienzo-medio-n que la visión de la discontinuidad
dice que está ausente en la vida real.”(1998, p.121). Esta búsqueda por mostrar
que la experiencia presenta en sí misma una estructura narrativa sitúa a Carr den-
tro de los denominados raticadores de la trama, es decir, aquellos que arman
que contar un relato sobre el pasado no es una cuestión de imponer una estructu-
ra a la experiencia.
Ahora, pese a que es posible aceptar la propuesta de Carr acerca de la co-
munidad de formas que existe entre la estructura de la acción y la escritura de
la narrativa esto no implica que pueda establecerse una continuidad entre estas
estructuras. Aceptar que existen semejanzas entre ambas estructuras no tiene
como consecuencia necesaria la armación de que una se continúe en la otra. Si-
guiendo a Andrew Norman “Notar una similitud estructural entre historias narrati-
vas y nuestra experiencia del pasado no nos permite explicar cómo esas historias
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pueden ser verdaderas” (1991, p.13). Plantear que hay una comunidad de formas
entre la experiencia y la narración no implica que entre ambas se establezca una
relación de tipo causal necesariamente. Asimismo, Carr confronta con las pro-
puestas de Mink y White en la medida en que considera que es posible diferenciar
las narrativas históricas de las narrativas ccionales.
La tesis de la continuidad de formas entre la narrativa y los acontecimientos
relatados señala una cercanía del relato con la realidad que lo distancia de las pro-
puestas que entienden a los discursos históricos como ccionales en un sentido
amplio. Frente al problema de la representación ccional los aportes de Carr se
contraponen a la posibilidad de pensar tal representación como una conguración
no correspondentista. Mientras que propuestas como la whiteana buscan indagar
la posibilidad de analizar el discurso histórico como una ccionalización a través
de los operadores tropológicos, las propuestas reicadoras van a oponerse a la
idea de pensar la noción de cción como el espacio de lo concebible. Dentro de
las múltiples formas en las cuales es posible entender a la ccionalización, está
la opción de entenderla como aquello que se vincula al ámbito de lo posible. En
contra de aquellas teorías de la cción que la presentan en oposición a la realidad,
teoría que puede reconocerse en las ideas de las propuestas reicadoras, está la
posibilidad de pensar a la cción como el ámbito de lo que puede ser pensado.
En este sentido, la tesis de la continuidad que propone Carr se opone a la idea
de concebir al fenómeno ccional como aquello que designa el espacio de lo con-
cebible. Por el contrario, si se entiende a la cción como un horizonte plasmático
que se identica con aquello factible de ser concebido se vuelve posible recono-
cer que la cción no debe ser entendida como lo opuesto a la realidad. Abandonar
la idea de que existe una relación causal entre la experiencia y los relatos habilita-
da por una similitud formal entre ambas abre la posibilidad de pensar a la realidad
como un concepto que sólo puede surgir de la cción. Rechazar la tesis de la
continuidad de formas entre la narrativa y los acontecimientos relatados permite
comprometerse con una idea de cción que contiene a lo real como un subcon-
junto de todo lo que es factible de ser concebido. De este modo, “lo real no es más
que la cción desplazada hasta uno de sus límites, aquel en que lo concebible
cede imaginativamente ante el embrujo de lo inexorable” (Lavagnino, 2021. p.20).
La conguración audiovisual de lo acontecido
Ahora bien, tomando en consideración el modo en el cual es posible presen-
tar un acontecimiento se advierte que la narrativa escrita no es el único modo de
presentación. Dentro de las múltiples formas de representación existentes, los
lenguajes audiovisuales se han convertido, en el último siglo, en un modo suma-
mente efectivo para presentar eventos históricos. En este sentido, la discusión
en torno a los límites entre lo histórico y lo ccional también puede ser trasladada
al ámbito de los medios audiovisuales si se toman en consideración las particu-
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laridades propias de este medio expresivo. Los interrogantes sobre la naturaleza
de la verdad histórica, la relación entre cción y realidad, y el papel del sujeto en
la conguración del relato también puede rastrearse en el campo del audiovisual.
Respecto de esta cuestión, se vuelve pertinente referir a los aportes de Robert
Rosenstone sobre cómo los medios audiovisuales pueden pensarse como he-
rramientas útiles para abordar la representación del pasado. Sus contribuciones
respecto esta cuestión ponen de maniesto que tanto la historia escrita como la
visual están condicionadas por las convenciones ccionales; la primera por con-
venciones lingüísticas y las segunda por las de los géneros cinematográcos.
