
El género propiamente dicho del ensayo es el gran prototipo moderno, la gran
creación literaria de la modernidad, con todas las genealogías y antecedentes
que se quiera, en el que es necesario determinar, pero específicamente es aquel
que señala sobre todo una perspectiva histórico-intelectual de nuestro mundo,
de Occidente y su cultura de la reflexión especulativa y la reflexión crítica. Por
ello, el ensayo es asunto fundamental en lo referente a la creación del pensa-
miento moderno, a su forma compleja, a la puesta en crisis del sistema y la
forma en que se fundamenta la filosofía clásica, que tiene como base a uno de
los pensadores más importantes, Nietzsche, ya que éste atravesó las estructuras
sistemáticas de su tiempo, dejándonos su impronta.
El surgimiento del ensayo como género literario nos permite contar nuestra
propia historia social desde adentro, desestabilizando los binarismos del
discurso de la razón. La literatura del yo nace en los espacios solidarios del
sujeto y objeto con el de la invención, un espacio de creación imaginaria que
nos abre un abanico de posibilidades tomando el horizonte de la emancipación
con una nueva visión de la historia, no eurocéntrica, sino desde una mirada lati-
noamericana, con una concepción popular, viviendo con la diversidad, a través
de una política positiva, reivindicando el poder, rehaciendo la democracia,
entendiendo por ésta cuando el pueblo participa en forma simétrica (Dussel E,
1973,29).
La filosofía occidental siempre fue logocéntrica, fundada en la unidad, seme-
janza, adecuación, etc. Las filosofías del derecho de cuño positivista o iusnatu-
ralista racional o teológico, comparten ese idealismo. Nietzsche, -en la lectura
que de él hace Foucault-, coloca, en cambio, en la raíz misma del conocimiento
a la relación de poder. Es necesario acercarse entonces al conocimiento jurídico,
o mejor, a la práctica jurídica, no como filósofos, sino como políticos, solamente
en las relaciones de poder comprendemos en qué consiste dicha práctica.. Se
hace evidente entonces que el poder es voluntad de verdad, por eso debe silen-
ciar, controlar y/o normalizar discursos que expresan posibilidades divergentes,
desacuerdos respecto a la verdad sancionada como una perspectiva que se
impone. Como nos dice Foucault, hay que partir del hecho de que:
TRAZOS
AÑO I - VOL I
AGOSTO 2017
ISSN 2591-3050
103