TRAZOS - AÑO IV – VOL.II – DICIEMBRE 2020 - ISSN 2591-3050
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¿en qué términos? Justamente la cuestión del quizás resulta central en todas
estas consideraciones, al menos tal y como lo tematiza Derrida en Políticas de
la amistad
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. Esta palabra, esta noción, más bien este movimiento tembloroso y
arriesgado que se sabe heredero de Nietzsche, torna problemático todo intento
de calma elucidación. Este peligroso quizás nos despoja de toda garantía, de
toda certeza, ¿de toda soberanía? Habría que pensarlo. Se trata de un vocabu-
lario, tal como lo piensa Derrida, que es exterior a la tradición hegemónica de
la losofía tal como esta se ha entendido, por lo general, a sí misma: como un
discurso de la certeza, de la verdad segura que se posee y que se ejerce (y que,
por tanto, se puede imponer a otros modos de vida que en principio no encajen
en los moldes previstos). Quizás no es esto o aquello, sino justamente la impo-
sibilidad de instalarse cómodamente en uno de estos dos polos. Y la cuestión
del lugar, del ocupar tranquilamente un lugar y de saber entonces qué está de
un lado y qué está del otro, resulta decisiva. El animal ha sido siempre ese otro
que completa el par, aquello ajeno a lo humano que es retenido en la dicotomía
metafísica como polo necesario de des-identicación. Trastocar esos lugares,
desestabilizar más bien la posibilidad de un tablero que dé paso a la neutrali-
zación sin más de la diferencia, de ello se trata al plantear la gura del animal
en términos de asedio espectral.
Un pensamiento del quizás nos arroja, entonces, al ámbito de lo imposi-
ble
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. A un ámbito que incomoda y que trastoca la seguridad y la quietud de la
losofía en su historia humanista y antropocéntrica. Este movimiento de tem-
blor (que no es otro que la deconstrucción
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), de sacudida, saca de quicio al
pensamiento, a la política, al pensamiento de la política y a su temporalidad.
Eso que, para tranquilidad siempre nuestra (tan humanos, demasiado huma-
nos), denominamos ‘el animal’ habita las categorías del pensamiento losóco
sobre la política (de ese pensamiento político que, ya siempre, es la losofía),
a la manera del espectro. Es decir, en el modo del asedio
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. Llega, aparece. Más
bien, reaparece, y en ese movimiento rompe la sucesión homogénea del tiempo.
Quiebra el tiempo político del pensamiento. Sucede a la manera del aconteci-
miento: incalculable, inanticipable. La pregunta por el animal es la pregunta po-
lítica por excelencia. ¿Lo es, realmente? Debería. Es desde allí, desde ese ámbito
de asedio espectral que nos pone en jaque en nuestra humanidad y nuestra
11 A este respecto, ver la importante nota 6 donde Derrida liga la cuestión del vielleicht nietzscheano con cierto pensamiento de la locura
que de-lira, se sale del surco cierto y certero de las verdades de la onto-teología (Derrida, 2012, 47).
12 Implica, por eso, una cierta locura. La modalidad de lo imposible a la que nos vemos arrojados o ante la cual nos enfrentamos, en su
extranjeridad (la del animal) con respecto al discurso losóco de la certeza y de la veracidad está también, por cierto, en cierta medida
en combate con cierta racionalidad. Al menos con esa racionalidad del discurso que se pretende siempre soberano, dueño de sí, que
avanza derecho sin pérdida y sin salirse de quicio. Nunca out of joint. Para un desarrollo más extenso de la noción derridiana de espectro
en relación con la cuestión de lo imposible (Balcarce, 2016-2017).
13 “Una vez más, aquí como en otras partes, dondequiera que entre en juego la deconstrucción, se trataría de ligar una armación
(sobre todo política), si la hay, a la experiencia de lo imposible, que no puede ser sino una experiencia radical del puede ser, del ‘tal
vez’” (Derrida, 2012, 48).
14 Estas consideraciones se sitúan, por tanto, en un terreno y una gramática que no son ya los de la ontología tradicional. Si la anima-
lidad asedia la conceptualidad humanista y antropocéntrica del pensamiento occidental, ¿no nos sitúa, más bien, en el plano de una
hantologie? (Derrida, 2012, 24).