Siguiendo a Rosenstone “la historia no debe ser reconstruida únicamente en pa-
pel. Puede existir otro modo de concebir el pasado, un modo que utilice elemen-
tos que no sean la palabra escrita: el sonido, la imagen, la emoción, el montaje.”
(1997, p.20).
Siguiendo esta línea es posible establecer un paralelismo entre la gura del
historiador y la del realizador cinematográco en la medida en que ambos con-
guran relatos con el objetivo de construir algún sentido. Al igual que los historia-
dores, los realizadores audiovisuales le imponen una interpretación a los acon-
tecimientos; tanto las novelas históricas como los lms históricos implican una
representación modelada de la realidad lo único que cambia es el medio me-
diante el cual se construye la conguración representacional del acontecimiento.
Respecto de esta cuestión White arma que “Toda historia escrita es producto de
procesos de condensación, desplazamiento, simbolización y clasicación, exac-
tamente, como aquellos usados en la producción de una representación fílmica.
Es sólo el medio el que diere, no la forma en que los mensajes son producidos.”
(White, 2010, p.219).
Atendiendo al modo en el que los lenguajes audiovisuales pueden congurar
un relato histórico los debates sobre el género documental y sus diferencias con
los lms que se clasican como de cción cobran relevancia. Reconocer que los
relatos cinematográcos implican siempre una conguración modelada de lo que
pretenden presentar permite cuestionar hasta qué punto la distinción canónica
entre lms documentales y lms de cción, ampliamente reconocida por la mayo-
ría de los teóricos del audiovisual, puede ser trazada.
Tomando en consideración la clasicación de las diversas modalidades del
documental que propone el teórico Bill Nichols se advierte que la construcción del
realismo en el audiovisual está íntimamente relacionada con la posición enuncia-
tiva del documentalista. El gesto de proponer una clasicación del género en fun-
ción del modo en el que el realizador se posiciona ante el mundo pone en eviden-
cia el hecho de que no hay mirada que no involucre alguna suposición respecto
de la realidad. Sin embargo, en la medida en que se considera posible demarcar
un límite de clasicación que diferencia los lms de cción de los documentales
es posible reconocer un compromiso con la idea de que puede existir un modo no
ccional de representar. A pesar de que reconoce que las herramientas utilizadas
por el documental (posiciones de cámara, montaje, sonido, iluminación, etc.) son
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las mismas que las utilizadas por el cine de cción considera que el documental
posee una serie de características distintivas que habilitan la diferenciación.
Para Nichols “El documental comparte muchas características con el cine de
cción, pero sigue presentando importantes diferencias con respecto a la cción”
(1997, p.151). Aunque admite que resulta imposible que la imaginación del rea-
lizador se encuentre totalmente ausente a la hora de llevar a cabo un documen-
tal, entiende que en esta clase representación el control del realizador es menor.
Mientras que en las producciones audiovisuales consideradas como de cción
el guión, plagado de elementos imaginativos, habilita un mayor control en el mo-
mento del rodaje; en los documentales la variante de lo imprevisible se vuelve
un elemento irrenunciable. Asimismo, Nichols considera que la aparición de lo
no planicado que se presenta en los documentales sumada a la inuencia que
estos últimos tienen en los actores sociales que representan convierten al docu-
mental en una producción que habilita un acceso al mundo privilegiado. Tal como
lo entiende Nichols “El documental comparte las propiedades de un texto con
otras cciones —la materia y la energía no están a su inmediata disposición—
pero aborda el mundo en el que vivimos en vez de mundos en los que imagina-
mos vivir” (1997, p.155).
Recuperando las propuestas de Mink y White introducidas anteriormente, es
posible considerar que la idea de que el mundo en el que vivimos puede diferen-
ciarse del mundo que imaginamos es análoga a la posibilidad de diferenciar la
realidad de la cción. Al igual que considerar que es posible distinguir los lms
documentales de los lms de cción es análogo a creer que es posible diferenciar
las narrativas históricas de las ccionales. La idea de que los documentales pue-
den permitir un acceso al mundo que no esté contaminado por lo que imaginamos
del mundo puede ser interpretada como otro modo de seguir armando que los
acontecimientos son un relato no contado que debe ser descubierto.
Respecto de esta cuestión, la modalidad del documental que más se alinea
con esta pretensión es aquella a la que Nichols denomina observacional. Según
su caracterización, esta clase de documentales se comprometen con la idea de
representar lo que acontece delante de la cámara de la forma más neutral posible.
