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TRAZOS - AÑO VIII – VOL.I – JUNIO 2024 - e-ISSN 2591-3050
blación y devastación fueron grabadas en el municipio de Nezahualcóyotl, Estado
de México, parte de la periferia de la Ciudad de México.
Cuando el director materializa las imágenes apocalípticas de la Tierra y
para ello, utiliza un contexto presente, es decir, recurre a un espacio vivo que po-
see cotidianidad, habitado por 1.077.208 habitantes (Gobierno de México, 2020)
y lo captura bajo la narrativa del n del mundo, lo que hace es trazar cartografías
pasadas, presentes y futuras en nuestra construcción de la realidad. Sumado a
esto, las escenas presentadas en la película sugieren un ordenamiento jerárquico
de los modos de existir, lo cual, tiene efectos en la forma de pensar los lugares que
habitamos y su horizonte, o sea, en nuestra capacidad para producir narrativas
novedosas de estos espacios.
En mi vida, he escuchado tanto a colegas como amigxs referirse al lugar
en donde crecí y vivo como “el n del mundo”, “ese lugar donde termina la civili-
zación”, “el olvidado por Dios”, etc. Yo no resido en Nezahualcóyotl, pero sí en el
Estado de México o “el establo de México”, como se sabe que le dicen algunos
habitantes de la Ciudad de México. Describir los lugares en los que habitan mu-
chos trabajadores y estudiantes de la ciudad
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como espacios que, por un lado,
son equiparables con el n de la civilización, pero que, por otro, poseen caracte-
rísticas atribuidas al atraso, a eso que detiene los proyectos de progreso, pone
de relieve la marginación de ciertas poblaciones y lo contradictorio de pensar el
tiempo como una linealidad. Si lugares como Nezahualcóyotl son territorios idea-
les para mostrar el año 2154, o sea, el futuro de la humanidad, y al mismo tiempo,
son pensados como aquello que queda por fuera de la narrativa del orecimiento,
entonces tenemos un escenario en el que pasado y futuro ocuparían el mismo
lugar.
Esta paradoja temporal evidencia el presentismo como esa condición cul-
tural y social en la que la temporalidad se piensa como sinónimo de lo inmediato
y obtura nuestra capacidad para inventar futuros alternativos u otras formas de
pasado. Especular con horizontes inéditos requiere distanciarse, al menos por
un tiempo, de aquello que distrae nuestra reexión y cuestionamiento, a saber
las formas culturales preexistentes para la sociabilidad y la imaginación. (Fisher,
2013, p.41). En este sentido, Elysium pretende ser una narrativa de denuncia y
crítica a las formas culturales del capitalismo, pero termina por mostrarnos que no
hay manera de erradicarlo, únicamente podemos mitigar sus excesos. La película
exhibe supuestas acciones anticapitalistas, pero nos permite seguir consumien-
do su historia sin mayores sobresaltos, esto es, porque “la tarea de la ideología
no es convencernos de algo, sino ocultar el hecho de que las operaciones del
capital no dependen de algún tipo de creencia subjetivamente compartida” (Fi-
sher, 2009, p. 25). Si ponemos atención a los escenarios materiales en esta ope-
ración y a la construcción subjetiva de quienes los habitamos, no como extras,
sino como cuerpos que sienten, se mueven y hacen a diario y en presente su vida
en estos territorios, quizá se pueda encontrar una grieta a las narrativas del n del
mundo propias de la ideología.
1 .Ciudad de México cuenta con unos 4.5 millones de personas que se trasladan todos los días a la capital para trabajar, de acuerdo con
el INEGI. Estos datos únicamente contemplan el trabajo formal, pero muchos mexiquenses trabajan en actividades informales.