
TRAZOS - AÑO IV – VOL.II – DICIEMBRE 2020 - ISSN 2591-3050
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1 Agradecemos a Micaela Anzoátegui por su acompañamiento y apoyo en la coordinación del presente número y a Andrés Padilla Ramírez
por la lectura atenta y cuidadosa de la editorial.
EDITORIAL1
El presente dossier procura habilitar un espacio para la reflexión en las sendas desestabilizado-
ras del logocentrismo, cuya violencia conceptual e imaginativa ha puesto al Hombre (varón cis,
blanco, heterosexual, sano, productivo y letrado) en una posición jerárquica respecto de otras
formas de vida. Nuestra propuesta se enmarca entonces en la crisis del humanismo y su concep-
to de Sujeto, entendiendo por este último un modo de ser que ha perfilado sus límites a partir
de múltiples exclusiones, determinando con ello qué vidas pertenecen a la humanidad propia-
mente dicha y que, por ese hecho, merecen ser vividas, potenciadas y afirmadas, en detrimento
de otros cuerpos que pueden eliminarse, explotarse, excluirse o sacrificarse.
En este sentido, la gran cuestión que plantea el presente número es cómo habitar la decons-
trucción de aquellos umbrales que permitieron establecer dicha taxonomía-jerarquía de subor-
dinación de diversos modos de lo viviente y justificar con ello las diferentes violencias sistemáti-
cas dirigidas contra aquellos cuerpos excluidos del ideal normativo del Hombre. Se trata de una
cuestión que se torna cada vez más ineludible y urgente en el contexto actual, pues el orden
cisheteropatriarcal, colonial y especista nos ha arrojado hacia un panorama desolador, caracteri-
zado por el colapso ambiental, la violencia y desigualdad institucionalizada hacia personas con
diversidad funcional, los cuerpos racializados, las mujeres cis y trans, las maricas, las lesbianas,
los hombres trans, y los animales no-humanos, entre otros cuerpos precarizados.
Particularmente en Argentina, durante el 2020, la proliferación de los incendios forestales, así
como el acuerdo comercial con China para crear mega-granjas de cerdos, suponen políticas que
se han tornado, hoy más que nunca, un riesgo incalculable hacia las condiciones de habitabili-
dad de la vida. Sabemos que la organización de dichos incendios se orienta a la extensión de la
ganadería y a la producción de soja, para fomentar la acumulación extractivista del modelo
agroindustrial, a costa de arrasar con las vidas y mundos de los denominados animales silves-
tres, mientras se re/producen a otros animales (domésticos) para su explotación y consumo. Más
aún, se trata de proyectos que se implementan negando las consecuencias nefastas e irreversi-
bles de la devastación ambiental, mientras los demás animales son concebidos como recursos
disponibles o desechables, despojados de todo valor que no sea su utilidad para la existencia
humana.
Asimismo, esta lógica de la extracción se extiende a las formaciones predatorias de los secto-
res financieros regionales y transnacionales que, dirigidos por el criterio exclusivo de la ganan-
cia, ocasionan endeudamientos desproporcionados en las economías más inestables, profundi-
zando la desigualdad social y los índices de pobreza. Es el propio sistema capitalista, en articula-
ción con lógicas racistas, cisheterosexistas y capacitistas, el que destruye las condiciones para
configurar (otros) mundos más habitables y vivibles. Sus aparatos productivos responden a un
modo de (re)producción determinado y a intereses específicos, al tiempo que sus políticas
extractivistas se racionalizan y legitiman a partir de normas especistas, coloniales y alimentarias.