Siguiendo a Nichols, el documental de tipo observacional “transmite una sensa-
ción de acceso sin trabas ni mediaciones. No da la impresión de que el cuerpo
físico de un realizador particular ponga límite a lo que podemos ver. La persona
que está detrás de la cámara, y del micrófono, no capta la atención de los actores
sociales ni se compromete con ellos” (1997, p.78). De este modo, la búsqueda
por una forma de representación que se presente como neutral pone en evidencia
un intento de encubrir la conguración narrativa que el mismo supone.
La pretensión de invisibilizar el lugar de enunciación desde el cual se constru-
ye la representación audiovisual, a la hora de observar un documental observacio-
nal, se evidencia la imposibilidad de desligar lo representado de la conguración
en la cual ésta se encuentra implicada. Lejos de pensar a la manipulación como
cargada de una connotación negativa se vuelve posible advertir que el acontecer
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de la conguración supone un proceso de manipulación, de montaje. Pese a que
el audiovisual ha sido considerado como un medio capaz de captar la realidad
de forma directa por muchos teóricos, las contribuciones de las últimas décadas
apuntan una concepción de realismo que entiende que toda representación está
condicionada por el modelo de mundo de su cultura. En el ámbito del audiovisual,
al igual que en el de la pintura, la literatura y la historia, la representación de la
realidad no está determinada por la verdad del mundo como referente sino por
recursos estilísticos y tropológicos. Los medios no captan la realidad, sino que
la construyen en la medida en que guran un relato que pueda ser considerado
como realista en función a convenciones mutables.
La disputa como constructora de sentido
A la luz de lo expuesto es posible retomar la cuestión sobre los vínculos entre
la narrativa y las representaciones históricas del pasado, tanto escritas como au-
diovisuales, con énfasis en el discurso cinematográco. Esto permite reconocer
que lo ocurrido se convierte en un depósito de apropiaciones previas, siempre
susceptible de ser reexaminado y disputado. El recorrido por la relación entre ex-
periencia y las narrativas que la representan invita a abandonar la noción de que
los acontecimientos pueden ser presentados de manera neutral para reconocer
que toda representación del pasado es dependiente de la construcción discursiva
que la enmarca. Asimismo, esta noción ha tenido una relativa importancia en el
debate teórico en torno al cine documental y sus pretensiones de verdad. Inde-
pendientemente de la forma especíca que adopte la representación ccional se
advierte que todo intento de signicar la experiencia del pasado da cuenta de una
conguración modelada que inuye en la percepción que de la realidad histórica.
El análisis de las tensiones entre narrativa histórica y experiencia, explorado a
través de las teorías de Mink, White y Carr, revela la forma en que las narrativas
históricas, ya sean escritas o fílmicas, están condicionadas por procesos discur-
sivos que modelan nuestra comprensión del pasado.
En este sentido, el análisis del discurso audiovisual, como forma de narrar la
experiencia introduce nuevas dimensiones en la conguración de la historia. Los
medios audiovisuales, como el cine y la televisión, utilizan convenciones estilís-
ticas y técnicas narrativas que, al igual que las narrativas escriturales, participan
en la construcción de una realidad histórica interpretativa. Así, el discurso audio-
visual amplía la discusión sobre la veracidad y la construcción de sentido, mos-
trando que, aunque presenta el pasado de manera diferente a la cción literaria,
sigue siendo un producto de procesos discursivos y retóricos. Aceptar que tanto
las narrativas históricas escriturales como las audiovisuales están sujetas a una
construcción modelada nos permite reconocer que el pasado no es un relato jo e
inmutable, sino un acervo de interpretaciones disputadas y en constante recon-
guración. El compromiso con la idea de que el sentido del pasado se construye a
través de la disputa retórica implica que tanto las narrativas escriturales como las
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audiovisuales están condicionadas por acuerdos y convenciones culturales. Los
eventos históricos, ya sea narrados en forma de texto o de audiovisual, son el re-
sultado de un proceso de conguración y reinterpretación continua. La historia es,
en última instancia, un acervo de construcciones de sentido que están abiertas a
la disputa retórica y a la reconguración permanente.
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Cómo citar este artículo:
Gómez Diz, P. (2024). Representaciones cciones: una reexión sobre el modo de re-
latar de los medios audiovisuales.
Trazos-Revista de estudiantes de Filosofía
, 1(8),
13-25